Hay miedo e indignación entre los socios de investidura y coalición. Miedo porque Koldo García está en posesión de decenas de éxitos musicales, o sea sus famosos audios comprometedores, y cualquiera puede quedar retratado. E indignación porque cada minuto que pasa aumenta el bochorno del PSOE que contagia también a la izquierda real. Y muchos empiezan a abandonar el barco. Hoy mismo, durante la sesión parlamentaria de control de los miércoles, la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, y los ministros Ernest Urtasun, Sira Rego y Mónica García daban la espantada en señal de protesta. Los asientos vacíos junto a Sánchez y Montero eran la viva imagen de la soledad del PSOE y recordaban en buena medida a aquel escaño huérfano de Rajoy ocupado por el bolso de Soraya durante la moción de censura del 2018.
Sumar, Esquerra, Junts, Bildu, PNV, Compromís y BNG han sustentado el sanchismo durante todos estos años, la mayoría de las veces por puro interés regionalista (la famosa contrapartida en competencias), en otras ocasiones porque la perspectiva de que llegue al poder la extrema derecha no resulta nada halagüeña para los nacionalismos. Pero la corrupción es pura radiactividad y ningún partido, hoy por hoy, está dispuesto a ir de la mano de los socialistas por si se queman ellos también. “La izquierda no puede robar, esta gente [la derecha] sí”, le ha espetado Gabriel Rufián al presidente del Gobierno. El líder de Esquerra ha salido tan contrariado de la sesión de control en el Congreso de los Diputados que por unos momentos ha estado a punto de dar el plantón y suspender la reunión en Moncloa convocada por el premier para abordar la crítica situación política: “Me ha tratado peor que a Feijóo y a Abascal. En el PSOE falta gente normal”, se lamentaba el líder independentista por los pasillos de la Cámara Baja. Y es que Sánchez ha optado por tirar de arrogancia, pasar al ataque y al “y tú más”, una estrategia que quizá, con la que está cayendo con los audios de Koldo, no sea la más adecuada. Más le valdría al presidente afrontar la realidad cruda tal como es y reaccionar con medidas eficaces y concretas contra la corrupción, más allá de esa auditoría fast food que ha encargado y que ninguna consultora quiere realizar por la mala reputación que reportaría ser cómplice del delito. El premier ha tenido siete años para acabar con el gran cáncer de este país, el robo a manos llenas desde las instituciones, y no ha hecho nada. Ahora le entran las prisas. Otro punto negativo en su currículum, y ya van unos cuantos.
El rifirrafe entre Sánchez y Rufián es simbólico de lo que está ocurriendo en el mundo de los socios de coalición. Todos ellos se sienten traicionados por Santos Cerdán, y no solo eso, temen que puedan aparecer también en los discos de Koldo Productions y en la canción del verano sobre la corrupción. “No nos hagan escoger entre corruptos cutres y corruptos premium”, le ha pedido el portavoz de ERC al líder socialista. “Porque, si no, le diremos a la gente que decida. No nos responsabilicen. ¿Están enfadados? Pues imagínese la gente que les votó”, añadió. Sánchez se ha defendido ante el ataque de Rufián, a quien le ha respondido que de momento “no hay una sentencia firme”, sino solo “indicios” (la misma cantinela que tantas veces escuchamos al PP en los peores tiempos de sus corruptelas).
Ha sido entonces cuando Sánchez ha podido cometer uno de los grandes errores de su carrera: minusvalorar el escándalo mayúsculo que llena portadas en los periódicos de toda Europa (el Times ya lo caricaturiza como “Don Teflón”, una alusión directa al mafioso neoyorquino John Gotti, a quien nada parecía afectarle, ni siquiera las causas judiciales). “No voy a aceptar que se haga de la anécdota una categoría porque la izquierda no roba. En el informe de la UCO no hay ningún indicio que apunte a la financiación irregular del partido socialista”, ha asegurado el presidente. Considerar la trama institucionalizada de cobro de comisiones y mordidas en el Ministerio de Transportes como “una anécdota” no es de recibo, más bien es un insulto a la inteligencia de los ciudadanos. Mover millones en dinero negro, traficar con mujeres, enchufar a amiguetes y familiares, saltarse la ley a la torera, promocionar, en fin, un socialismo sucio y prostibulario, no es ningún episodio esporádico o puntual. Es una tragedia para el país, para el PSOE y en general para la izquierda española, desangrada tras este trance de la Gürtel socialista. Y lo peor es que lo más grave del caso Koldo está aún por salir a la luz pública mientras Sánchez, que parece fuera de la realidad, sigue tocando el violín del Titanic socialista a punto de hundirse.
Cada vez que el presidente comparece públicamente es engullido un poco más por la arena movediza. Sus chistes y boutades contra la derecha, que antes levantaban el ánimo entre la parroquia, ya no funcionan. “Cuando me voy a comer, no dejo el móvil apagado como hizo Mazón”. En otro tiempo, antes de estallar el escándalo Cerdán, ese chascarrillo sobre el incompetente dirigente valenciano habría generado carcajadas y ocupado portadas en la prensa progresista. Hoy ni siquiera aparece en el subtítulo de la noticia. Que el periodismo afín haya perdido la fe es el síntoma más claro y evidente de que estamos asistiendo a los últimos estertores del Gobierno. No parece que el inquilino de Moncloa pueda salir airoso de esta. Su viejo Manual de resistencia está agotado, no da para más, ni siquiera para ese conejo de la chistera que tantas veces le ha sacado del atolladero. Y menos ahora que el fuego amigo arrecia y Page ya le arrea sin miramiento ni piedad: “Sánchez está en un búnker que es una tumba”; “El papel de víctima ya no cuela”; “Lo peor está por llegar, no hay salida”. Feijóo podría echarse a sestear un rato; solo con lo que el presidente manchego le endosa al jefe cada mañana sobra y basta para terminar de rematar al tótem sanchista.
Los socios a punto de romper con el presidente mientras la extrema derecha sigue sacando rédito de la corrupción. El numerito fascista de Santiago Abascal abandonando el hemiciclo, como un cantante de opereta despechado, ha puesto cachonda a la barra brava ultra. Los carroñeros son atraídos por el cadáver de la democracia. Y mientras tanto, todo el país pendiente de si los tres tenores de la corrupción (Koldo, Ábalos y Cerdán) cantan La traviata.