Trump fantasea con una purga sangrienta

El candidato republicano dice que valora decretar un día de "violencia extrema" legalizada para acabar con la delincuencia en Estados Unidos

02 de Octubre de 2024
Actualizado el 03 de octubre
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Cartel de La purga, la película sobre un día de violencia extrema que propone Trump
Cartel de La purga, la película sobre un día de violencia extrema que propone Trump

La purga es una película del año 2002. La trama transcurre en una futura sociedad distópica, donde una organización llamada Nueva Fundación de los Padres de América ha instaurado una medida drástica ante la ola de crímenes y violencia social que campa a sus anchas: una “purga anual”, una jornada brutal y salvaje en la que cada cual puede hacer lo que le venga en gana, como violar, robar o asesinar, sin tener que rendir cuentas ante la Justicia. Durante doce horas, la gente da rienda suelta a sus instintos más básicos con la tolerancia del gobierno imperante. El resto del año reina la paz social.

Ahora, el enloquecido expresidente de Estados Unidos, Donald Trump, coquetea con esa posibilidad como forma de frenar los altos índices de delincuencia que vive el país. Su propuesta, lógicamente, ha resultado de lo más loco y polémico que se ha escuchado en Yanquilandia en los últimos años, y eso que el listón estaba muy alto. El tipo, ni corto ni perezoso, se ha atrevido a decir en público que su país solucionaría el problema de la criminalidad con “un día muy violento” para que las fuerzas policiales pudieran restaurar el orden, según informan medios británicos. O sea, La purga.

El crimen es consecuencia de la pobreza, la desestructuración y la infelicidad de una sociedad desigual y enferma, eso lo sabemos por la teoría de la anomia de Durkheim y Merton. Pero Trump es un primario, un cavernícola, y no entiende de complejas sociologías. El problema es que cualquier cosa que diga el iluminado es acogida con fervor por sus fieles simpatizantes que se lo tragan todo, como cuando soltó que sería capaz de salir con su rifle a las calles de Nueva York, para emprenderla a tiros contra el primero que pasara por allí, y la gente le seguiría votando. Así que no creemos que esta salvajada de convertir Estados Unidos en una purga sangrienta le vaya a costar votos en las encuestas de popularidad. Para muchos norteamericanos, Trump es un tótem infalible, una especie de Dios, y lo que dice va a misa. Recuérdese cuando, en plena pandemia, le dio por sugerir que beber lejía curaba el covid y las salas de urgencias de los hospitales se llenaron de idiotas intoxicados.

Trump es el típico americano medio paleto que no sabe nada sobre casi nada. Nunca ha leído libros, jamás se ha preocupado de otra cosa más que de llenarse los bolsillos a golpe de corrupción, y lo poco que cree saber lo ha mamado de la televisión o el cine malo de Hollywood. ¿Pero quién le ha dejado ver La purga a este hombre?, se preguntan ahora muchos norteamericanos de buena fe espantados ante el monstruo. El candidato a las presidenciales de noviembre es un auténtico peligro público, ya que está más fuera de la realidad que nunca (siempre fue algo flipadillo) y empieza a dar por buenas las cosas que ha visto en las películas.

Hay trastornos recogidos por la Psiquiatría moderna que describen lo que puede estar ocurriéndole al viejo y caduco Tío Donald. Por ejemplo, el conocido como síndrome de Truman, un delirio o patología psicológica según la cual el paciente cree que su vida forma parte de un reality show, tal como le ocurría al protagonista de El show de Truman, protagonizada por un excelente Jim Carrey. Ocurre que estos individuos piensan que los están observando todo el rato, de modo que caen en ideas obsesivas, paranoicas o megalomaníacas. Sobra decir que el líder republicano no atraviesa por sus mejores momentos: acosado por 35 causas judiciales (es un delincuente con todas las letras), superado por una mujer brillante como Kamala Harris que afeó sus debilidades intelectuales (y mentales) en el debate cara a cara (donde llegó a afirmar que en el sur del país los negros se comen a las mascotas), y con sus índices de popularidad por los suelos, es evidente que necesita de un “cisne negro” o suceso inesperado este mes de octubre, sin falta, para afrontar los comicios con algunas posibilidades de victoria. La guerra entre Netanyahu y los ayatolás iraníes le están poniendo en bandeja de plata la remontada. Un aislacionista como él, partidario de que USA no intervenga en nada de lo que ocurra en el mundo, es el hombre perfecto cuando el americano medio empieza a tener miedo a una Tercera Guerra Mundial. Desde ese punto de vista, Trump podría empezar a recuperar terreno perdido en los sondeos, de aquí a los comicios, si continúa el sindiós que Israel ha desatado en Oriente Medio.    

Pero mientras la realidad se impone, el magnate neoyorquino va colocando en la opinión pública su distópica realidad, una realidad en la que las mamarrachadas del infantiloide cine yanqui se instauran como si fuesen a ocurrir realmente. Así, hoy sitúa al pueblo estadounidense ante un escenario propio de la horrenda La purga (horrenda no solo por el argumento, sino por su baja estofa cinematográfica); mañana quién sabe con qué locura nos puede sorprender. Es capaz de meterse en el papel del protagonista de Soy leyenda, el film basado en la gran novela de Richard Matheson, y animar a los suyos a matar zombis demócratas; o puede creerse uno de esos chiflados de Mad Max que conducen coches destartalados a toda pastilla en un país devastado por el apocalipsis nuclear; o puede sentirse como un Charlton Heston de la vida en El planeta de los simios y emprenderla a tiros contra los darwinistas del progresismo woke por haber acabado con Dios, con la religión y con la civilización humana. Trump, como buen conspiranoico de la secta Qanon, nos arrastra a todos un mundo distópico y cualquier día lo vemos en medio de una ensalada de tiros (gabardina de piel negra y gafas de sol, como aquel Neo de Matrix), o como un cazarreplicantes en plan blade runner obsesionado con la idea de que Joe Biden lleva dentro de sí a un androide, o como uno de aquellos “drugos” de La naranja mecánica (el novelón de Burgess llevado al cine por Kubrick), que van partiendo cabezas de inmigrantes y negros a golpe de bate de béisbol. Cualquier cosa (incluso legalizar el crimen) puede ocurrir con este sujeto. Qué miedo.   

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