Trumpflación: los aranceles arruinan a los yanquis

El economista Paul Krugman ya alertó, en campaña electoral, de que las disparatadas recetas económicas de Trump traerían sufrimiento y dolor al pueblo americano

06 de Marzo de 2025
Actualizado a las 12:57h
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Una mujer estadounidense damnificada por la trumpflación y las políticas de aranceles de Trump
Una mujer estadounidense damnificada por la trumpflación y las políticas de aranceles de Trump

Antes de que Donald Trump llegara a la Casa Blanca, y en plena campaña electoral, el prestigioso economista Paul Krugman, premio Nobel de Economía y colaborador de The New York Times, mostraba su preocupación por la “trumpflación”, un fenómeno asociado a las descerebradas políticas económicas del magnate neoyorquino. La “trumpflación” es simplemente la inflación de toda la vida, es decir, la subida de los precios casi siempre por las nubes, pero esta vez consecuencia directa del plan ultraliberal de un presidente torpe y manirroto que no sabe ni media palabra de Economía.

Krugman ha escrito numerosos artículos sobre el negro panorama que nos aguarda, entre ellos uno titulado Por qué las deportaciones de inmigrantes anunciadas por Trump harán subir el precio de los alimentos. Eso ya está ocurriendo. Pero la situación inflacionaria no solo tiene que ver con las deportaciones de extranjeros, que están dejando sectores primarios prácticamente desabastecidos de mano de obra, sino también por la agresiva política de aranceles que el líder de MAGA ha impuesto a los productos y bienes de equipo de importación, sobre todo a los europeos y los chinos. Obviamente, si tú pones trabas a la llegada de artículos de calidad, eso lo terminan pagando los consumidores, que empiezan a ver cómo es más difícil encontrar aceite español en las tiendas que petróleo en el desierto de Texas.

Los alegres decretazos de Trump empiezan a tener consecuencias, un hecho del que también advirtió Krugman antes de que el clown aterrizara en la Casa Blanca. “¿Y si Trump gana?: muchos votantes probablemente no son conscientes de lo que les espera”, profetizó. Y lo ha clavado el hombre. El aislacionismo autárquico que propugna el millonario de Mar-a-Lago es tremendamente dañino para una economía globalizada. Recurriendo a una comparación fácil, tan pernicioso como ponerle un torniquete en el cuello a alguien que se está ahogando. O “arrojar arena a los engranajes del comercio”, según el propio Krugman. 

Estrangular la economía mundial por puro fanatismo nacionalista caduco y trasnochado no deja de ser una ocurrencia suicida que no puede traer nada bueno. Los estragos en las familias, primeras víctimas del desaguisado, ya se pueden constatar en los foros y chats de damnificados por las ideas clasistas de Trump. Muchos norteamericanos que le votaron el pasado mes de noviembre empiezan a echar pestes del mesías al comprobar con estupor que no pueden comprar una botella de leche, que los salarios no suben, que han terminado en la cola del paro y que siguen viviendo en la misma casa destartalada de siempre, ese chamizo con un solar seco y cuarteado por jardín donde campan las ratas y ondea la bandera de las barras y estrellas tan raída como siempre. Biden no trajo el sueño americano, pero Trump va a dejar más de una pesadilla.

Krugman (un convencido del capitalismo, aunque intervenido por la acción correctora del Estado para reducir desequilibrios sociales) siempre ha tenido claro que el radical plan arancelario de Trump podría arruinar la economía de Estados Unidos en pocas semanas. “Los aranceles a las importaciones impondrían grandes cargas a las familias de ingresos medios y bajos. Probablemente no reducirían significativamente el déficit comercial y podrían dañar la industria manufacturera estadounidense”. El presidente electo ha afirmado que puede compensar los recortes de impuestos y gasto público con los ingresos procedentes de los aranceles, pero esas afirmaciones son “tremendamente irreales”. O, dicho en otras palabras: el cateto del campo de golf que se cree mejor presidente que George Washington ha estafado al pueblo americano, un delito en el que es un auténtico crack.

Krugman ha calificado las políticas comerciales de Donald Trump como “destructivas” y basadas en “obsesiones personales”. Según el especialista, los aranceles del 25 por ciento que el magnate quiere imponer a México y Canadá deterioran relaciones comerciales construidas durante más de treinta años. Pero más allá de profecías, los datos vienen a confirmar, empíricamente, que el fenómeno de la “trumpflación” es real. Y si la primera potencia mundial se arruina, nos arruinamos todos. La espiral inflacionaria terminará generando un tsunami económico que impactará de lleno en Europa y hasta en países lejanos como China y Japón. La amenaza de una gran recesión asoma sobre nuestras cabezas. Y todo por los errores de un Tío Gilito paranoico y delirante que ve a los aliados como sus enemigos.

Mientras tanto, ya resulta casi imposible encontrar huevos en las estanterías de los supermercados y grandes superficies norteamericanas por culpa de la gripe aviar, lo cual agrava la situación. Racionamiento en el país supuestamente más rico del planeta. Otra distopía más. En esto, también tiene su parte de responsabilidad el supremacista señorito Escarlato, que no cree en los programas antivacunas ni en las políticas sanitarias preventivas, ya que considera todas esas medidas parte del supuesto complot de la izquierda ecologista y woke. Las gallinas se mueren, pero son las clases bajas las que pagan el pato, ya que los ricos trumpistas comen caviar. Obviamente, una solución al problema sería importar huevos españoles de primera, pero la obsesión de Trump con los aranceles probablemente lleve al granjero español a buscar otros mercados más rentables. Una vez más, el neoliberalismo salvaje mata. Y no solo animales.

La tormenta perfecta se está gestando sobre la economía americana, sometida a demasiados riesgos e incertidumbres por culpa de las políticas suicidas de la nueva Administración republicana. Los estadounidenses empiezan a comprobar que del patriotismo no se come y que MAGA no es más que un invento muy bien tramado para que cuatro magnates, Musk y los tecnobrós, se forren. Una palabra infunde el terror desde la costa Este a la Oeste: “Trumpflación”. Eso sí, el fervor patriótico que no decaiga. Viva USA.

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