España se libra, por fin, de lo exiguo

12 de Marzo de 2021
Actualizado el 02 de julio de 2024
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RIVERA-MARÍN-ARRIMADAS

Voy a contar unos hechos que sucedieron en Diario16 el pasado jueves 11 de marzo a las 11.20 minutos de la mañana. En una reunión interna de análisis de la actualidad, el director de contenidos y yo estábamos haciendo una revisión de los sucesos políticos del miércoles y, en relación a la situación en la Región de Murcia, llegamos a dos conclusiones: en primer lugar, que la estrategia del presidente, Fernando López Miras, al contrario que Isabel Díaz Ayuso, había sido casi perfecta, no sólo porque mantuvo a una parte de los consejeros de Ciudadanos, sino que, precisamente, se quedó con una rival interna de la que iba a ser la candidata a la moción de censura. En segundo término, llegué a la conclusión de que el PP de la Región de Murcia iba a hacer lo mismo que el de Esperanza Aguirre e iba a provocar un nuevo tamayazo, como así ha ocurrido. Repito, esta reunión se produjo el 11 de marzo a las 11.20 de la mañana.

No publicamos un análisis en base a estas conclusiones por prudencia y ahora no es el momento de decir que nosotros ya lo sabíamos, sino que nos movió una voluntad de sensatez que podría haber tenido unas consecuencias peores que las actuales.  

El nuevo periodismo que define a Diario16 no se basa sólo y exclusivamente en los hechos del momento, sino que la reflexión, el conocimiento, el pensamiento y el análisis dan un resultado en el que se pueden llegar a predecir, con mayor o menor acierto, lo que puede suceder. El hecho concreto tiene muy poca vida, como el presente. La reflexión y el análisis, fundamentado en el conocimiento y el pensamiento, perdura en el tiempo.

En el caso de la Región de Murcia, con el Partido Popular de esa comunidad autónoma de por medio y los privilegios que garantiza su mantenimiento en el poder, la reflexión histórica daba a entender que lo raro hubiera sido que la moción de censura saliera adelante. Nos podríamos haber anticipado, sí, nos habríamos apuntado un tanto para poder sacar pecho y afirmar que nos adelantamos, también. Sin embargo, no lo hicimos porque nos pareció prudente no hacerlo. ¿Nos equivocamos? No. Había demasiadas cosas en juego. ¿Hubiéramos sido amarillistas si lo hubiésemos hecho? Desde luego que no, por más que haya quienes pretendan encasillarnos, por incapacidad notoria y manifiesta de quien así piensa, en ese apelativo.

La democracia española respira, Ciudadanos se cae

Ciudadanos llegó para ocupar un espacio político que ya estaba ocupado por una parte del Partido Popular. Quisieron que el naranja sustituyera al magenta y se equivocaron porque, a diferencia de otros nuevos partidos, carecían de lo que es fundamental para la política: la ideología.

El partido naranja pretendió presentarse ante la ciudadanía como el garante de la gestión tecnocrática del poder eliminando cualquier resquicio ideológico que pudiera existir. Por eso se presentaban ante los votantes con la idea de la bisagra, es decir, como no tenían ideología podrían influir tanto a derecha como a izquierda cuando, en realidad, no eran otra cosa que una agencia de marketing con muchas ideas pero sin ningún fundamento. De ahí que llegaran a tener la fama de ser el partido representante del «cuñadismo patrio», un populismo patrocinado por las élites económicas del país que no tenía otro fin que la destrucción del estado del bienestar bajo la pátina del nacionalismo españolista radical.

Esa falta de ideología les llevó a tener a un líder vacío, amante del espectáculo (no hay más que recordar los momentos histriónicos que dejó en los debates electorales, como el del adoquín comprado en Amazon), pero cobarde a la hora de hacer un análisis político correcto en el momento adecuado.

Albert Rivera siempre iba tarde a todos los lados porque no tenía ningún tipo de sostén ideológico que lo sostuviera. Tanto Pablo Casado como Santiago Abascal, por citar a sus compañeros de la foto de la Plaza de Colón, al menos defienden algo, más o menos democrático, pero tienen un cimiento ideológico sobre el que sostener sus decisiones. Albert Rivera se mantuvo a golpe de fuego de artificio. Muchas palabras y pocos hechos, mucho espectáculo, como el que dio en Errenteria, en Euskadi, un territorio en el que ni siquiera se presentaba a las elecciones. Allí fue sólo a provocar.

Cuando tuvo la oportunidad de mostrar a los españoles y las españolas que podía ser algo más de lo que era, demostró que ni sabía ni quería porque ahí se le iban a descubrir sus graves carencias, su mediocridad y su falta de carisma político. El modo en que ha terminado, ocupando las páginas del corazón y trabajando para una boutique jurídica, son el mejor ejemplo de quién era realmente.

Rivera fue el adalid del político showman, del populismo cuñadista y del espectáculo que no genera ningún beneficio a la ciudadanía. Su foto desnudo pretendió ser la metáfora de la transparencia, pero demostró frivolidad y lo que de verdad enseñó fue la eroticidad y la vacuidad de quien no tiene más que ofrecer al pueblo que su propia imagen esculpida en la calle Menorca. Por eso yo lo califiqué en una ocasión como fraude humano y político.

El partido que lideró y que moldeó a su imagen y semejanza ha demostrado que en eso sí que acertó porque Ciudadanos ha hecho público lo que realmente es: la nada. Por más que hubiera medios de comunicación y prestigiosos analistas que lo presentaron como la solución liberal para España, la realidad es que Ciudadanos, con los hechos acaecidos en estos días, no era más que un canto de sirena que ha hecho más daño que beneficio a España. Por eso, para los y las demócratas de este país, de la ideología que sea, es un alivio que se hayan suicidado del mismo modo que Nerón: después de quemar Roma y diciendo a Epafrodito que «qué artista muere conmigo».

La falta de estrategia política, el actuar en base a ideas, llevó a los representantes de Ciudadanos en Murcia a presentar una moción de censura sin contar con que tenían rivales dentro que estaban esperando la ocasión para pasarse al PP. Ese movimiento sin análisis alguno ha llevado al terremoto en Madrid y a la certeza de que en las próximas citas electorales serán muchos los que cambien el naranja por el azul, como ya hubo otros tantos que no dudaron en cambiar cuando el barco magenta se estaba hundiendo.

El error de Iván Redondo y Francisco Salazar

Cuando Iván Redondo y su equipo más cercano se equivocan lo hacen a lo grande. No hay punto medio.

La estrategia, que sería planteada como una "genialidad más de las ideas de Redondo", tenía muchos errores de cálculo porque cuando se tienen ideas se manejan sólo aspectos concretos y no se utilizan parámetros que son de primero de políticas: la historia y la reflexión ideológica.

Por eso, el plan de Redondo y Salazar tenía muchos agujeros que han provocado verdadera catástrofe con unos daños colaterales en otras regiones cuyos efectos los pagará el pueblo y no el «ala oeste de la Moncloa».

La «genial idea», valga el sarcasmo, de Iván Redondo de plantear una moción de censura junto a Ciudadanos en Murcia concediendo, además, el gobierno a los naranjas, sin tener en cuenta factores que cualquier analista del montón hubiera tomado muy en consideración, y, sobre todo, sin contar con las consecuencias en otros territorios, estaba vacía. En una situación política como la actual, pensar que, como si fuese un partido de fútbol, «lo que pasa en Murcia se queda en Murcia» es un error gravísimo de planteamiento.

Redondo, sus colaboradores y sus palmeros morados vestidos de rojo, no planteó en ningún momento el desastre que para el PSOE supondría una reacción histérica de Isabel Díaz Ayuso o que se pretendiera hacer un póker en Castilla y León para arrebatar todos los gobiernos al PP.

Las consecuencias han sido tan catastróficas que el ex asesor del Partido Popular, ahora en Moncloa por obra y gracia de quién sabe quién, no tuvo en cuenta que en Madrid estaban esperando la excusa para romper la coalición de gobierno y convocar elecciones, sobre todo teniendo en cuenta que el trumpismo de «extrema derechita» de Isabel Díaz Ayuso se sentía demasiado atraído por el programa ultra de Vox. El nacionalismo patrio de la extrema derecha es demasiado tentador para el nacionalismo castizo y el supremacismo madrileño que representa Ayuso.

Por otro lado, un movimiento tan arriesgado debería haberse hecho teniendo a un candidato o una candidata fuerte para enfrentarse a la actual presidenta de la Comunidad de Madrid. Ahora mismo, la realidad dice que ni el PSOE tiene candidato, porque Gabilondo es como tener un tío en Graná, ni tiene garantizada una coalición que derrote a la nueva extrema derecha madrileña del PP y Vox. Los fuegos artificiales son tan efímeros como su belleza. Las ideas son muy hermosas sobre un Power Point o en unas notas tomadas en un Moleskine, sin embargo, no sirven para nada en la política española. Aquí todavía los partidos tienen la decencia de moverse por ideología, por más que haya quienes piensen en utopías o en la socialdemocracia derrotada.

Tampoco tuvieron en cuenta que replicar el movimiento murciano en Castilla y León iba a significar el más absoluto fracaso, además de quemar activos importantes para el PSOE de Pedro Sánchez como es Luis Tudanca. Redondo y sus ideas no contaron que el hecho más que evidente de que Francisco Igea es lo mismo que Alfonso Fernández Mañueco y que, tras su derrota frente a Inés Arrimadas, estaba deseando tomarse un buen plato frío de venganza.

¿Acaso pensó Redondo en que su estrategia iba a provocar también la ruptura del gobierno de Juan Manuel Moreno Bonilla? Si lo pensó, entonces es que no se ha enterado de nada, porque Juan Marín jamás va a abandonar un puesto de gobierno si no tiene garantizado el mantenerse en él tras las próximas elecciones. Es un superviviente y su currículum lo demuestra.

¿O acaso Redondo, con su adlátere Salazar, creyeron que era el momento de meter presión a Susana Díaz para potenciar a un candidato a la secretaría general del gusto de los faraones? Desde luego, señor Redondo, deje sus ideas y sus trucos de barbero medieval. Lo que pase en Andalucía lo decidirán los y las socialistas andaluces y andaluzas porque aquí, por más que le duela, aún supura el socialismo de Iglesias Posse, por más que haya habido quienes se cambiaran la chaqueta de pana por el traje a medida.  

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