Amnistía, traición … y referéndum de autodeterminación

31 de Mayo de 2024
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Sanchez Amnistía 02

Durante el Pleno del Congreso en el que se aprobó la Ley Sánchez de Amnistía, los diputados de Vox insultaron al presidente del Gobierno al grito de «¡traidor!». ¿Es Pedro Sánchez reo de traición? La respuesta es sencilla y hasta el más sectario socialista reconocerá que así es. Sánchez sí ha traicionado a las personas a las que un político no puede traicionar: sus votantes. Sánchez ha traicionado a su partido al incumplir de manera sistemática las promesas que hizo en nombre del PSOE y el programa electoral con el que concurrió bajo las siglas del puño y la rosa.

Sánchez no es un traidor a la patria, como afirman los diputados de la extrema derecha. Esa es la menor de las felonías. Lo peor es traicionar los principios, la palabra dada y las convicciones defendidas durante años. Sánchez mostró una vez más que no tiene escrúpulos de ningún tipo en el mismo momento en el que finalizó el recuento de las últimas elecciones generales.

«A Sánchez lo definí hace tres años. Dije que es valiente y que no tiene escrúpulos. Es un pistolero que a los que no ha matado los matará. Hasta al Rey. Ha matado a todos, y al Rey no porque lo necesita. Para una novela es un personaje interesantísimo. Es arrogante, es malo, es chulo... Si se fuera a casar con mi hija no me haría tanta gracia, pero para una novela es magnífico […] cuando Sánchez meta la pata todos votarán contra Sánchez», afirmó el escritor y académico Arturo Pérez-Reverte en una entrevista en El Hormiguero en octubre de 2021.

Esa definición de Pérez-Reverte sigue vigente y el comportamiento de Sánchez tras el 23J ha confirmado todas y cada una de las palabras del escritor.

La aprobación de la Ley Sánchez de Amnistía ha demostrado que el secretario general del PSOE ha entrado ya en la fase de deificación por la que se siente por encima del ordenamiento jurídico. Es decir, Sánchez ya se siente un socio más del selecto club de la impunidad de las élites. Él lo siente, pero todavía no tiene la categoría necesaria para ello.

Pedro Sánchez, para ser investido presidente del Gobierno, ha estado dispuesto a que se apruebe una ley que tiene serios motivos de inconstitucionalidad, tal y como se reflejaba en el informe del Letrado Mayor del Congreso puesto por los socialistas. Es más, otro documento de los letrados de la Cámara Baja, los adscritos a la Comisión de Justicia, señalaron directamente de la inconstitucionalidad de la Ley Sánchez de Amnistía. Además, y en consonancia con el posterior dictamen de la Comisión de Venecia, los letrados del Congreso advirtieron de que la tramitación a través de una proposición de ley no era la adecuada, sino que lo legal hubiera sido la reforma constitucional, debido, precisamente, a los motivos de inconstitucionalidad que contiene.

A Sánchez le dio igual todo eso y, como ya se cree tan impune como las élites, priorizó sus intereses frente a la ley, algo que le puede salir muy caro.

Sin embargo, lo que sucedió el jueves en el Congreso de los Diputados no es la última infamia porque el camino hacia un referéndum de autodeterminación de Cataluña se ha empezado a abrir ya.

De nada sirve que se diga que Sánchez no se atreverá pasar esa línea roja, porque, si necesita a Junts y a Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), hará lo que haga falta. La palabra de Sánchez ya no tiene ningún valor, porque la ha traicionado en tantas ocasiones… El hecho de que afirmara en el pasado que el referéndum es ilegal no asegura que no lo vaya a convocar.

En este Ágora se ha insistido en muchas ocasiones en que la Ley Sánchez de Amnistía era parte del precio que se ha pagado para la investidura. No es un acuerdo de legislatura, solo de investidura. Desde la izquierda se llegó a afirmar que, bueno, que lo de la legislatura estaba implícito. Eso es tan falso como inexistentes son el honor y la palabra de Pedro Sánchez.

El jueves, durante el Pleno y en declaraciones tras la votación de la Ley Sánchez de Amnistía, los partidos independentistas catalanes volvieron a dejar claro que esta ley no es un punto final, sino el inicio del proceso con el que pretenden volver a declarar la independencia de Cataluña. Esta vez por la vía de los hechos y de los pactos con Pedro Sánchez.

A partir de este momento, el independentismo catalán ya ha advertido al gobierno de que sus reivindicaciones se irán sustentando votación a votación, es decir, que el futuro de España está en manos de lo que pida un partido político. Esto demuestra la debilidad de Sánchez y que, ante su falta absoluta de escrúpulos, la hoja de ruta hacia el referéndum ya está marcada.

Todas y cada una de las leyes o decretos-ley que pasen por el Congreso tendrán que ser valorados y aprobados por una fuerza política que ya ha defendido en más de una ocasión que el bienestar de los españoles no les importa. Como dijo Yolanda Díaz, «así no se puede gobernar».

Las decisiones tomadas por Sánchez tras el 23J tendrán un precio incalculable para los ciudadanos españoles. La situación actual es clara: o referéndum de autodeterminación o legislatura. O, y eso será más peligroso, el sacrificio de Salvador Illa para que Puigdemont sea presidente de la Generalitat. Sánchez es capaz de eso y de mucho más si su supervivencia está en juego. ¿O no fue capaz de engañar a sus propios militantes con sus 5 días de asuntos propios?

Desde la izquierda se pretende justificar esta situación con el hecho de que cualquier cosa es mejor que un gobierno del Partido Popular con Vox. Este planteamiento es el que le da la patente de corso a Pedro Sánchez, porque tras los resultados de las generales tuvo dos opciones más plausibles, eficaces y que no incrementaran la división actual. Haber firmado un pacto con el Partido Popular o haber vuelto a convocar elecciones.

Sin embargo, Sánchez eligió el camino de la infamia, la traición a cerca de tres cuartas partes de sus votantes y la sumisión. Ahora el camino no tiene retorno y lo que se quiso evitar está más cerca. Sánchez ha hecho un pan con dos hostias, pero, oiga usted, sigue en la Moncloa.

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