El anuncio, el pasado 30 de junio, de la alianza entre Trump Media & Technology Group (TMTG) y la cadena ultraconservadora Newsmax ha encendido las alarmas en los pasillos del periodismo político de Washington. El acuerdo, registrado oficialmente ante la Comisión de Bolsa y Valores (SEC) como parte del formulario 8‑K de TMTG, prevé integrar el nuevo servicio de redes sociales y streaming “Truth+” con la señal insignia de Newsmax. La consecuencia inmediata ha sido un severo cuestionamiento sobre la integridad del acceso informativo a la Casa Blanca y el riesgo de que la cobertura oficial quede supeditada a intereses empresariales directamente ligados al presidente de Estados Unidos.
La situación es una dinámica corrupta que socava la libertad de prensa. Mientras la empresa de medios de Donald Trump mantiene una lucrativa alianza comercial con Newsmax, bajo ninguna circunstancia un reportero de esa cadena debería intervenir como principal canal de información sobre la actividad oficial de la Casa Blanca. El conflicto de intereses no es mera especulación: Donald Trump conserva una participación mayoritaria del 52% en TMTG a través del Trump Revocable Trust, valorada en alrededor de 2.000 millones de dólares, y ha manifestado su total inmersión en el negocio sin intención de desinvertir.
Esa postura quedó en evidencia en una entrevista para Meet the Press, cuando el presidente se declaró incapaz de vender o desprenderse de sus acciones. “¿Qué significa desinvertir? ¿No tengo permiso para abrirlo ni usarlo?”, respondió con ligereza, dejando expuesta la ausencia absoluta de ética de un mandatario que continúa obteniendo réditos directos de una compañía que se nutrirá de los contenidos y audiencias que cubran sus propias decisiones administrativas.
La alianza con los ultras de Newsmax, uno de los medios más afines a la línea trumpista, busca extender el alcance de “Truth+” a mercados internacionales sin necesidad de VPN, consolidando una plataforma global en la que la audiencia podrá consumir, sin filtros, la narrativa oficial aliada a la cadena de noticias. Pero el gesto encierra un trasfondo mucho más preocupante que la mera competencia por suscriptores: supone que el principal ventanal de información sobre la Casa Blanca será a la vez un engranaje comercial que beneficia directamente a Donald Trump.
Newsmax, con una audiencia que se nutre de terraplanitas, negacionistas, supremacistas blancos y seguidores de las corrientes del ultraconservadurismo más duro, ganó notoriedad tras negarse a reconocer la victoria de Joe Biden en 2020 y abrazar la retórica del supuesto fraude electoral, a pesar de más de sesenta demandas fallidas que desestimaron cualquier irregularidad generalizada. Con su fuerte base de seguidores entre el núcleo duro del trumpismo, la cadena ha sido un vehículo de legitimación para mensajes polarizantes y, según ha revelado su propio historial de inversiones, está financiada por la familia real de Qatar, que inyectó cincuenta millones de dólares entre 2019 y 2020. Tras esa inversión, la línea editorial del canal aminoró sus críticas a ese país, un episodio que refuerza el argumento de que sus contenidos pueden estar moldeados por intereses comerciales y geopolíticos.
En un contexto donde la Casa Blanca ya ha expulsado a la Associated Press del círculo de prensa oficial y donde la secretaría de prensa, bajo la dirección de Karoline Leavitt, filtra el acceso de los reporteros, la alianza con Newsmax representa una nueva erosión de los controles tradicionales. La reciente tensión por la cobertura de los ataques a Irán, en la que el presidente llegó a calificar a CNN y al New York Times como “malas personas con malas intenciones”, ejemplifica un patrón en el que la relación entre poderes públicos y medios se redefine bajo una óptica de intereses privados y de fidelidad ideológica.
Expertos en ética pública y libertad de prensa coinciden en que este acercamiento empresa‑medio de comunicación trasciende el mercadeo digital. El riesgo real es la transformación de la Casa Blanca en un ente comunicacional de doble filo, donde la información oficial y la promoción de plataformas comerciales se fusionan, dejando a la opinión pública sin garantías de objetividad ni de separación entre la función gubernamental y la tentación del lucro.
A medida que la Asociación de Corresponsales de la Casa Blanca sopesa intervenciones para preservar un piso mínimo de pluralidad y transparencia, queda claro que en el Reino Trump el sistema democrático se destruye cuando la principal fuente de noticias de la sede del poder ejecutivo opera bajo un modelo de negocio que reporta beneficios personales al propio presidente. De no establecerse cortafuegos claros, el ruido de los intereses comerciales de Trump ahogará el pulso de la verdad, alimentando la desconfianza y socavando el contrato social entre gobernantes y gobernados.