El Fondo Monetario Internacional (FMI), un organismo supranacional que no es sospechoso de ser muy progresista, más bien al contrario, ha vuelto a dar un golpe en la línea de flotación de la derecha liderada por Isabel Díaz Ayuso y de la extrema derecha de Santiago Abascal.
En concreto, el FMI ha mejorado las previsiones de crecimiento de la economía española en 4 décimas respecto a su estudio del mes de enero de 2023. Por tanto, el ritmo de crecimiento para 2023 de España será del 1,5% y de un 2% para 2024.
Las políticas del gobierno de Pedro Sánchez, criticadas desde la ignorancia de lo que es el servicio a los ciudadanos por Isabel Díaz Ayuso, han provocado que la revisión al alza sea la más alta de todas las grandes economías europeas. Evidentemente, el Ejecutivo Sánchez está cometiendo graves errores de gestión, no sólo por fallidos, sino porque, en algunos aspectos, se queda demasiado corto respecto a lo que necesitan las clases medias y trabajadoras.
El espaldarazo del FMI a Sánchez es mala noticia, sobre todo a un mes y medio de las elecciones autonómicas, tanto para Isabel Díaz Ayuso como para Alberto Núñez Feijóo y Santiago Abascal, que han centrado su estrategia política en presentar a la ciudadanía un escenario apocalíptico provocado por el sanchismo-comunismo. Este mensaje, además, está propagado por la entente mediática conservadora y por un entorno de pseudo-medios con una gran difusión en redes sociales y plataformas digitales. Es el sistema de la propaganda de Goebbels: repetir, repetir y repetir hasta que cale, aunque sea mentira.
Tanto Ayuso como el resto del Partido Popular y Vox están planteando desde hace años una escenario político basado en la polarización más absoluta. Es la traducción de «si no estás conmigo, estás contra mí». Es decir, que quien apoye a Sánchez es miembro de pleno derecho de la «hermandad sanchista-comunista» y sólo las personas de bien son las que se oponen.
Por tanto, según este planteamiento polarizador, el FMI ya es, oficialmente, sanchista y comunista, algo que ni Rodrigo Rato, Christine Lagarde o Kristalina Georgieva se hubieran imaginado jamás. En cambio, el camino marcado una la derecha española, que sigue la senda que le marcan las antojeras, indica que no se puede dar datos positivos de la gestión de Sánchez. Todo debe ser negativo.
En una situación de crisis, las soluciones que plantean Ayuso, Feijóo o Abascal parten de la base de que deben ser las clases medias y trabajadoras las que paguen la factura de los desmanes de las élites. Además, tienen que pagar el apoyo directo o entre bastidores de los poderosos a través de contratos públicos o, directamente, el regalo de los servicios sociales, sanitarios o educativos, además, por supuesto, de bajar los impuestos a los que más tienen.
No hay más que ver los datos oficiales para ver que la visión del PP y Vox no lleva más que al fracaso social. Tanto el paraíso fiscal de Madrid como la Andalucía de Moreno Bonilla son las que menos dinero recaudan para poder mantener los servicios públicos. Así no se genera crecimiento, sólo engordar las cuentas de resultados de los que más tienen.