Emmanuel Macron, tras ser elegido presidente de la República Francesa en el año 2017, prometió que durante su mandato iba a hacer todo lo posible para garantizar que la gente ya no tuviera ninguna razón para votar por los extremos.
Macron no cumplió su promesa de frenar el ascenso de la extrema derecha. Más bien al contrario, ha alimentado a Marine Le Pen y sus seguidores y estos cinco años de «macronismo» el partido de extrema derecha ha captado a tantos franceses que nunca jamás había estado tan cerca de alzarse con el poder.
Durante estos cinco años, Emmanuel Macron ha coqueteado con los mismos temas que impulsaron el ascenso de Le Pen, incluidos el islam, la seguridad y la inmigración. Los efectos de la progresiva aceptación de las premisas que alimentan el ascenso de Le Pen son ya muy profundos en la sociedad francesa.
La cuestión de los musulmanes franceses se ha caracterizado por un aumento constante en el alarmismo por los votos en los últimos 30 años. A medida que las sucesivas oleadas de ataques terroristas en Francia galvanizaron a la opinión pública desde mediados de la década de 1980, las autoridades estatales han estado tratando de crear un marco para supervisar las prácticas y la organización religiosas musulmanas, a través de la idea de crear una especie de «islam francés».
Sin embargo, en los últimos en los gobiernos de Hollande y Macron se ha incluido a los musulmanes como una amenaza existencial para la identidad cultural de lo que se llama la Francia tradicional.
Al ver la oportunidad de subirse a una ola de descontento, los políticos tanto los socialistas como Macron, impulsaron medidas que instrumentalizan el otrora concepto liberal de laicidad, incluida la prohibición de cubrirse la cara por completo y los burkinis en los espacios públicos.
Aunque Macron es visto como la alternativa (o el mal menor) frente la extrema derecha, también ha intentado jugar con dos barajas, poniendo una cara liberal para una audiencia internacional, mientras aceptó en silencio las mismas políticas que la extrema derecha ha defendido en Francia.
El polémico ministro del Interior de Macron
Macron nombró a Gérald Darmanin para el Ministerio del Interior, un hombre que ha polarizado al electorado con un firme apoyo a la policía francesa, obteniendo un fuerte apoyo de influyentes sindicatos policiales mientras aliena a gran parte de la izquierda.
Además, los críticos acusan a Darmanin de jugar con el odio anti-musulmán con una retórica y unas acciones incendiarias. El año pasado llegó a acusar a Marine Le Pen de «ser blanda con el islam» en medio del debate sobre la Ley Antiseparatismo de agosto de 2021.
Este proyecto fue parte de la estrategia de Macron antes de las elecciones presidenciales de 2022 para quitarle fuerza a la extrema derecha.
Según esta ley, las organizaciones sin ánimo de lucro están sujetas a la firma de un «contrato de compromiso republicano», por el cual deben comprometerse a respetar la libertad, la igualdad, la fraternidad, la dignidad humana y el orden público. Como resultado, las autoridades pueden arbitrariamente negar, reclamar el reembolso o retirar el apoyo a las asociaciones que consideren que no respetan dichos valores.
Algunas de estas organizaciones temen que actividades como brindar apoyo a personas indocumentadas o grupos activistas de derechos humanos que denuncian las políticas discriminatorias del gobierno puedan considerarse una violación del orden público y, como consecuencia, perder su financiación.
Frente a la absoluta atomización de la izquierda, los analistas políticos franceses pensaron que Macron estaba tratando de alejar a algunos votantes de las garras de Le Pen tomando medidas sobre algunos de los temas centrales de la extrema derecha. De hecho, Darmanin declaró en febrero de 2022 que deseaba que «los votantes de extrema derecha votaran por nosotros».
El blanqueo light de Le Pen
Le Pen ha hecho su propia versión de un blanqueo de su imagen y ha restado énfasis a los elementos más duros de su programa, mientras se niega a reconocer la ideología subyacente en la que su partido fue pionera en los últimos 30 años.
Sus promesas de campaña incluyen reformar la Constitución para restringir la inmigración, la reunificación familiar y el asilo que considera una amenaza para la identidad de Francia. El programa de Le Pen también contiene medidas para una distinción legal entre franceses nativos y otros para el acceso al empleo o beneficios sociales.
Marine Le Pen también anunció su intención de ampliar la prohibición del uso del velo en los espacios públicos por motivos de protección del laicismo y la Ley de separación de la Iglesia y el Estado de 1905. La laicidad se ha entendido durante la mayor parte del siglo XX como la imposición de la neutralidad sobre el Estado y sus funcionarios, al tiempo que garantiza la libertad religiosa y la libertad de conciencia de los particulares.
Sin embargo, desde la década de 1990, el concepto de la laicidad ha evolucionado y se ha interpretado como una expresión limitante de las expresiones religiosas, más específicamente musulmanas. Esto se ha implementado principalmente a través de la legislación que restringe el uso de signos religiosos visibles, especialmente el uso del velo por parte de algunas mujeres musulmanas.
Macron ha alimentado esta narrativa. Una vez le preguntó a una joven musulmana francesa que llevaba un pañuelo en la cabeza si lo llevaba «por elección» o «por la fuerza» y la felicitó cuando confirmó que era por elección.
Si bien la declaración de Macron fue desconcertante, ya que es poco probable que le hubiera hecho esa pregunta a una monja católica con velo, a un judío con kipá o a un sij con turbante, el presidente claramente está tratando de dar marcha atrás en las acciones de su administración y fingir que medidas como la Ley Antiseparatismo nunca sucedieron.