La extrema derecha sólo quiere dinero

Por más que pretendan envolverse en la capa del patriotismo, la realidad es que la finalidad última de la ultraderecha mundial es convertir el planeta en un enorme paraíso fiscal para los ricos

29 de Marzo de 2025
Actualizado el 31 de marzo
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Trump extrema derecha dinero
Donald Trump aplaude en la Casa Blanca | Foto: The White House

Donald Trump y el resto de las formaciones de la ultraderecha mundial están mostrando cómo el único objetivo de sus políticas es el dinero. En medio de mensajes que van en contra de la democracia, de la separación de poderes, tras el falso patriotismo se halla un objetivo puramente económico. La realidad es que se pretende sustituir la democracia por regímenes puramente autocráticos, oligárquicos o plutocráticos.

De ahí que, en medio de defensas de la soberanía de los pueblos, que no son más que añagazas de mitómano, se lance una campaña radical contra los impuestos y la ponderación o admiración de criminales económicos. Por eso resulta extraño que movimientos antiglobalistas, anticapitalistas o antimperialistas se hayan sumado a la defensa de las formaciones populistas de extrema derecha o al apoyo total a simulacros de seres humanos como Donald Trump.

El objetivo final es convertir el mundo en un paraíso fiscal, destruir la protección social y que solo los más fuertes puedan tener bienestar y prosperidad. Las amenazas de la extrema derecha, del supremacismo blanco o, directamente, de los movimientos neonazis han provocado que algunos de los mayores proveedores de ayuda para el desarrollo en el extranjero se están alejando de su compromiso con la solidaridad global. No hay más que ver las mentiras de Elon Musk en referencia a USAID, al afirmar, por ejemplo, que se habían enviado millones de condones a Gaza cuando, en realidad, se trataba de una campaña de prevención del SIDA en África. Esa es la credibilidad que tiene este proyecto de ser humano. 

Casualmente, esto sucede justo en el momento en que la mayoría de las naciones del mundo se están uniendo a la convención marco de las Naciones Unidas sobre impuestos para cambiar el modo en que funciona el sistema tributario internacional, de modo que haya menos dependencia de la ayuda y más de impuestos aumentados de manera justa a los que más tienen.

La realidad es que el mundo pierde aproximadamente 1 billón de dólares al año debido al abuso fiscal de las grandes corporaciones multinacionales y a la evasión fiscal de las personas más ricas. Precisamente, son éstas y aquéllas las que han invertido cientos de millones en Donald Trump o las que financian, bajo complejísimos esquemas de transferencias internacionales, a los partidos de la extrema derecha.

Precisamente, los países más ricos son los que más pierden en términos absolutos, pero los más pobres son los que más lo hacen en relación con sus presupuestos, ya que dependen en mayor medida de esos ingresos. Aunque las economías más fuertes pierden cientos de miles de millones, también son algunos de los mayores facilitadores globales del abuso fiscal. Esto sucede con países como Suiza, Irlanda, los Países Bajos y el Reino Unido con sus territorios de ultramar y dependencias de la Corona.

La pregunta es por qué ocurre esto cuando la mayoría de los países, incluso los más ricos, necesitan desesperadamente más dinero para sanidad, educación, mejores conexiones de transporte y más viviendas, sobre todo por la grave crisis actual que afecta a todo el mundo.

Los movimientos de extrema derecha han intensificado su discurso contra los impuestos, convirtiendo la carga fiscal en un caballo de batalla para ganar adeptos entre la población. Con promesas de recortes impositivos, eliminación de gravámenes y reducción del gasto público, estos sectores han logrado captar el apoyo de una parte significativa del electorado, especialmente en tiempos de crisis económica. Las consecuencias son gravísimas, tal y como se está viendo en Argentina o como se comprobará en Estados Unidos.

Uno de los principales ejes de la campaña contra los impuestos es la idea de que la carga fiscal es excesiva y perjudica el crecimiento económico. Líderes y partidos de extrema derecha sostienen que los impuestos ahogan a la clase media y frenan la inversión privada. Esto es falso. Prestigiosos economistas, entre los que se cuentan varios premios Nobel, advierten que la reducción de impuestos sin una estrategia fiscal clara puede derivar en un debilitamiento de los servicios públicos y un aumento de la desigualdad. Eso es lo que busca la extrema derecha: la acumulación de riqueza para sus benefactores o financiadores y un incremento de la desigualdad que derive en un descontento sistémico que les mantenga en el poder.

En países como Estados Unidos, Francia y España, los discursos contra los impuestos han sido una constante en las plataformas de partidos ultraderechistas. En muchos casos, estos grupos proponen la eliminación o reducción drástica de impuestos como el de la renta, el de sociedades y el IVA, argumentando que esto incentivaría el consumo y la creación de empleo. Esto también es falso, porque está demostrado empíricamente que la teoría del «efecto goteo» es una falacia.

Las campañas contra los impuestos han llevado a gobiernos de derecha y extrema derecha a implementar recortes fiscales que, en algunos casos, han generado crisis en la financiación de los servicios esenciales. Un ejemplo paradigmático es el caso del Reino Unido bajo el gobierno de Liz Truss, cuyo plan de reducción de impuestos sin respaldo financiero provocó un colapso en los mercados y la dimisión de la primera ministra en pocas semanas. Otro ejemplo se tuvo en Estados Unidos tras el primer mandato de Trump, cuando la mayor economía del mundo estuvo al borde de default por la falta de ingresos y el incremento de la deuda provocado por la reducción de impuestos a las familias ricas y a las grandes corporaciones.

En América Latina, países como Brasil y Argentina han sido testigos de la adopción de discursos similares. En el caso de Argentina, la llegada al poder de Javier Milei con una plataforma fuertemente basada en la eliminación de impuestos y la reducción del Estado ha generado incertidumbre sobre la sostenibilidad de las finanzas públicas.

A pesar de que los movimientos de extrema derecha argumentan que la reducción de impuestos beneficia a todos los ciudadanos, también está demostrado empíricamente, y a través de estudios de las más prestigiosas universidades del mundo, que las mayores ventajas recaen sobre los sectores de mayores ingresos y las grandes corporaciones. Según el economista Thomas Piketty, los recortes fiscales suelen traducirse en un debilitamiento del Estado del bienestar y en una mayor concentración de la riqueza en manos de unos pocos.

En países donde se han aplicado agresivas políticas de reducción impositiva, se ha evidenciado un gravísimo deterioro en áreas como la sanidad, la educación y las infraestructuras públicas. A largo plazo, esto afecta negativamente a la calidad de vida de la ciudadanía y generar mayores niveles de desigualdad social. Es decir, el caldo de cultivo perfecto para que el populismo de ultraderecha mantenga un elevado grado de penetración entre las clases medias y trabajadoras.

La difusión de mensajes simplificados y, en algunos casos, falsos ha sido clave en la estrategia de la extrema derecha contra los impuestos. A través de redes sociales y plataformas digitales, estos movimientos han logrado instalar la idea de que los impuestos son un robo y que la eliminación de los mismos no traería consecuencias negativas.

Además, han recurrido a teorías conspirativas y desinformación para desacreditar a economistas y expertos que advierten sobre los riesgos de estas políticas. Un caso reciente es el de grupos que han vinculado los impuestos con supuestas agendas globalistas destinadas a empobrecer a la población, sin aportar pruebas concretas, veraces y contrastadas.

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