Las criptomonedas son un problema para todo el mundo: tienen un impacto demoledor en el clima. La moneda no se produce mediante imprentas o una casa de moneda, sino por medio de computadoras que están constantemente creando nuevos bitcoins a través de la verificación y el procesamiento de transacciones. Estas operaciones mineras requieren una cantidad sorprendente de energía.
De hecho, la minería de criptomonedas absorbe la misma cantidad de electricidad que los Países Bajos y tiene una huella de carbono equivalente a la de Serbia y Montenegro.
Por ejemplo, Paypal, que no es una moneda pero puede servir como una forma de realizar pagos, pero que también depende de computadoras y centros de datos para verificar y procesar transacciones. Sin embargo, su consumo de energía en 2020 fue de 264.100 MWh. Ese año, bitcoin requirió alrededor de 60 TWh, lo que equivale a 60 millones de MWh o 240 veces más que Paypal. La compañía está disminuyendo su huella de carbono al desvincularse de los combustibles fósiles.
Hay un movimiento hacia las criptomonedas verdes mediante el uso de energía renovable para impulsar las operaciones mineras o confiando en los llamados «mecanismos de consenso de prueba de participación». Pero la criptografía es, por su propia naturaleza, descentralizada, por lo que es difícil lograr que todos hagan algo al unísono. De hecho, mientras algunos buscaban reducir su consumo de energía y su huella de carbono, otros se mudaron a Kazajstán o Kentucky para aprovechar la energía más barata basada en el carbón. China sabiamente acaba de prohibir la minería de bitcoins por completo.
Además de estar directamente vinculadas a líderes populistas como el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, las criptomonedas surgen del mismo entorno político que el populismo de extrema derecha: una respuesta directa a las élites financieras mundiales y la desigualdad económica generada por los principales partidos e instituciones. Como dijo Steve Bannon en 2018, las criptomonedas representan un «populismo disruptivo que recupera el control de las autoridades centrales».
Las criptomonedas recuperan ese control, tal vez, pero luego se lo entrega a personas que son aún más anárquicas, instituciones que son aún más corruptas y mecanismos que son aún más peligrosos para el planeta. No interrumpe lo que más necesita ser interrumpido, a saber, corporaciones poderosas y líderes políticos que no rinden cuentas. Es una estafa que las criptomonedas devuelvan el poder al hombre, al igual que no es cierto que el populismo de extrema derecha defienda al pequeño.