Papa Francisco: la gran reforma para acercar la Iglesia a los fieles

Francisco ha cambiado el rostro de la Iglesia: la ha acercado a los pobres, ha elevado el cuidado de la «casa común» y ha promovido una gestión más ética en la sede apostólica

21 de Abril de 2025
Actualizado el 22 de abril
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Papa Francisco 03
El Papa Francisco en la Plaza de san Pedro

El pontificado de Francisco ha estado marcado por un intento de acercar a la Iglesia al pueblo, una pugna constante contra la curia que no podía ver cómo se pretendía hacer todo lo necesario para destruir la nefasta gestión del ultra Juan Pablo II que, como bien dijo un cardenal italiano, «llenaba estadios pero vaciaba iglesias».

Desde su elección el 13 de marzo de 2013, Jorge Mario Bergoglio (el papa Francisco) promovió cambios institucionales, pastorales y doctrinales que rompen con décadas de inercia en la Santa Sede. Su estilo cercano, su énfasis en la «Iglesia en salida» y su compromiso con los desafíos sociales y ecológicos lo han convertido en una de las figuras más influyentes del siglo XXI. Pero, al mismo tiempo, ha debido navegar resistencias internas, crisis financieras y escándalos de abusos sexuales (heredados de los dos papas ultras anteriores) que ponen a prueba hasta dónde pudo llevar adelante su ambicioso proyecto de reforma.

La llegada de un jesuita al Papado supuso una revolución, sobre todo tras los 40 años de tendencia ultraconservadora de Juan Pablo II y Benedicto XVI. Además, a diferencia de sus antecesores, Francisco fue el paladín de la sencillez personal. Desde 2013 vivió en un modesto apartamento en la casa de huéspedes de la Santa Sede, rechazando las estancias lujosas del Palacio Apostólico. Además, fue un dechado de gestos de cercanía como las primeras comuniones y confesiones en cárceles, el regalo de su sotana a personas enfermas y la ruptura constante del protocolo de seguridad para saludar a los fieles.   

Por otro lado, abandonó símbolos papales de ostentación, como las sandalias rojas de Prada o el trono de mármol, para subrayar que «el poder se ejerce sirviendo».  En sus audiencias generales y viajes, alentó a los fieles y a los líderes políticos a «salir a las periferias» geográficas y existenciales. Fue muy sorprendente que, a diferencia de Juan Pablo II, denunciara el virus mundial del clericalismo.

Por otro lado, en abril de 2023, Francisco publicó un «motu proprio» que reformó por completo el sistema judicial de la Ciudad del Vaticano. Redefinió mandatos de magistrados y creó una Corte de Casación, aumentando la independencia y transparencia de los procesos penales internos.

Uno de los problemas que tenía que afrontar el Vaticano era su permeabilidad a los delitos económicos. Por esa razón, inició una verdadera lucha contra la utilización de los sistemas financieros de la Santa Sede como herramienta del blanqueo de capitales de ricos y organizaciones del crimen organizado. Hay que recordar que el intento de esa reforma fue la que le costó la vida a Juan Pablo I. En 2024, los informes de actividad sospechosa en el Instituto para las Obras de Religión (IOR) cayeron un tercio, gracias a reformas impulsadas desde su pontificado y reforzadas por el escrutinio de Moneyval. 

En septiembre de 2024 exigió a cardenales y obispos una política de austeridad y control de gastos, tras fuertes resistencias internas por profundizar ajustes presupuestarios. Francisco alertó sobre la urgencia de reformar el fondo de pensiones vaticano tras la pandemia, designando a un equipo especial para garantizar la sostenibilidad futura.

Las encíclicas de Francisco fueron una revolución que marcó una época en la Iglesia Católica. En 2015 publicó Laudato Si, que era un llamamiento a la «ecología integral» que vinculaba la defensa del medioambiente con la justicia social y la opción preferencial por los pobres. En 2020, inspirándose en la figura de Francisco de Asís, publicó Fratelli Tutti, sobre la fraternidad universal, critica el egoísmo, el individualismo y las «guerras por el consumo» de recursos.

El papa Francisco, además, convocó consultas parroquiales, diocesanas y continentales para redefinir la gobernanza eclesial. Aunque la Asamblea de 2024 postergó decisiones polémicas (órdenes a mujeres, bendiciones a parejas del mismo sexo), sentó bases para futuros debates. Durante su pontificado, por primera vez, mujeres auditoras y jóvenes tuvieron voto en las reuniones de obispos, ampliando la base de consulta.

Tampoco rehuyó los debates sociales que podrían ir en contra de la línea eclesiástica. Por un lado, respecto a las uniones civiles para parejas del mismo sexo, expresó que merecen protección legal, reclamando «leyes de convivencia civil» sin equiparar matrimonio y sacramento. Además, ha defendido la presencia femenina en roles decisorios, aunque descartó la ordenación sacerdotal, impulsando comisiones para estudiar nuevos ministerios laicales femeninos. 

Francisco heredó de sus antecesores ultraconservadores la opacidad frente a los escándalos de pederastia. Mientras Juan Pablo II y Benedicto XVI intentaron taparlo todo, Francisco, en diciembre de 2019, suprimió el secreto pontificio sobre los abusos, permitiendo que las denuncias se tramitaran en instancias civiles y no solo eclesiásticas. En 2014, creó la Comisión de Protección al Menor, que ha logrado protocolos unificados, pero sus resultados varían según las conferencias episcopales. 

El papa ha dejado un legado muy importante durante su pontificado y muchos desafíos que no pueden dejarse caer por una elección equivocada o una vuelta al ultra conservadurismo de sus predecesores. El papa dejó a la Iglesia en una situación en la que su sucesor deberá lograr que los consensos de base se traduzcan en reformas canónicas efectivas. 

Francisco ha cambiado el rostro de la Iglesia: la ha acercado a los pobres, ha elevado el cuidado de la «casa común» y ha promovido una gestión más ética en la sede apostólica. Pero las fracturas internas, los retos financieros y las crisis de abusos sexuales ponen en cuestión hasta dónde llegará su impulso reformista. En un mundo convulso, su legado dependerá de la capacidad de la Iglesia para escuchar y adaptarse sin perder su identidad.

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