Pedro Sánchez aprendió bien de Mariano Rajoy

El presidente del Gobierno y sus aparatos de propaganda utilizan los buenos datos macroeconómicos como un aval a su gestión pero olvidan que, al igual que le sucedió al PP, la macroeconomía, por sí misma, ni da de comer ni genera prosperidad

14 de Julio de 2025
Actualizado a las 9:00h
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Sanchez y Rajoy
Pedro Sánchez y Mariano Rajoy en el Congreso de los Diputados | Foto: PSOE

Los aparatos de propaganda sanchistas y monclovitas no hacen más que repetir los datos macroeconómicos y de creación de empleo como un aval a la gestión de Pedro Sánchez. Esas cifras, en bruto, son ciertas. Lo dicen los datos oficiales. Sin embargo, al ser en términos absolutos ocultan aspectos que los propios documentos de los organismos gubernamentales también muestran.

Paro y precariedad sistémica

En primer lugar, el pasado miércoles, en el Congreso de los Diputados, Pedro Sánchez volvió a hablar de las cifras de empleo. Según los datos de paro registrado del Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE), en el mes de junio se obtuvieron cifras de desempleo que no se veían desde hacía 17 años. Este sería el titular, que es con lo que se quedan siempre en los aparatos de propaganda sanchistas. Sin embargo, las mismas estadísticas dan una visión menos optimista de la realidad del mercado laboral de la España de Sánchez.

La caída del paro en junio no oculta la cara más cruel del mercado laboral español: una avalancha de contratos temporales que esconde la verdadera precariedad. Cuando el mes cerró sus cifras, 48.920 personas habían abandonado las listas del desempleo, un retroceso que, a primera vista, invita al optimismo y dispara la euforia en los aparatos de propaganda monclovitas. Sin embargo, detrás de ese dato absoluto se esconde una realidad que pocos titulares recogen: hacen falta casi cincuenta contratos para que un solo trabajador deje de estar parado.

Desde hace años, el inicio del verano marca una pauta inamovible: las ofertas de empleo estival en hostelería, turismo y comercio disparan la contratación y, con ella, el desempleo retrocede.

Este junio, las comunidades del oeste peninsular, como Galicia Castilla y León, registraron descensos cercanos al 4%, mientras que en la Comunidad Valenciana, Murcia y Canarias apenas se alcanzó el 1%, al haber adelantado parte de su temporada alta en mayo. El 80% de los nuevos empleos se concentra en el sector servicios y que los jóvenes registran una mejora más marcada que otros colectivos de edad. Pero este repunte estival oculta la inercia de un sistema productivo que no cambia. Es patético saber de antemano año tras año cómo van a ser las estadísticas. Eso habla de la falta de actuaciones profundas que el país necesita para crear empleos estables de verdad.

 La paradoja de la recuperación veraniega se vuelve aún más inquietante al comparar las cifras oficiales de contratos con la caída del paro. Entre enero y junio se firmaron más de 7,4 millones de contratos, un 8,5 % más que en el mismo periodo de 2024, y, pese a ello, el número de parados solo se redujo en algo más de 150.000 personas. La consecuencia es que cada trabajador dado de alta en la Seguridad Social requiere casi dos contratos semanales, un ritmo que, lejos de significar estabilidad, expone la dependencia de periodos breves de empleo y la rotación constante.

Por si fuera poco, aunque oficialmente 3,1 millones de esos contratos figuran como indefinidos, muchos esconden largos periodos de prueba, bonificaciones fiscales diseñadas para facilitar la salida temprana del trabajador y externalizaciones a través de empresas multiservicios. De este modo, el empleo “fijo” se disuelve en cuanto termina la fase inicial de contratación, replicando el mismo patrón de inestabilidad que un contrato temporal.

Frente a esta dinámica de despido barato y rotación exacerbada, se demuestra que la tan cacareada reforma laboral de Pedro Sánchez no fue otra cosa que un cúmulo de retoques superficiales. Un gobierno progresista debería tener claro que hacen falta medidas que garanticen la conversión efectiva de empleos temporales en estables, limiten el abuso de los periodos de prueba y refuercen la negociación colectiva para adaptar los convenios a la realidad de cada territorio. Solo así se podrá proteger de forma real a quienes más sufren la precariedad: los jóvenes, los mayores de cuarenta y cinco años y quienes viven de un empleo que desaparece cuando cambia la campaña.

En última instancia, la cifra que mide la salud real del empleo no es el número de contratos firmados, sino la duración media de esos contratos, la mejora de los salarios reales y la calidad de los puestos creados. De lo contrario, la estadística seguirá presentando una cara amable que oculta una realidad de temporalidad crónica. Solo con una apuesta decidida por el empleo estable y la protección de los trabajadores podrá España abandonar el modelo cíclico y frágil que perpetúa la inseguridad y la desigualdad.

Aumento del PIB

Otro de los elementos utilizados como herramienta propagandística son las cifras de crecimiento económico proporcionadas tanto por el Ministerio de Economía, el Banco de España, la OCDE, la Unión Europea o el FMI. Es cierto que la España de Pedro Sánchez está teniendo un incremento del PIB superior a las principales economías de la UE. Sin embargo, eso no está llegando al bolsillo de los ciudadanos y, en consecuencia, no está incrementando el bienestar y la prosperidad de las familias. Más bien al contrario.

En un mundo marcado por la inestabilidad, con una inflación latente, el crecimiento de la renta per cápita no se ajusta a la subida de los precios lo que, en consecuencia, incide en que las clases medias y trabajadoras españolas se están empobreciendo rápidamente, tal y como muestran las cifras oficiales de la Comisión Europea.

Pedro Sánchez lleva gobernando desde el año 2018, con una sociedad que aún no se había recuperado de la crisis económica de 2008. La concatenación de ese escenario con las consecuencias de la pandemia y de la crisis energética derivada de la invasión ilegal de Ucrania por parte de la Rusia de Vladimir Putin ha demostrado la incapacidad de Sánchez conseguir la recuperación absoluta de la prosperidad perdida tras la gran crisis. La gente hoy vive mucho peor en España que durante el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, y eso es mucho decir.

También es innegable que el actual gobierno tiene buenas intenciones pero que no están permitiendo un retorno adecuado. La pobreza aumenta a niveles nunca vistos, los comedores sociales y los bancos de alimentos no dan abasto para acometer la cada vez más elevada demanda de ayuda para sobrevivir de los hogares. La vulnerabilidad ya no es una cuestión de familias marginadas, sino que se ha instalado en las clases medias y trabajadoras que ven que sus ingresos son absolutamente insuficientes para la supervivencia. El empleo que se crea cada vez es de peor calidad, con menor salario.

Esa situación de crisis social se constata en los propios datos macroeconómicos. La renta per cápita en España apenas crece, por más que se haya subido el salario mínimo. En concreto, según indican los datos oficiales, la España de Sánchez está a la cola de Europa, sólo superada por Grecia. Grandes potencias como Bulgaria, Letonia, Estonia, Lituania o Rumanía (valga el sarcasmo) han tenido un incremento mayor de la renta per cápita que la España de Sánchez, por no hablar de Alemania, Francia o Italia, que son los parámetros en los que se debería mover España. 

Desde que Pedro Sánchez es presidente del Gobierno la renta per cápita de los españoles ha pasado de 25.950 euros anuales a 32.630, es decir, un incremento de 6.680 euros. Esta cifra coloca a España en la posición 26 de la UE. Sólo Grecia está por debajo. Estos no son datos aceptables para la supuestamente cuarta economía de la Unión.

La primera potencia europea, Alemania, tuvo un incremento de 9.430 euros, mientras que Francia alcanzó los 7.550 euros por año e Italia 7.490 euros. España, debería estar, por lo menos, en ese rango.

La clasificación de crecimiento de la renta per cápita está liderada por Irlanda (30.950 euros), seguida de Luxemburgo (20.020 euros), Países Bajos (17.2060 euros), Dinamarca (14.280 euros), Bélgica (11.650 euros), Malta (11.110 euros) y Lituania (10.690 euros).

Por abajo, además de Grecia y la España de Pedro Sánchez, está Portugal, con un incremento de la renta per cápita de 6.830 euros, Letonia (6.990 euros), Suecia (7.110 euros), Eslovaquia (7.230 euros), Finlandia (7.280 euros) y Hungría (7.400 euros).

Este escenario, además de los informes constantes de organismos oficiales, tanto españoles como europeos, demuestra el gran fracaso de Pedro Sánchez. Está consiguiendo el crecimiento macroeconómico, cierto, pero es absolutamente incapaz de trasladarlo a la ciudadanía, a las clases medias y trabajadoras que sostienen el país y a las que se les paga con precariedad y pobreza.

Pobreza sistémica

Los datos, los que no saca a relucir el aparato propagandístico sanchista, muestran cómo la Comisión Europea ya ha advertido en repetidas ocasiones que España se encuentra a la cola de la UE en materia social. Además, ha alertado de que se encuentra en una situación crítica en indicadores como el abandono escolar, la pobreza infantil y la exclusión social. Esto supone un duro golpe para el autodenominado gobierno progresista que, como demuestran los datos oficiales, ni generan progreso, ni igualdad, ni, por supuesto, mayor prosperidad para las familias de clase media y trabajadora. En realidad, la política social de Pedro Sánchez apenas está teniendo impacto positivo en la reducción de la pobreza.

El informe sobre políticas sociales publicado por la Comisión Europea está basado en un sistema de semáforo. La España de Pedro Sánchez tiene cuatro indicares «rojos», es decir, críticos, dos «naranjas» (que precisan vigilancia) y otros cuatro «amarillos» (débiles). Esto demuestra que la euforia por los datos macroeconómicos no está justificada, dado que no tienen un impacto positivo en la situación real de las clases medias y trabajadoras. En concreto, la España de Pedro Sánchez está a la cola de Europa, por detrás de Grecia, Rumanía y la Italia de Giorgia Meloni.

La Comisión, en base a estos resultados, considera que la España de Pedro Sánchez se enfrenta a «riesgos potenciales para la convergencia social». l documento señala que los porcentajes de población en riesgo de pobreza y de exclusión social se elevaron hasta el 26,5% y el 34,5%, respectivamente. Estos datos están muy por encima de la media europea, lo que supone que la situación de la España de Pedro Sánchez es crítica.

En esta misma situación se encuentran las tasas de abandono escolar, que alcanzaron el 13,7%, muy por encima del 9,5% del promedio europeo.

Según el informe, estos datos son consecuencia de graves problemas de adecuación y cobertura del sistema de protección social, el acceso a los servicios públicos, la pobreza que genera un mercado laboral muy deficiente y la desigualdad regional, un asunto éste que empeorará gracias a las políticas incluidas en los pactos de Sánchez con los partidos independentistas y los conciertos económicos a la carta.

La España de Sánchez también está muy por debajo de la media de la UE en lo que respecta a la desigualdad de ingresos, lo mismo que el impacto positivo de las prestaciones sociales en la reducción de los niveles de pobreza, un indicador que ha empeorado significativamente durante los dos últimos años. Es excesivamente cruel la cifra respecto a la ineficacia del gobierno Sánchez respecto a la pobreza infantil. Según el informe de la Comisión, sólo un 17% de las prestaciones sociales tiene un impacto positivo, muy por debajo del 41,4% de la media europea. Por esta razón, la Comisión considera que España está en un escenario crítico.

Algo no cuadra

El gobierno de Sánchez no miente cuando habla de los buenos datos macroeconómicos. Simplemente, presenta una versión muy sesgada de la realidad que llega a las familias. Es exactamente lo mismo que sucedía durante el primer gobierno de Mariano Rajoy, cuando se aplicaron los recortes más salvajes pero que daban cifras macro muy importantes. El paro comenzó a bajar, se contuvo la prima de riesgo y el PIB comenzó a repuntar. Sin embargo, en la calle las colas de los comedores sociales y los bancos de alimentos crecían día a día.

No obstante, mientras la macroeconomía va bien, los ciudadanos no recogen nada de ello. ¿Cómo puede ser que sea el país con mayor crecimiento económico y el que más pobreza genera? ¿Quién se está llevando los beneficios de ese crecimiento económico? Desde luego, este contraste no permite determinar que nadie esté adelantando por la izquierda a nadie. 

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