El país que representa una mayor amenaza para España, en todos los sentidos, es Marruecos. No es un enemigo, de momento, pero un gobierno español siempre tiene que estar preparado para el chantaje y los desafíos constantes que plantea el vecino del sur.
El asunto de Marruecos siempre ha estado latente desde que se reinstauró la democracia en España. Ni Adolfo Suárez, ni Leopoldo Calvo-Sotelo, ni Felipe González, ni José María Aznar, ni José Luis Rodríguez Zapatero, ni Mariano Rajoy mantuvieron una posición de dureza respecto a Marruecos. Siempre pretendieron hacer ver a la opinión pública que el reino alauita era un aliado muy valioso. Todo eso mientras se pasaban por alto atropellos que en cualquier otra circunstancia hubieran sido tratado como casus belli.
Sin embargo, pese al entreguismo habitual de los distintos presidentes y gobiernos, ninguno llegó al sometimiento de Pedro Sánchez. Nadie sabe la razón de su giro en las relaciones con Marruecos porque no ha dado explicaciones de la traición a la posición tradicional española respecto, por ejemplo, al Sáhara Occidental. Lo único que hay es una carta en la que se copió y pegó lo afirmado por los representantes diplomáticos de los Estados Unidos.
Uno de los puntos que Pedro Sánchez tenía que tratar en su comparecencia en el Congreso de los Diputados de ayer era, precisamente, Marruecos. Sin embargo, nuevamente actuó como un cobarde y pasó de puntillas. Recordó mucho a la imagen de un torero que se piensa que está dando una hermosa media verónica cuando, en realidad, sólo está pegando capotazos. Los aplausos de la bancada socialista parecían los gritos del mozo de espada de «bravo, maestro».
Sánchez volvió a ocultar al pueblo español y a sus representantes las razones por las que se traicionó al Sáhara Occidental y se entregó de facto la soberanía del territorio a Marruecos, sobre todo teniendo en cuenta que España es la administradora legal del Sáhara y la que está obligada a iniciar los procedimientos reconocidos por el derecho internacional para convocar el referéndum de autodeterminación.
El presidente del Gobierno se volvió a esconder y ni dio ninguna explicación sobre el espionaje de Marruecos, sobre el contenido de su teléfono móvil, sobre la cesión del espacio aéreo del Sáhara para maniobras militares, y un largo etcétera. Nada, ni una palabra que no fuera más allá de la retórica que los políticos mediocres utilizan para salir del atolladero. Sánchez habló de colaboración, de acuerdos contra la migración ilegal o contra el narcotráfico. Es decir, lo mismo que decían Suárez, González, Aznar, Zapatero o Rajoy.
Sánchez está obligado por salud democrática a explicar de manera integral el cambio de posición respecto al Sáhara, una decisión que fue tomada de manera unilateral, sin dar explicaciones a nadie y aprovechando el maremágnum que estaba provocando la invasión ilegal de Ucrania por parte de Rusia.
La opacidad no se justifica con nada, sobre todo porque la sumisión a Marruecos de Sánchez sólo puede ser entendida desde una perspectiva de un país que ha sido derrotado. Una rendición de tal calibre única puede ser explicada desde el punto de vista de aceptar el chantaje, lo que da pábulo a la teoría de que Marruecos se hizo con material muy sensible del teléfono móvil del presidente del Gobierno de España.
Por otro lado, aunque ya sabemos que a Sánchez le importa muy poco el cumplimiento de la Constitución, la decisión unilateral respecto a la postura de España respecto al Sáhara viola el artículo 97 de la Carta Magna, dado que las decisiones de política exterior deben aprobarse en Consejo de Ministros, cosa que no sucedió.
Nada de esto explicó Pedro Sánchez en el Congreso. La cobardía del presidente español en cuanto se le menciona el tema de Marruecos soliviantó incluso a sus socios de gobierno. Ahora que Sánchez va por el mundo autoproclamándose «líder internacional» o «estadista universal» (seguramente lo pondrá en la taza donde desayuna por las mañanas) por su posición respecto a Palestina, se ha encontrado con la oposición de Sumar.
Íñigo Errejón fue contundente y dejó sin argumentos a Sánchez: «Lo que vale para Palestina, vale para el Sáhara». Los socios parlamentarios tampoco se quedaron cortos en sus críticas. Oskar Matute, de EH-Bildu, consideró vergonzosa la posición de Sánchez respecto a Marruecos. «Algún día sabremos por qué», dijo el portavoz vasco.
Por su parte, Aitor Esteban, del PNV, volvió a reclamar la recuperación del compromiso del Estado español respecto al Sáhara Occidental. «No se puede dar la espalda a esta situación», afirmó.
El más contundente fue Néstor Rego, del BNG, quien reprochó a Sánchez que «aún no ha explicado el cambio de posición sobre el Sáhara y deberá hacerlo. Aún no ha explicado de qué deriva la capacidad de Marruecos de hacer cambiar la posición del Gobierno español para abandonar al pueblo saharaui que sigue luchando por su libertad».
Todo esto a Sánchez le da exactamente igual, pero debería saber que el régimen de Marruecos no suele ser fiel a los acuerdos alcanzados y en cualquier momento se puede encontrar con los tanques marroquíes derribando la frontera de Ceuta y Melilla o las tropas intentando desembarcar en las playas de Canarias.