Emmanuel Macron, presidente de la República Francesa, publicó una tribuna en Le Monde en la que se posicionaba claramente a favor de "un tipo de interés verde y un tipo de interés marrón. Esta postura ya fue mencionada durante la COP28, cuando el Jefe del Estado francés animó a al sector financiero privado a ponerse al servicio de la acción climática.
Si se tiene en cuenta la estrategia climática del actual gobierno de España, Pedro Sánchez está obligado a sumarse a esta propuesta para incrementar la presión sobre el BCE porque, si existen varias palancas para crear esta tasa de interés verde y marrón, sólo una permitiría lograr directamente este resultado sin movilizar masivamente las finanzas públicas: la creación de una tasa diferenciada por parte del Banco Central Europeo.
Tarifas diferenciadas, una contribución importante a la transición
La posición Macron se sitúa en un contexto de tipos de interés elevados que sitúan a las energías sostenibles en desventaja frente a los combustibles fósiles. De hecho, aunque el coste total de producir energía solar y eólica a lo largo de su vida útil es ahora menor que el del carbón o el gas, estas energías requieren mayores inversiones iniciales. Además, otras actividades esenciales para la transición también se ven impactadas negativamente por el aumento de los tipos, como, por ejemplo, la renovación energética de los edificios.
Aunque los grandes bancos de la Unión Europea destacan a menudo, se ponen medallas o hacen carísimas campañas de marketing sobre su financiación de las energías renovables, actualmente sólo dedican 1,6 euros a las energías limpias por cada euro invertido en combustibles fósiles, frente a los 6 euros que la Agencia Internacional de la Energía declaró necesarios para 2030. La realidad es que estos bancos han apoyado aún más los combustibles fósiles con más de 85.000 millones de dólares en 2022, tal y como indica el informe Banking Climate Chaos 2023.
La creación de un diferencial de tipos entre «marrones y verdes» defendida por Emmanuel Macron ayudaría a romper estas dinámicas que ponen en peligro la consecución de los objetivos climáticos franceses y europeos. Si se pueden activar varias palancas para obtener este diferencial, una opción parece particularmente eficaz y relevante: la creación de un tipo diferenciado por parte del Banco Central Europeo (BCE).
El camino real de los tipos diferenciados del BCE
El BCE fija los tipos de interés que se aplican a los bancos. Estas tasas, denominadas «clave», se reflejan luego en los intereses de préstamo que cobran los bancos a empresas, hogares y administraciones públicas. Por tanto, el supervisor europeo podría definir un tipo más bajo para financiar actividades verdes, empezando por la energía sostenible y la renovación energética. La entrada de un actor como Macron en la reclamación de tipos diferenciados aumenta la presión sobre el BCE para frenar la acción destructora de las entidades financieras.
Concretamente, este mecanismo podría adoptar la forma de «Operaciones de financiación a largo plazo dirigidas» (TLTRO, por sus siglas en inglés) que permitan a los bancos financiarse a más largo plazo. Introducido durante la crisis de Covid-19, El programa TLTRO fue introducido durante la pandemia de Covid-19. Ofrecía un tipo reducido a los bancos que alcanzaban un determinado volumen de préstamos. Por tanto, el BCE estaría en posición de implementar un sistema similar reemplazando esta condición de volumen por una condición de focalización hacia actividades verdes.
Esta medida podría aplicarse sin cambiar el mandato del BCE de mantener la estabilidad de precios y apoyar las políticas, en particular las climáticas, de la Unión Europea. Sin embargo, la crisis climática y la dependencia de los combustibles fósiles son fuentes importantes de volatilidad de precios y pueden desencadenar shocks inflacionarios, tal y como se está comprobando por las consecuencias de la guerra de Ucrania.
Palancas de eficacia incierta
La propuesta de Macron, a la que debería unirse Pedro Sánchez, podría obligar al BCE a movilizar otras palancas para contribuir a la aparición de un diferencial de tipos entre verde y marrón, pero con el riesgo de toparse con numerosas limitaciones para un impacto más incierto.
En primer lugar, se podrían imponer restricciones para fomentar la financiación de actividades verdes. De este modo, los bancos europeos estarían obligados a dedicar 6 euros a energía sostenible por cada euro invertido en combustibles fósiles.
Además, el BCE y todos los supervisores europeos podrían aumentar las obligaciones de capital de los bancos que financian combustibles fósiles mejorando la consideración de los riesgos vinculados a este tipo de financiación. Sin embargo, en ambos casos, el efecto sobre las condiciones de financiación de la energía sería indirecto y difícil de establecer.
Además, los países de la UE también pueden movilizar directamente las finanzas públicas para reducir los tipos de interés de las actividades ecológicas. Los estados europeos ya están implementando varias medidas, como garantías específicas y subsidios para préstamos a interés cero. Si estas medidas resultan útiles, la existencia de un tipo diferenciado del BCE permitiría reducir su coste y reorientar los gastos relacionados hacia los grupos más precarios para quienes el endeudamiento no es una solución. También iría más allá del ámbito generalmente restringido de estos sistemas nacionales y afectaría a todas las partes interesadas, sin necesidad de procedimientos administrativos específicos.
Por tanto, si se pueden activar varias palancas, la implementación de tipos diferenciados a nivel del BCE destaca por su eficacia y sencillez. La medida crearía de facto un fuerte incentivo para financiar actividades ecológicas como la energía sostenible y la renovación de edificios en toda la UE.
Sería perfectamente coherente con el mandato del BCE y al mismo tiempo permitiría a países como Francia y España redirigir sus ayudas públicas hacia personas vulnerables y actividades que no pueden financiarse mediante préstamos.