Sánchez consigue que García-Page se convierta en la esperanza de más del 70% de los votantes socialistas

10 de Noviembre de 2023
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Garcia Page PSOE

Emiliano García-Page es un político atípico pero coherente con su modo de entender la socialdemocracia, porque socialista, evidentemente, no se le puede calificar. Sin embargo, no se puede equiparar los términos «socialista» y «Pedro Sánchez», porque el actual secretario general del PSOE tampoco lo es.

El actual presidente de Castilla-La Mancha, el único que le queda al Partido Socialista con mayoría absoluta, es un fiel representante de la tendencia ideológica más pragmática heredera de las teorías de Manuel Valls, el ex primer ministro francés con el que se abrazaba Pedro Sánchez, con mucha efusión, en la Cumbre de las Camisas Blancas junto al italiano Matteo Renzi.

Evidentemente, Page no es el socialista que precisa ni España ni el PSOE. Esa tendencia pragmática ya debió morir, sobre todo después de ver los efectos de la crisis de 2008 en las clases medias y trabajadoras.

Sin embargo, Pedro Sánchez ha conseguido que Emiliano García-Page se convierta en la esperanza de millones de votantes socialistas. Las líneas rojas traspasadas por el actual secretario general del PSOE han hecho que haya un divorcio entre los actuales dirigentes socialistas con su base fundamental de votantes.

Desde que Pedro Sánchez alcanzó la secretaría general por segunda vez en 2017, el PSOE ha entrado en una dinámica endogámica y onanística en la que muchos creen que lo que interesa a nivel orgánico es lo mismo que quiere el país. Si uno lee el programa electoral del 23J, podría parecer que los intereses de la ciudadanía corresponden a la línea de acción del Partido Socialista. En cambio, la realidad es que las decisiones internas adoptadas no se corresponden en absoluto con lo que se comprometió el partido con la ciudadanía. Alguien debería recordar que los militantes del PSOE apenas llegan a los 180.000 y que con eso apenas se podría aspirar a 1 o 2 escaños en el Congreso de los Diputados. La fuerza del Partido Socialista está en sus votantes y Sánchez ha traicionado a más de un 70%.

Para un partido político, sobre todo si es de izquierdas, no hay peor asunto que la traición, la infamia o el engaño. Pedro Sánchez, ya que no ha habido mayor estadista en la historia de la humanidad (valga la ironía), debería tener muy presente que la crisis de la socialdemocracia vino, precisamente, por la traición hacia los votantes, no hacia los militantes.

El Partido Socialista de Francia ya no es ni siquiera un actor secundario de la política francesa, más bien es un experto en cameos. Esto ha sucedido tras las traiciones de François Holland y Manuel Valls al adoptar medidas contrarias a lo que habían prometido en su programa electoral. En las últimas elecciones presidenciales, tras la traición, llegó la revancha del pueblo y los socialistas sólo obtuvieron un 1,74% de los votos. Cuando las barbas de tu vecino veas afeitar…

En muchas federaciones del PSOE, incluida a la que pertenece Pedro Sánchez, hay mucho temor a las consecuencias de estos pactos. Son muchos los dirigentes que te lo cuentan y te piden, por favor, que no publiques lo que te dicen o que, si lo haces, sea de forma anónima. La mano de hierro de Sánchez genera pánico entre quienes aman al puño y la rosa. Qué secretario general del PCUS se ha perdido. Sólo falta que, si están descontentos, levanten la voz y se rebelen contra el tirano, pero no lo hacen.

En Madrid, Castilla y León, Andalucía, Castilla-La Mancha o Extremadura, por citar con las que este medio ha tenido conversaciones, saben que las cesiones al independentismo catalán, tanto políticas como jurídicas y económicas va a suponer una factura muy grande. Cuando a las fuentes consultadas se les pregunta que qué es lo que qué responde Ferraz a esto, la respuesta es que la gente olvidará esto en un par de años, que con los indultos también hubo movida y que no tuvo factura electoral.

Esta respuesta da mucho más miedo porque demuestra una nula capacidad de análisis político por parte del Partido Socialista. La gente no va a olvidar esto porque atenta a principios sociales muy arraigados, también en los votantes de la izquierda. Además, no se pueden comparar los indultos con la amnistía porque son dos cosas totalmente diferentes.

El contenido de los pactos entre el PSOE de Pedro Sánchez con los partidos nacionalistas e independentistas han causado el desconcierto y la ira entre millones de votantes socialistas. Ya no es sólo la amnistía, que es muy grave, sino el resto. Las acusaciones que hacía el Partido Popular antes, durante y después de la campaña electoral se han convertido en realidad. Eso, para la gente de izquierdas, es inasumible. Pensar que han apoyado a un personaje que hará lo que sea por mantenerse en el poder es muy duro. Pero eso en el PSOE no lo entienden. Lo importante es tener un «1» en la quiniela, aunque sea comprando al árbitro. El Partido Socialista, con todos los errores que se han cometido a lo largo de la historia, no había llegado jamás a estos niveles de infamia y de entrega de una organización con dignidad democrática a los intereses de un secretario general.

Por esa razón, los votantes del PSOE han puesto sus ojos en Emiliano García-Page, porque nunca ha renunciado a lo que ha defendido siempre ni, por supuesto, ha tenido «cambios de opinión» interesados. Page, evidentemente, no es el futuro del PSOE porque representa un modo de entender la socialdemocracia demasiado centrado. Sin embargo, en lo referente a la amnistía y a las concesiones a los independentistas, su valoración coincide con la de millones de votantes del Partido Socialista.

Page ha sido contundente y eso es lo que espera una parte militante que está imposibilitada de expresar su opinión porque, de hacerlo, serían expulsados del partido tras las reformas impuestas por Sánchez en el 39 Congreso. La consulta a la militancia no es un elemento válido de medición, puesto que en ella no se mencionaba en ningún sitio por la concesión de la amnistía ni las cesiones pactadas con ERC, Junts y PNV. Es decir, los militantes socialistas votaron algo que no ha sido lo que el partido ha hecho. Eso se llama estafa. Aunque de votaciones rarunas sabe mucho Sánchez. No hay más que recordar la urna que se quiso poner en el Comité Federal del 1 de octubre de 2016.

Cuando Emiliano García-Page dijo que «lo peor que nos puede pasar es que el ansia por gobernar se convierta en otorgarle la capacidad de decisión a quien tiene ya una decisión previamente tomada, que es la de acabar con la Constitución y la unidad de España. No lo vamos a permitir […] [la amnistía] significa borrar un delito sin que se haya rendido cuentas. Discrepo por completo del relato que se planteó ayer en los acuerdos políticos, es falso. Puigdemont es culpable, no es víctima de nada […] Yo lo que vi ayer es mucha necesidad, por un lado, de gobernar y, por otro lado, de librarse de la cárcel, mucha necesidad y ninguna virtud. Tengan en cuenta una cosa: si hay que ejercer recurso, lo haré; si hay que plantear batalla, lo haremos, pero no vamos a pasar por que se haga una relectura de la Constitución española [porque no va a tolerar] que alguien utilice la pluralidad de España, el cuento de la lechera, para privilegios fiscales y financieros», muchos votantes del PSOE lo miraron con esperanza de que no todo está perdido.

Esa es la misma esperanza con la que acudirán hoy a las manifestaciones convocadas por el Partido Popular, concentraciones a las que se sumarán millones de personas que no serán escuchadas por Pedro Sánchez, aunque debería porque, al igual que sucedió en Panem, podría aparecer un Sinsajo de donde menos se lo espere.

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