Sánchez empezó a perder la calle con la venta a Podemos del Ministerio de Igualdad

29 de Mayo de 2023
Actualizado el 02 de julio de 2024
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Irene Montero Ming

El Boletín Oficial del Estado ha publicado hoy la convocatoria oficial de las próximas elecciones generales, tal y como anunció ayer Pedro Sánchez tras la debacle de la izquierda en los comicios municipales y autonómicos del pasado domingo.

Más allá de los debates políticos y de los análisis que se puedan hacer de los resultados, la realidad es que Pedro Sánchez ha arrastrado al PSOE a una situación en la que ha perdido la calle. En consecuencia, no moviliza al electorado por más que el actual gobierno haya implementado la mayor agenda social de la historia de la democracia española.

Tanto el Partido Socialista como Unidas Podemos realizaron una campaña basada en sus éxitos de gestión y en la muestra de que se puede gobernar desde posicionamientos puramente progresistas, que se puede provocar una recuperación económica (en muchos momentos por encima de la media europea) sin necesidad de recurrir a medidas neoliberales o austericidas que tanto daño hacen a las familias españolas. Sin embargo, el Partido Popular y Vox han arrasado porque han logrado imponer el ruido a los resultados más o menos positivos de la gestión social del Ejecutivo.

Oposición «goebbelsiana»

El «principio de la exageración y la desfiguración» de Joseph Goebbels indicaba que en cualquier acción de propaganda había que convertir cualquier anécdota en amenaza grave.

Por otro lado, el «principio de la vulgarización» del líder nazi señalaba que «toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa para convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa. Además, tienen gran facilidad para olvidar».

Los dos principios anteriores no tendrían un efecto inmediato si no se aplica el de la «orquestación»: «La propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentadas una y otra vez desde diferentes perspectivas pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto. Sin fisuras ni dudas», es decir, que una mentira repetida muchas veces pasa a convertirse en verdad.

Todos estos principios están siendo utilizados, incluso hasta el abuso, por parte de los partidos de la oposición contra Pedro Sánchez y su gobierno en múltiples temas. Sin embargo, hay uno que es capital y que va a ser el que termine con la carrera política del actual presidente del Gobierno: el Falcon y las leyes promovidas por el Ministerio de Igualdad de Irene Montero.

El Falcon, el principio del fin

Tal y como analizamos en Diario16, los viajes en el Falcon de Pedro Sánchez y de algunos miembros del Ejecutivo, Irene Montero incluida, iban a ser la tapa en el ataúd de este gobierno. A día de hoy, Pedro Sánchez es, quizá, el presidente con más desafecto popular de la historia, por mucho que los sondeos indiquen lo contrario. Sin embargo, la sensación en la calle es esa, que todo el mundo, de cualquier orientación ideológica o pertenencia a clase social.

No hay más que escuchar las conversaciones en la calle para darse cuenta que el tema del Falcon enerva el «encabronamiento ibérico», disculpen la expresión, pero es así. En cualquier terraza, oficina, barra de bar, playa, piscina, polideportivo, siempre aparece el tema del avión presidencial como argumento para censurar tal o cual actuación del gobierno.

El tiempo va pasando y los gravísimos errores de gestión de Sánchez se van quedando atrás, salvo el Falcon que siempre está ahí desde que se hizo pública la famosa foto junto al actual ministro de Exteriores, José Manuel Albares (que entonces llevaba el pelo como Ringo Starr), el seguimiento y la utilización por parte de la oposición del uso que Pedro Sánchez le daba al avión ha sido constante.

Es cierto que, posiblemente, haya sido el presidente que más lo ha utilizado, pero tampoco hay tanta diferencia con otros. Es cierto que, en ocasiones, se ha podido utilizar el avión para temas personales o familiares del presidente. Es cierto que, a veces, haya podido alcanzar el abuso.

Eso es lo que ha llevado a que el «tema Falcon» se haya convertido en un arma política que, además, ha calado en una ciudadanía que está sufriendo las consecuencias de tres crisis económicas seguidas y que relaciona su situación o la falta de expectativas de mejora de la misma con el uso que Pedro Sánchez hace del Falcon.

La oposición, tanto el Partido Popular como la extrema derecha, sabe que es un arma muy poderosa porque incrementa el enfado y la animadversión hacia Pedro Sánchez. El resto ya lo hace él solito, no necesita ni ayuda ni avión. Ante esto, Pedro Sánchez está perdido.

Incluso, han llegado a adaptar el lenguaje de sus comparecencias y lo llenan de referencias aeronáuticas para que la ciudadanía focalice directamente sus menciones con el Falcon.

Igualdad, un mal negocio para Sánchez

Pedro Sánchez no ha perdido la calle por el Falcon, por la pandemia o por los indultos a los políticos catalanes presos. El presidente del Gobierno perdió el apoyo popular desde el momento en que «vendió» el Ministerio de Igualdad a Podemos para poder ser investido presidente en enero de 2020.

Ese ministerio era un símbolo para el socialismo español, era la posibilidad de llevar el feminismo real a la ciudadanía sin imposiciones innecesarias ni «pajas mentales» sin arraigo legal. Carmen Calvo no mereció esa traición y, aun así, por lealtad, lo aceptó.

Irene Montero es una mujer que genera antipatía, no sólo por pertenecer a Podemos, cosa que exalta a millones de ciudadanos de este país, tanto de derechas como de izquierdas, sino porque su estrategia política se basa en la imposición, no en la negociación o el consenso. En la primera tramitación de la «Ley del Sí es Sí», según han señalado varios miembros del Ejecutivo, ella afirmó que esa era «su ley» y que no se iba a tocar.

Esta ley, por más que tenga un fin justo como es, entre otras cosas, el consentimiento de la mujer a la hora de mantener relaciones sexuales, ha supuesto un verdadero quebradero de cabeza no sólo para el PSOE, sino para toda la izquierda porque ha derivado en una alarma social que ha incrementado la desafección hacia el Ejecutivo.

Con Carmen Calvo al frente de Igualdad esta ley no hubiera tenido la redacción aprobada, sino que habría estado acompañada de informes jurídicos sólidos que hubieran blindado cualquier posible mala interpretación por parte de determinada facción de jueces o fiscales.

Lo más desalmado que ha provocado este Ministerio de Igualdad es que ha roto la unidad de las mujeres por defender sus derechos por imponer una ley que nada tiene que ver con el feminismo. Las personas trans tienen la obligación de defender el reconocimiento de sus derechos, faltaría más. Sin embargo, no se pueden generar nuevos derechos pisoteando las conquistas de las mujeres a lo largo de los años.

La teoría queer es contraria al feminismo y, en consecuencia, las políticas lideradas por Irene Montero están planteadas desde un punto de vista de falsa transversalidad que han destrozado la lucha de las mujeres por la igualdad y va a hacer perder muchos derechos para dárselos a otros colectivos que nada tienen que ver con el feminismo.

El principal objeto de división lleva gestándose desde hace varios años tras la publicación del primer borrador de la Ley Trans, una ley que afecta claramente a las mujeres, porque las borra del mapa, para dar derechos a un colectivo, a los que tienen derecho, pero sin destrozar las conquistas de las mujeres.

Hoy, nuevamente, el feminismo se manifestará dividido y la única responsable de esto es Irene Montero. La Ley Trans ha eliminado la categoría jurídica de «sexo» cambiándola por el «género» en su concepto de entelequia absoluta del auto percibimiento y del sentimiento. Esto es, cuanto menos, absurdo, porque los sentimientos cambian a lo largo de la vida de las personas.

Este es uno de los grandes errores de esta ley: introducir lo subjetivo como hecho jurídico, cuando no es así. Además, la eliminación del sexo supone el absoluto borrado de la capacidad jurídica de la mujer. Esto, las feministas que llevan luchando años por la igualdad real, no lo aceptan. Y es lógico.

Este «género sentido» que ha impuesto Irene Montero con la Ley Trans va a provocar serios problemas en sectores como el deporte femenino, como ya se está viendo con las nadadoras en Estados Unidos, o en los espacios seguros para las mujeres como, por ejemplo, vestuarios, aseos públicos o gimnasios.

Por otro lado, se ha dado la paradoja de que las leyes polémicas leyes de Irene Montero han generado una especie de «ley mordaza» por la cual cualquier crítica o discrepancia con lo aprobado por el Ministerio de Igualdad se convierte en transfobia o lgtifobia. Eso es lo que se está aplicando con las mujeres y los hombres que siguen defendiendo el feminismo de la igualdad real, la lucha por la igualdad efectiva de sexo.

Hay que recordar, incluso, cómo las partidarias de la Ley Trans llegaron a amenazar de muerte a Carmen Calvo cuando aún era vicepresidenta del Gobierno y se opuso a esta ley. Todo un ejemplo de respeto a la libertad de expresión y a los valores democráticos.

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