Sánchez se pasa al trumpismo

04 de Junio de 2024
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Trump Sanchez

Se acercan las elecciones europeas y Pedro Sánchez ha vuelto a aprovechar la situación judicial de su esposa para publicar en sus redes sociales una carta a la ciudadanía en la que, una vez más, apela al victimismo como arma política. Al igual que en los reality show las lágrimas funcionan a la hora de movilizar a los espectadores, Sánchez llora para conseguir rédito político, una estrategia que le ha funcionado a lo largo de toda su carrera.

Sin embargo, lo más preocupante es la entrada en el terreno del trumpismo y la utilización de las mismas estrategias que Isabel Díaz Ayuso usa en cada una de las intervenciones que realiza cada día.

Sánchez ha sido siempre un populista de baja estofa. No ha dudado en engañar a la militancia de su partido. No se puede olvidar jamás que, durante su primera etapa en la Secretaría General, mientras desde Ferraz se afirmaba que el poder de decisión en el PSOE estaba en la militancia, en un juzgado el representante legal del Partido Socialista no dudaba en afirmar, ante un juez, que «las primarias son sólo una distracción para la militancia».

Todo ello por no hablar del cambio de reglamentos y estatutos en el 39 Congreso Federal que le blindaba y eliminaba cualquier opción crítica a su mandato omnímodo.

Dos de los puntos básicos del discurso trumpista son las acusaciones sin pruebas, la manipulación de los hechos, la ocultación de las mentiras y la referencia velada a una especie de «Estado Profundo» que lo controla todo. Todos esos elementos están presentes en la carta de Pedro Sánchez a la ciudadanía.

Acusar sin pruebas

«Esta decisión se anuncia sólo cinco días antes de que se celebren elecciones al Parlamento Europeo, lo cual resulta extraño […] Como ya recordará, en mi anterior carta denuncié la deriva de una coalición reaccionaria capitaneada por el Sr. Feijóo y el Sr. Abascal -o por el Sr. Abascal y el Sr. Feijóo, tanto monta monta tanto-, para usar todos los medios a su alcance con el fin de quebrarme en el plano político y personal. Su objetivo es que yo renuncie, que dimita. Incluso, como supimos ayer, tratar de forzar mi salida de la Presidencia del Gobierno con una moción de censura mediante una alianza contra natura. Todo les vale», afirma la carta de Sánchez.

Esta parte de la misiva electoralista del presidente del Gobierno, porque no hay otro objetivo que el de la movilización de un electorado hastiado de las mentiras de Sánchez (un 65% de los votantes socialistas rechazan la Ley de Amnistía), encierra una gravísima acusación sin pruebas.

Sánchez está acusando al juez de formar parte de una confabulación con los partidos de la oposición «para quebrarle», y viceversa, a Feijóo y Abascal de condicionar la acción de un juez con fines políticos. Sánchez no tiene pruebas de ello y acusar sin pruebas es delito, porque, de tenerlas, no tendría más camino que ir a un juzgado y querellarse contra el juez Peinado por prevaricación y a Abascal y Feijóo por influenciar la acción judicial. Por tanto, o no tiene el valor de acudir a los tribunales o no tiene pruebas..., o ambas.

Por otro lado, Sánchez ha dado argumentos suficientes a Feijóo y Abascal para interponer acciones judiciales contra él por acusar sin pruebas.

Manipulación

En otro punto de la carta de Pedro Sánchez se afirma que «lo que no lograron en las urnas, pretenden alcanzarlo de manera espuria. También sabía que, conforme aumentara la frustración y la impotencia de esta coalición reaccionaria, el ritmo de la máquina del fango no iba a parar, sino a acelerarse. Ante esta certeza, me pregunté si merecía la pena o no continuar en el ejercicio de mis responsabilidades. Quiero decirle que mi decisión de continuar al frente de la Presidencia del Gobierno es más firme que nunca. Que la tarea que tiene el Gobierno de coalición progresista es más necesaria que nunca».

En este punto hay varias manipulaciones de la realidad, algo que Donald Trump y sus discípulos Bolsonaro, Milei, Ayuso o Bukele utilizan de manera recurrente y casi patológica.

Por un lado, Sánchez vuelve a referirse al resultado de las urnas. Nadie duda, o al menos en este Ágora no se ha cuestionado jamás, respecto a la legitimidad del actual gobierno. Fue obtenido gracias a la suma de apoyos parlamentarios de los grupos que representan la voluntad en las urnas.

Sin embargo, otra cuestión es cómo se logró esa mayoría: traicionando a los votantes socialistas a través de la mentira. Esa parte la obvia, porque el contenido de los pactos con los que logró la investidura se salía de lo prometido en el programa electoral con el que concurrió a las elecciones. Como afirmaron fuentes socialistas a quien firma este artículo, «¡coño, es que si en campaña decimos lo de la amnistía no nos vota nadie!». Además, están los «cambios de opinión» que es la forma eufemística de reconocer que Sánchez mintió a la cara a los españoles.

Julio Anguita, de quien no se podrá decir jamás que era parte del fango de la extrema derecha (aunque con Sánchez todo es posible) afirmó claramente que «programa, programa, programa». El actual presidente del Gobierno se lo pasó por el arco del triunfo porque le hacían falta los votos de Puigdemont.

Por otro lado, Sánchez hace referencia en su carta lacrimosa a su anterior misiva respecto a que se pensó si le merecía la pena seguir manteniendo sus responsabilidades. Vuelve a manipular y mentir nuevamente, porque él mismo reconoció en la entrevista en RTVE que no se le pasó por la cabeza dimitir, que la intención real de esa primera carta no era otra que despertar a su militancia.  

También está presente la manipulación de los derechos de la mujer. Sánchez vuelve a utilizar esta referencia al afirmar que «Begoña y yo sabemos perfectamente por qué la atacan. Ninguno de los dos somos ingenuos. Lo hacen porque es mi pareja. Ella es una mujer trabajadora y honesta que reivindica su derecho a trabajar sin renunciar a ello por las responsabilidades de su marido. Derecho que yo defiendo en mi vida familiar y por el que trabajo como presidente del Gobierno de España para garantizar que hombres y mujeres tengamos las mismas oportunidades y los mismos derechos».

La señora Gómez tiene todo el derecho del mundo a trabajar en lo que quiera, como quiera y cuando quiera. El problema está en que, precisamente, es la esposa de quien es y no es ético (la cuestión legal la tendrá que decidir un juez o un magistrado) que su trabajo la lleve a relacionarse con empresas que licitan, que reciben subvenciones, rescates públicos o que están participadas por el Estado. No es una cuestión profesional, es una cuestión de ética. Nada más.

El «Estado Profundo»

Aunque no lo cita directamente, es obvia la referencia a que hay intereses ocultos que no quieren que siga en la Presidencia del Gobierno. Esto no es más que la simplificación de otro de los mantras del trumpismo: el «Estado Profundo».

Ese concepto de que las élites iban en su contra ya lo utilizó Sánchez cuando fue defenestrado de la Secretaría General del PSOE en 2016. Ahora vuelve a recurrir a él, sin citar a nadie… porque, como presidente del Gobierno, no puede hacerlo, pero el mensaje queda ahí.

Coletillas

Por otro lado, los líderes trumpistas suelen utilizar coletillas o frases hechas para generar verosimilitud a su discurso. El propio Trump no duda, cuando acusa sin pruebas, en acompañar su frase de un «créanme cuando les digo que…», «no les quepa duda que…» o «valoren ustedes lo que he dicho».

Sánchez también utiliza en su carta esta estrategia tan propia del trumpismo o de los canales de ultraderecha en aplicaciones de mensajería de origen ruso.  

Ser de izquierdas no implica la sumisión de pensamiento hacia lo que hace el líder. Ser de izquierdas no debería limitar la capacidad de crítica ni convertirse en borregos que balan cuando el pastor silva. El progresismo, históricamente, se focaliza en, precisamente, el espíritu crítico y Sánchez, con su carta, ha demostrado una vez más que lo que pretende es someter la voluntad de la gente de izquierdas con la falta de cuestionamiento a todo lo que hace.  

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