El supremacismo migratorio de la extrema derecha: sólo blancos y cristianos

La extrema derecha está imponiendo el relato migratorio con la teoría de la conspiración de la “gran invasión” que, casualmente, no es aplicado a los inmigrantes de raza blanca y de religión cristiana

01 de Agosto de 2025
Actualizado a las 14:03h
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Migración supremacismo extrema derecha
José María Figaredo y José Antonio Fuster, dirigentes de Vox, con migrantes subsaharianos en Canarias | Foto: Vox

Los discursos de los partidos de extrema derecha en Estados Unidos y Europa han encontrado en la inmigración su principal combustible político y en nada se diferencian de las proclamas de organizaciones internacionales como la “Nación Aria”. Sin embargo, su narrativa no es homogénea: mientras estigmatizan a africanos, asiáticos, magrebíes y latinoamericanos como amenazas para la seguridad y el bienestar de sus países, acogen con los brazos abiertos a los refugiados de raza blanca, especialmente cuando provienen de contextos culturales percibidos como “afines”.

La invasión rusa de Ucrania en febrero de 2022 fue un ejemplo elocuente. Decenas de miles de familias ucranianas cruzaron las fronteras de Polonia, Hungría y Rumanía huyendo de la guerra y fueron recibidas con solidaridad institucional y social. “Son europeos, son cristianos, son como nosotros”, dijo por entonces Viktor Orbán, primer ministro de Hungría y uno de los líderes más influyentes de la ultraderecha europea.

La situación contrastaba con la vivida por los refugiados sirios en 2015 o los migrantes africanos interceptados en el Mediterráneo. En esos casos, el mismo Orbán los describió como “una amenaza para la civilización cristiana europea”.

Estados Unidos: supremacismo institucional

El presidente estadounidense Donald Trump ha hecho de la criminalización de los migrantes latinoamericanos un eje central de su retórica. “Traen drogas, traen crimen, son violadores”, afirmó en repetidas ocasiones durante sus campañas electorales.

Ese tono contrasta con la posición de su partido respecto a los refugiados ucranianos. Varios congresistas republicanos han abogado por agilizar sus visados y programas de acogida, e incluso los gobernadores más cercanos al trumpismo han aprobado ayudas para familias desplazadas por la guerra.

La extrema derecha aplica una jerarquización racial de los migrantes. Cuando son blancos y europeos se perciben como culturalmente compatibles; cuando son negros, árabes o latinos, se les presenta como criminales o invasores.

Europa: el “doble estándar” ante la migración

La respuesta a la crisis ucraniana también evidenció una brecha en Europa Occidental. En Francia, Marine Le Pen, la líder del ultraderechista Agrupación Nacional, defendió la acogida de familias ucranianas mientras insistía en endurecer las políticas migratorias hacia africanos y magrebíes. “No podemos acoger a todo el mundo”, declaró en una entrevista, vinculando a estos últimos con el “islamismo radical” y el “desorden social”.

En Italia, el viceprimer ministro Matteo Salvini celebró en redes sociales la llegada de ucranianos “que huyen de una verdadera guerra”, pero ha impulsado medidas punitivas contra barcos de rescate que socorren a migrantes africanos en el Mediterráneo. El mensaje que deja en Italia el gobierno de Giorgia Meloni es claro: unos merecen solidaridad, otros no.

Polonia y Hungría, países que se niegan a reubicar refugiados africanos o árabes procedentes de otros Estados miembros de la UE, han ofrecido asistencia plena a los desplazados por la guerra en Ucrania. Las mismas fronteras que se cerraban a afganos o sudaneses en 2021 se abrieron de par en par para ucranianos en 2022.

Vox: criminalización de los migrantes magrebíes

En España, el partido ultraderechista Vox ha centrado su discurso contra la inmigración en los magrebíes y africanos subsaharianos. Su líder, Santiago Abascal, ha vinculado en repetidas ocasiones la llegada de pateras a Canarias y el Estrecho con el aumento de la inseguridad ciudadana. “La inmigración ilegal es una invasión planificada que pone en riesgo nuestra identidad”, afirmó en un mitin en 2023.

Sin embargo, Vox mostró una postura radicalmente distinta ante la llegada de refugiados ucranianos tras el inicio de la guerra. El partido apoyó su acogida sin condiciones, apelando a la “solidaridad con un pueblo hermano”. En palabras de Abascal: “No es lo mismo abrir nuestras puertas a quienes comparten nuestra cultura y valores que a quienes rechazan nuestra forma de vida”.

Es decir, la extrema derecha española implementa una hospitalidad selectiva. El mensaje de Vox es que unos migrantes merecen ser protegidos y otros deben ser expulsados.

AfD: islamofobia y xenofobia en Alemania

La Alternativa para Alemania (AfD), el principal partido ultraderechista alemán de marcada orientación neonazi, ha seguido la misma lógica. Sus dirigentes han descrito a los refugiados árabes y africanos como “delincuentes potenciales” y “cargas para el Estado”. Alice Weidel, líder del partido, declaró en 2022 que “no podemos permitir que Alemania se convierta en un refugio para hombres jóvenes musulmanes sin papeles”.

Pero la AfD se mostró a favor de agilizar los trámites para los desplazados ucranianos. En el Bundestag, Tino Chrupalla, llegó a decir que “los ucranianos son europeos que necesitan nuestra ayuda, no invasores”.

Este doble rasero se ha reflejado también en las manifestaciones del partido. Mientras la AfD organizaba protestas contra los centros de acogida de solicitantes de asilo africanos y afganos en Baviera, impulsaba campañas solidarias para enviar ayuda a familias ucranianas.

Los datos de Europol tumban el mito de la delincuencia migrante

A pesar de los discursos políticos que vinculan inmigración con criminalidad, los datos oficiales muestran lo contrario. Un informe de Europol, la agencia europea de policía, revela que los migrantes irregulares no son responsables de un incremento significativo de la delincuencia en Europa.

El European Union Serious and Organised Crime Threat Assessment (SOCTA) de 2023 concluye que el 70% de las redes criminales identificadas en la UE están compuestas por ciudadanos europeos, no por recién llegados. Además, la tasa de criminalidad violenta se mantiene estable o en descenso en la mayoría de los Estados miembros, pese al aumento de llegadas de solicitantes de asilo en algunos países. Por otro lado, los migrantes irregulares cometen delitos en una proporción mucho menor a la percibida por la opinión pública, principalmente relacionados con su estatus (como la falta de documentos) y no con delitos violentos.

Los datos de Europol son contundentes: la narrativa que presenta a los migrantes africanos o árabes como delincuentes en potencia es infundada. Las redes de crimen organizado en Europa están dominadas por grupos locales o europeos del Este, no por los refugiados que llegan en pateras o cruzando fronteras.

En Alemania, por ejemplo, el Ministerio del Interior publicó en 2022 que la tasa de delitos graves entre solicitantes de asilo es inferior a la de la población general. En España, la propia Fiscalía General del Estado ha reiterado que no existe correlación entre inmigración y criminalidad, pese a la insistencia de Vox en vincular ambos fenómenos.

Criminalización selectiva y populismo identitario

Esta “hospitalidad selectiva” responde a una estrategia política. El miedo al migrante no blanco es un recurso para movilizar votantes. Los líderes de ultraderecha asocian deliberadamente a africanos, magrebíes y latinos con inseguridad, islamismo, tráfico de drogas o ‘invasiones’, mientras se presenta a los refugiados blancos como víctimas legítimas.

El trato desigual genera tensiones internas en las sociedades receptoras. La acogida “preferente” de los ucranianos revela que existe capacidad para ofrecer soluciones rápidas y dignas a los desplazados, siempre que exista voluntad política.

La crisis de Ucrania demostró que Europa puede abrir sus puertas a millones de personas en cuestión de días. Pero eso solo se aplica cuando son blancos y europeos.

En Estados Unidos, la presión de organizaciones de derechos civiles ha forzado revisiones parciales de políticas migratorias discriminatorias, aunque el clima político sigue polarizado. La extrema derecha liderada por Donald Trump ha convertido a ciertos migrantes en chivos expiatorios. Cambiar esa narrativa requerirá desmontar la idea de que hay vidas más valiosas que otras.

Mientras tanto, las cifras de llegadas de africanos y magrebíes a Europa siguen creciendo, y con ellas los discursos de odio. La pregunta es si la empatía mostrada con Ucrania puede algún día extenderse a quienes no comparten el color de piel ni la cultura mayoritaria de Occidente.

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