Trump, Abascal, Orban, AfD y la peligrosa conexión del «gran reemplazo» con el antisemitismo y el nazismo

Las políticas migratorias que propone la extrema derecha mundial están cimentadas sobre una base teórica sin ningún tipo de base empírica

16 de Febrero de 2025
Actualizado el 17 de febrero
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Abascal y Trump en una imagen de archivo.
Abascal y Trump en una imagen de archivo.

El término «Gran Reemplazo» tiene su origen en la novela El desembarco de Jean Raspail, publicada en 1973, pero fue popularizada por el escritor conspiracionista francés Renaud Camus en la primera década del siglo XXI. Esta teoría de la conspiración sostiene que existe un plan deliberado para sustituir la población blanca de Europa y de otros países occidentales por inmigrantes provenientes de regiones no occidentales, en particular del norte de África y el mundo musulmán. Esta visión, sin embargo, se fundamenta en interpretaciones selectivas y alarmistas de datos demográficos sesgados y manipulados, ignorando el contexto histórico y socioeconómico de los movimientos migratorios. No obstante, esta teoría falsa es el cimiento sobre el que se asientan los programas de los partidos y las formaciones ultras.

La migración, en contra de lo que piensa la extrema derecha mundial, es un proceso tan antiguo como la humanidad misma. Las sociedades han experimentado flujos migratorios motivados por razones económicas, conflictos, persecuciones políticas y cambios ambientales. No existe ningún tipo de evidencia de que estos procesos sean parte de un plan orquestado para alterar la composición étnica o cultural de una nación. Ni, por supuesto, para erradicar a la raza blanca, como sostienen desde los ámbitos ultras.

Las estadísticas oficiales muestran que, aunque las poblaciones migrantes han aumentado en ciertos países, estos cambios son graduales y no corresponden a un «reemplazo» repentino o masivo. Las proyecciones alarmistas ignoradas por la teoría suelen basarse en extrapolaciones simplistas y no consideran factores como la integración, la tasa de natalidad o las políticas de inmigración. Además, la incorporación de nuevas poblaciones no implica la desaparición de la cultura local. Por el contrario, sí que está demostrado empíricamente que la diversidad genera procesos de enriquecimiento cultural, innovación y dinamismo económico. Eso sí, esto se dará siempre y cuando desde los gobiernos se promuevan políticas de integración y cohesión social.

Los defensores del «Gran Reemplazo» suelen elegir datos sesgados y manipulados que refuerzan su narrativa. Esta visión reduccionista transforma procesos multifacéticos en un simple «ataque» contra una supuesta identidad nacional inmutable. La teoría se utiliza como herramienta de propaganda para generar miedo y resentimiento hacia los inmigrantes. Grupos políticos y extremistas, como el MAGA de Trump, el Vox de Abascal, la Hungría de Orban o el AfD alemán, la emplean para justificar políticas xenófobas y de exclusión, alimentando la polarización social. Sin fundamentos empíricos, esta narrativa busca movilizar a sectores descontentos mediante el miedo a la pérdida de identidad.

Sin embargo, la realidad empírica, la que se puede tocar, leer y estudiar, tumba cualquier argumentación favorable a la veracidad del «Gran Reemplazo». No existe ningún documento público ni privado, política gubernamental o evidencia concreta que respalde la idea de un plan coordinado para sustituir la población blanca y cristiana. Los cambios demográficos son el resultado de múltiples factores históricos, económicos y sociales, no de una conspiración.

La difusión de esta teoría no solo es infundada, sino que también tiene consecuencias peligrosas: fomenta la xenofobia, el racismo y la exclusión social. El mejor ejemplo de ello son las políticas de Donald Trump que, incluso, ha deportado migrantes al centro de tortura de Guantánamo.

Conexión con el antisemitismo y el nazismo

A pesar de que la gran mayoría de los líderes de la extrema derecha mundial se han posicionado a favor de Israel y no han condenado el genocidio y el terrorismo de Estado del país hebreo, la realidad es que sus mensajes contra la inmigración tienen conexiones tanto con el antisemitismo como con el nazismo. El principal punto de unión se halla en la forma en que ambas narrativas construyen una visión maniquea del mundo, en la que existe un «nosotros» puro y amenazado, y un «ellos» responsable de todos los problemas.

Esta dualidad simplista ignora la complejidad de los procesos sociales y demográficos, y sirve para justificar actitudes de exclusión y violencia. Aunque la teoría del gran reemplazo y el antisemitismo tienen orígenes y manifestaciones específicas, comparten una lógica común de construcción del enemigo y de conspiración, lo que las convierte en ideologías peligrosas. Lo mismo que los líderes que las propalan.

Con el nazismo pasa tres cuartos de lo mismo. Durante el ascenso del régimen nazi, se aprovechó el descontento social, económico y político de la época para propagar una narrativa de crisis existencial. Los nazis utilizaron propagandas que culpaban a grupos específicos de los problemas nacionales, logrando movilizar a sectores de la sociedad en favor de medidas radicales. En la actualidad, la extrema derecha difunde a través de medios digitales y discursos políticos que explotan sentimientos de inseguridad y miedo al cambio. Al igual que en el caso nazi, se instrumentaliza una narrativa de crisis para justificar políticas restrictivas en materia de inmigración y para fomentar un sentimiento de emergencia identitaria.

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