Tal y como se ha analizado en Diario16+ a lo largo de los años, los hechos demuestran que Donald Trump es el mayor charlatán de la historia de la política mundial que ha conseguido embaucar a la clase trabajadora bajo una falsa imagen de rebeldía contra el establishment.
No se trata de apreciaciones o análisis políticos, sino de los hechos que perpetró durante su primer mandato que, finalmente, demuestran que está muy alejado de esa imagen de hombre que va a destruir el sistema.
Durante la campaña, tanto Trump como su subalterno J.D. Vance han estado afirmando que su programa de gobierno está basado en la presunta priorización de la clase trabajadora y prometiendo una supuesta protección a los estadounidenses frente a los extranjeros, la devolución de industrias deslocalizadas y el apoyo a las zonas rurales. Los hechos demuestran que esto es falso antes, incluso, de que jure su cargo el próximo mes de enero.
No hay más que ver el hecho de que la propia actividad de la empresa de medios de Trump tiene deslocalizada su actividad en países de los Balcanes y en México, tal y como ha revelado ProPublica a través de documentación interna de la compañía.
Por ejemplo, en base a los intereses de su familia, sobre todo de su yerno Jared Kushner, Trump intentó durante su Presidencia elevar el precio de los alquileres a más de 4 millones de familias de bajos ingresos, muchas de ellas ancianas o con discapacidad.
También propuso recortar las prestaciones por discapacidad de más de 250.000 niños de familias en situación de extrema vulnerabilidad con el argumento de que alguien más en su familia ya estaba recibiendo otro tipo de subvenciones. Intentó imponer un requisito de que los padres pobres cooperaran con la aplicación de la manutención infantil, incluso haciendo que las madres solteras revelaran su historial sexual, antes de que ellas y sus hijos pudieran recibir asistencia alimentaria.
Intentó promulgar una ley que permitiera a los empresarios quedarse con las propinas de los trabajadores y promulgó una norma que negaba el pago de horas extras a millones de trabajadores con salarios bajos si ganaban más de 35.568 dólares al año.
Este es el sujeto que dice defender a la clase trabajadora. El problema no es que lo diga, lo grave es que ha embaucado a decenas de millones de personas que se han creído el argumento del trilero y se han tragado los faroles del tahúr. Hay que insistir, son hechos.
En su primer gobierno, Trump impulsó una agenda diseñada para recortar los programas de salud, alimentación, vivienda y las protecciones laborales para los estadounidenses de clase trabajadora.
Durante sus dos primeros años en el cargo, tuvo el control del Congreso y del Senado, pero utilizó sus únicas posibilidades de reconciliación presupuestaria (proyectos de ley de presupuesto anuales que no pueden ser obstruidos por el partido opositor) para recortar los impuestos a los ricos y tratar de derogar el programa Obamacare.
Tras su contundente victoria de hace una semana, Trump y sus fanáticos aliados parecen estar decididos a no dejar nada al azar. Los líderes republicanos en el Congreso, promocionados y financiados por grandes fortunas y corporaciones, no han dudado en afirmar que esta vez, con la mayoría en ambas cámaras, utilizarán sus proyectos de ley de presupuestarios para combinar bajadas radicales de impuestos con recortes agresivos al gasto social. Mientras tanto, Trump propondrá nuevas regulaciones para que las impugnaciones legales tengan la oportunidad de ser escuchadas ante un Tribunal Supremo con una sólida mayoría ultraconservadora que él creó.
Esto significará que recortará en miles de millones el Programa de Seguro Médico para Niños, revocará la elegibilidad de casi un millón de niños para almuerzos escolares gratuitos, congelará todo tipo de becas para estudiantes universitarios de bajos ingresos, revisará y recortará de manera radical el Programa de Asistencia Nutricional Suplementaria, conocido comúnmente como cupones de alimentos, eliminará programas diseñados para aumentar la oferta y la inversión en viviendas asequibles en comunidades de bajos ingresos.
También eliminará un programa federal que sirve a las familias de bajos ingresos como suplemento para evitar cortes de electricidad y que en invierno, sobre todo en las zonas más frías del país donde se alcanzan los 20 grados bajo cero de manera recurrente, las familias vulnerables puedan calentar su casa.
Por otro lado, la nueva administración Trump recortará la financiación para programas de capacitación laboral y restringirá los derechos de negociación colectiva de los sindicatos. Nada nuevo si se tiene en cuenta, por ejemplo, la amistad que une a la familia Trump con los principales accionistas de los grandes bancos y empresas estadounidenses que en los últimos años han tenido un crecimiento exponencial de conflictos con sus trabajadores.
Nada de esto son hipótesis, son todas las cosas que Trump dejó sin terminar durante su primer mandato, proyectos que quedaron en un cajón pero que ya estaban redactados. Por otro lado, no hay más que ver la parte dedicada a políticas sociales del Proyecto 2025 para comprender que los trabajadores estadounidenses se enfrentarán a un escenario similar al Armagedón. En concreto, el documento de la Heritage Foundation señala que para que América sea grande, necesita de enormes rebajas impositivas para los ricos que tienen que ir acompañadas de recortes salvajes de los programas de seguridad social.
Donald Trump no era un desconocido, ya había lanzado la mayor ofensiva contra la clase trabajadora de toda la historia de los Estados Unidos. Ni Ronald Reagan llegó a tanto. Sin embargo, los trabajadores le han votado. ¿Son idiotas? ¿Son fanáticos? ¿Son todos unos fascistas? No, no lo son. El problema es mucho más profundo y los políticos siguen silbando en busca de las migajas de los realmente poderosos.