Soy una persona impaciente. Extremadamente impaciente. Lo que me hasucedido hoy es un milagro. No oigo la radio ni en el coche, porque nose puede acelerar el ritmo. No he escuchado nunca entera ninguna de lasentrevistas o podcast que me han hecho. Y sin embargo hoy, 13 de mayo de2024, he disfrutado cada segundo de los treinta minutos que conforman elpodcast NO ERAN MOLINOS de Joaquín Pérez Azaústre, para RTVE, dedicado aUnamuno y a su inolvidable nivola San Manuel Bueno, mártir.
En ningún momento he sentido la tentación de lanzar el dedo índice sobreel cursor de la grabación. O más exactamente: he pensado que si lo hacíame perdería algo trascendente.
"Trascendente" es una buena palabra para definir el mundo de Unamuno, yel eco de ese mundo que consigue Pérez Azaústre.
Tengo en mi mesa de despacho, la estoy viendo a un metro y medio dedistancia ahora mientras dicto El querido hermano, la más recientenovela del autor del podcast. La pública Galaxia Gutenberg, donde tuvela fortuna de leer Escarcha de Ernesto Pérez Zúñiga (deslumbrante).
El libro es un fascinante objeto de deseo. Placer tocarlo, darle vueltasentre las manos, abrirlo y cerrarlo, desnudarlo para ver la tapa oscuray negra que oculta la cubierta.
Aún no he leído demasiados capítulos, porque he decidido avanzardespacio, para que el texto me cale sin prisa e inspire. Inspirar. Queun libro nos inspire es el mejor regalo para un escritor.
Confieso que llevaba apenas media docena de páginas cuando se me cruzópor la cabeza una historia familiar referida a mi madre y una de susprimas hermanas. La escribí directamente en las hojas blancas decortesía del libro. En las primeras.
Y al día siguiente, tras leer cuatro o cinco páginas más, inmediatamentemás abajo y separado sólo por una línea, surgió un poema en el que hablode Dios o de que Dios habla conmigo, a pesar de que creo que yo no creoen Dios.
Unamuno. Azaústre. La fe.
Hace aproximadamente veinte años que conozco a Joaquín, pero hace sólounos días que en verdad lo he descubierto.
Excelsior.