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El camarero de Conil y el chato de pitarra

28 de Julio de 2017
Actualizado el 02 de julio de 2024
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pitarra
Por escuchas y consejos, sabía que Conil de la Frontera era un lugar apropiado para pasar unos días de vacaciones con los amigos. He podido comprobar que te da opción a planes de todo tipo, desde fiesta loca hasta la tranquilidad que transmite el rugir del Atlántico cuando choca con la orilla de la playa, un magnífico escenario para tomar un helado o vivir el romántico amanecer de las noches de verano. Te anima a pasear y conocer sus blancos rincones y bellos monumentos, junto a los que puedes escuchar chirigotas callejeras entonando el tres por cuatro más carnavalero o el alegre cante de la voz que, acompañada de palmas y guitarra, entona un tanguillo gaditano.Ayer me levanté con antojo de tapear y conocer las clásicas tabernas y las delicias marinas de esta zona gaditana. Al mediodía, salí en busca de algún bar en el que poder tomar unas tapas y algún vino casero, que se me había antojado. Cierto es que encontré muchos, variados y buenos aperitivos, a cual más maravilloso, como la tosta de salmón marinado con salsa de yogurt que comí junto al paseo marítimo, que era una verdadera explosión de sabores y sentidos diferentes en el paladar.No podía perder la oportunidad de probar vinos que por la zona pudieran fermentarse. Decidido a tomar el alcohólico caldo de la uva pisada y reposada, pedí al camarero un vino de pitarra. Cuando vi su cara de inexpresión reformulé mi pedido, – un chato de vino de pitarra, por favor. El camarero no cambió la cara, pues no le aclaré lo que quería, sino que más bien lo había liado aún más.El muchacho no supo cómo servir mi pedido y me dijo con agradable acento gaditano: – ¡qué cosas más raras me piden ustedes! Cuando le expliqué que era el vino de pitarra me aclaró que no tenían, a la misma vez que yo le descifré lo que para él era un enigma.Debo reconocer que me llevé un enorme disgusto, dos en realidad. Primero, por no beber el caldo que deseaba y, segundo, por descubrir que términos tan comunes para mí, son enormes desconocidos por estas blancas tierras de la antigua frontera con el Reino de Granada.Ya lo saben, si van a Conil no pidan vino de pitarra. Bueno, quién sabe, puede que aquel camarero le entrara la curiosidad por pisar su propio vino y acabe siendo un productor afamado. 
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