Tiene algo de monstruo, de troll deforme, que además acentúa con esa banda que se pone en la nariz con la esperanza de respirar mejor: Nicolás Jarry.
Torpe y pesado de movimientos. Más bien antiestético. Pero es un gigante. Y nunca se debe minusvalorar a un gigante. A cualquier otro rival le habría pasado Carlos Alcaraz con sus globos, pero Jarry llegaba perfectamente.
Aunque en verdad no ha sido Jarry quien ha derrotado a Carlitos en la semifinal del Open de Argentina.
A Carlitos le ha derrotado Alcaraz. Le ha derrotado otra vez Alcaraz, que no le dejaba «jugar jugando», que es como le gusta a los chicos jugar a cualquier cosa (y también al tenis). Jugar jugando. Pero ahí estaba Alcaraz con todo el peso y con toda la responsabilidad a sus espaldas. No es fácil saber que eres el número 2 del mundo y que debes demostrarlo a cada momento. Te debe poner muy nervioso ver que siendo el número 2 del mundo te cuesta ganar al número 21. Y no sólo te cuesta, sino que no lo ganas. No lo ganas. Pierdes.
Ayer Juan Carlos Ferrero parecía haber recuperado la sonrisa. Hoy se le ha vuelto a quedar congelada en la cara. No es un mundo fácil.
Un torneo que parecía ganado de antemano, en el que el único rival que en teoría podría resultarle molesto: Casper Ruud, se había quedado por el camino.
Pero Alcaraz no dejó jugar a Carlitos. Y la tensión y el peso aumentan. Esperemos que Carlitos sea otra vez el Gran Carlitos en el torneo de Río.
Tigre Tigre