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Carta al mierda per se (para no olvidar)

David Márquez
David Márquez
Escritor de artículos y ficción. Colabora con diversas publicaciones periódicas y ha publicado: ¿Y? (microrrelato) y DAME FUEGO (el libro) (microrrelato, poesía y otros textos), ambos trabajos inconfundiblemente en línea con el pensamiento y estilo que manda en sus artículos, donde muestra su apego a la libertad total de ideas, a lo humano y analógico, siempre combativo frente a cualquier forma de idiotez. amazon.com/author/damefuego
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análisis

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Si a usted le pareció justo y lógico marcar a ciertos miembros de la población con la etiqueta «positivo», así como «rastrear» a convivientes, amigos y desconocidos sospechosos de haber roto la «distancia de seguridad» con el apestado, si su convencimiento nació de un espíritu cagao, inmaduro y egoísta, es usted un mierda. Y sepa, ya que con toda probabilidad es usted tan mierda como ignorante, que en el pasado (y aún hoy en determinadas latitudes) se apartaba y confinaba en guetos a leprosos, enfermos mentales y herejes. Así que, si le pareció justo y lógico y asumible intelectualmente el etiquetar y confinar a la población «positiva» y, sobro todo, lanzar injurias y maldiciones contra los «no vacunados», esos «negacionistas asesinos», considérese usted eso, un mierda bien equiparable a los inquisidores y perseguidores que llevaron a tanto inocente, comenzando por Cristo, si lo desea, a la cruz, la hoguera o la mazmorra (le veo a usted como sayón en el «Cristo presentado al pueblo», de Massys.). El mismo espíritu gobierna sus pensamientos de usted, y si hubiese nacido entre los siglos XV al XVIII, bien que unas cuantas «brujas» habrían caído víctimas de esa su lógica y justicia que ahora aprueban el etiquetaje humano, el rastreo y el confinamiento. ¿O ya no?

Si usted encontró decente, humano y tolerable, «valorar cuidadosamente el beneficio de ingreso en pacientes con expectativa de vida inferior a dos años» (literal), y así dejar en la cuneta, condenados a muerte a esos viejos nacidos muchos más años antes que usted y tanto joven ingrato y tanto maduro cobarde, aun habiendo llegado a urgencias antes que todos ellos, si usted aprobó y aplaudió esto en su día, y hasta lo había olvidado ya, aquí estoy yo para recordárselo, y garantizarle que es usted un grandísimo y cobarde mierda, escoria. Y quede claro que hablo en singular, pues me dirijo ad hominem de la manera más efectiva, sin olvidar que hay miles de personajes que comparten la condición de mierda con usted.

Aquello no fue un tema, señor/a mierda, relacionado con la «moral». Aquello fue (y es) pura inhumanidad consecuencia de una cultura y una política basadas en las matemáticas, la mal llamada y entendida «ciencia» (en contra de científicos) y el más duro y puro mercantilismo. Y no ha de olvidarse nunca que las personas (ahora somos todos muy buenos, ¿verdad? Muy humanos y amigos, porque el «bicho» cabeza de turco por fin nos dejó en paz), las personas pasaron a convertirse en instrumentos, en moneda de cambio, en desecho, en «positivos» y hasta en altamente sospechosos de traición al Régimen cuando carecían de «pasaporte Covid». Esto, señor mierda, usted que ahora rebosa humanidad, empatía y ganas de suministrar y recibir achuchones, esto no se me olvida, ni a mí ni a usted, aunque dudo mucho que a usted le estén subiendo los colores, si es que se atrevió a leer hasta aquí, so mierda.

Pero, ¿sabe por qué es usted tan, tan mierda? Porque todo lo anterior, defendido a capa y espada por usted en los peores momentos, no son convicciones, sino posturas de cara a la galería. Sí, señor mierda, todos sabemos que usted no se vacunó, que su mascarilla acumulaba porquería de dos meses, que usted tampoco se fiaba de los datos y los expertos, y aun así pregonó el mensaje de masa a todo volumen.

Soy consciente, para terminar, de que la mayoría de la población no es tan mierda como usted. Así que no se identifique con esos millones de ciudadanos que, simplemente, cayeron en la rutina loca del miedo, víctimas de las pantallas. Los tiempos cambian, ¿sabe? A todo mierda le llega su San Martín. La gente no es tan imbécil como usted, sobre todo cuando se la aparta del grupo y se expresa sin miedo ni prisa. Otra cosa es que siga votando, ilusionándose, ingenua, porque no le queda otra. Eso es lo «grande» y pequeño de la democracia: su voto de usted cuenta como el que más, pero su actitud no vale una mierda. ¿Entonces? Gran paradoja.

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