Castro Martín y Pärt

19 de Mayo de 2024
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Juanjo-Castro

No es un músico divertido Arvo Pärt; aunque sólo sea por autoridad, ver los intérpretes de su obra en los años 70 y 80 indica el nivel, el respeto y la expectación que estaba produciendo entre los más ponderados. Su Tabula Rasa, un concierto para violín y piano preparado, fue grabado por primera vez a caballo de Gidon Kremer y Alfred Schnittke, casi ná... ¿Alegre? No, más bien desolador.

No pasa nada, ya Aristóteles advirtió que la descompensación de humores proveniente del hígado, muy frecuente en personas con una inteligencia mayor o diferente, se llama malinconia; Robert Burton haría de la Melancolía sinónimo de la Belleza, y toda una época del Arte es esencialmente melancólica, e incluso cabría preguntarse cuál no lo es.

Juan José Castro Martín acaba de publicar Copo tras copo, una colección de poemas brevísimos, condesados magistralmente, cerrados en todos los sentidos. Tres versos, armoniosamente encarrilados con sus acentos principales en 4, 6 y 4, lo que le permite una fluidez rítmica y un elongamiento de la intención comunicativa central que provocan sensación de totalidad, y con una mirada sabia, conocedora del curso de los acontecimientos, belleza y realidad se abrazan.

Ha habido en España peste de haikus como la hay de aforismos, pero no todo es igual, claro. Cualquier forma artística es imitable. El Arte no. En todas las lenguas hay equivalentes de esa capsula de naturaleza que es el haiku, incluso adaptaciones estupendas como las de haiku y seguidilla de Antonio Piedra: las jaiquillas. Sin embargo, el toque pseudorientalizante no suele funcionar, aprender de los recursos de otros está en el artista pero la mirada y la ejecución han de tener ese toque creíble que no lo convierta en japonés de salón.

Castro tiene forma, mirada y capacidad. El libro es una colección de poética perfectamente diseñada, sorbo tras sorbo, con esa extraña habilidad de evocar al tiempo que una musicalidad evidente, muchas veces despreciada en el verso del grandísimo arte menor por poetas solemnes (ésos que algún amigo sitúa en el monte Tabor). No tengo nada en contra de ningún tipo de verso, aunque he de reconocer que a mis digestores no les resulta fácil tolerar todo lo que hoy sale como poesía, tan abundante lo largo pretencioso.

Hay una cierta pureza, una pulcritud en lo que hace Castro, siempre consciente y serio, creo que no se deja llevar por ventoleras ni vitales ni poéticas... Uno lo ve, habla con él, va leyendo lo que hace y se queda con la impresión de que se trae algo entre manos, que tiene ideas y proyectos, y sufre porque merecería más lectores pero es lo que hay... esa pureza juanramoniana (tan mal leída a veces, nada tan impuro como el de Moguer) es la que quería citar, tan acorde con el homenaje al frío y la nieve que es este libro.

Mención aparte requiere el trabajo editorial, Puerta Granada está haciendo unos libros preciosos, con el gusto de quien sabe de edición: detrás están el editor Gerardo Martín y las colaboraciones de ese maestro del sueño perfecto que es Javier Leal, cuya trabajo tiene el don de la excepcionalidad con apariencia de sencillez: vaya preciosidad de libro que ha ejecutado con este poemario de Castro Martín, sólo manearlo, tocarlo, mirarlo, pasar las páginas y observar ya es un espectáculo.

Hace bien Castro Martín en citar a Arvo Pärt, es un artista magnífico, y él un poeta grande.

Muere la nieve.Su llanto es el aullidoque el río arrastra.---*---Rondan el frío;calígrafos los cuervosleen la nieve.---*---Rosa del frío,será de nadie el pétalobajo la escarcha---*---Copo tras copoel mundo se colmata.Pesa el aliento
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