Para descubrir el resto de ingredientes de este su tercer tebeo hablamos con Adrián Bago. De cómo ha ido puliendo la narrativa desde aquel prometedor ‘Sicofante’ (2020) en el que sentaba las bases de esta serie de crueles/amables retratos de su vida. Porque si bien Bago se muestra implacable con sus ‘yo’ del pasado, para el lector la risa va unida a la empatía, a la proyección y, posiblemente en más de un caso, a la aceptación de uno mismo. Si bien es cierto que el cómic underground viene generando autobiografías rebozadas en fracasos y traumas, más o menos domésticos, no recuerdo quien lo haya hecho en España con más acierto en esta disciplina heredera de los preceptos de Robert Crumb. En Ateo de uno mismo —maravilloso título—, la infancia y primera adolescencia del autor son las reses de la sala de despiece. Sin compasión y con mucho sentido del humor, Bago reniega de su pasado, en la misma medida que podríamos entender que lo reivindica.
En primer lugar,agradecerle estos cómics de extensión reducida y formato cómodo, ese espíritu del tebeo y del underground histórico.
Todo un honor satisfacer de alguna forma al castigado lector con tanto tochón imposible de leer en la cama o el baño. Lugares naturales e idóneos para el consumo comiquil.
Felicidades por el título, todo un hallazgo.
Muchas gracias. Quizá mi editor se alegre al no utilizar oscuros y herméticos vocablos condenados al fracaso comercial y la nula complicidad emocional, como venía siendo habitual. Sicofante, Bibelots... ¡Dios mío!
Con cierta licencia poética, se confiesa ateo de usted mismo pero, de algún modo, ¿no hay algo de reivindicación, de “sí, esto sucedió así, yo lo hice ¿y qué?”?
Bueno, el tebeo es al fin y al cabo un catálogo de vivencias reinterpretadas desde la posición ventajosa del presente. Como ya dijo Allen, el humor no es más que drama más tiempo, por lo que ese distanciamiento propio del paso del tiempo proporciona el cariz humorístico que creo que funciona muy bien con este tipo de relatos. Si en general repudio la solemnidad, ya en los relatos autobiográficos es insoportable. De todas formas, creo que las vivencias aquí relatadas en sí mismas no son gran cosa, casi todo el mundo ha tenido experiencias parecidas, al fin y al cabo el potaje de la humanidad tiene cuatro ingredientes, es fácil que alguno salga repetido. Quizá lo interesante aquí sea el punto de vista desde el que se narra. Yo me siento más un narrador de “mirada” que de hechos.
He de confesarle que en este ‘Ateo de uno mismo’ es donde más he disfrutado con sus historietas autobiográficas. ¿Ha dado con la clave al simplificar la fórmula? ¿son las anécdotas en sí?
Yo creo que viene de cierto proceso natural en el que vas añadiendo o quitando cosas hasta perfeccionar la formula, por así decirlo. Sicofante tiene lo bueno y lo malo de las primeras obras largas, hay mucho riesgo y poco conocimiento, muchos fallos y muchos aciertos involuntarios. Quizá también le pese un poco que pensaba que igual iba a ser mi última obra, y traté de meter todo, en ese sentido es una obra muy panóptica, y claro, también expulsa al lector. Es un poco como en La Casa de los 1000 Cadáveres, de Rob Zombie, estoy convencido de que la rodó pensando que no rodaría más y metió todo; generando un entretenimiento para cafeteros de la casquería pero poco más. En cambio luego te hace The Lords of Salem y se te caen los huevos. Aunque viendo su viraje creo que es una senda a la que ha renunciado.
“En el panorama actual se ha impuesto cierta solemnidad y cierta épica que son dos de los elementos que más aborrezco”
Y, de alguna manera, este tratamiento facilita un acercamiento más relajado a la lectura de Sicofante, de repente, tras leer Ateo de uno mismo, resulta más cercano o más detectable la autoparodia.
Como todo en la vida, hay un aprendizaje. Sicofante fue mi primera obra larga escrita por mí, tiene un toque pretencioso porque está claro que no llego a donde quería, pero es un intento loable que se alza en contra de varios pilares impuestos por el mercado. En este caso, en Ateo, la cosa está más relajada. De alguna forma estoy más zen. Asumo que no aspiro a nada, sólo trato de hacer tebeos que me gustaría leer.
El cómic autobiográfico actual en el panorama nacional suele moverse más en los terrenos del drama. ¿Se siente un rara avis en el género haciendo humor de sus vivencias?
No sé si rara avis pero sí que me siento bastante al margen del mundillo del cómic. Veo que la gente tiene más o menos relación entre sí y yo cada vez que voy a un salón o algo estoy completamente perdido. Creo que más por mi obra es por mí, no soy dado a interactuar por redes y llego a los eventos de cero. Pero sí que es cierto que en el panorama actual se ha impuesto cierta solemnidad y cierta épica que son dos de los elementos que más aborrezco.
¿Tiene intención de continuar esta saga de revistas “autoconclusivas”, por llamarlo de alguna manera?
Tengo claro que queda mucho del colegio y la adolescencia por contar, pero ahora mismo estoy recopilando cosas de la carrera de Bellas Artes. De los 18 a los 23 se forjan todas nuestras esperanzas, pero no somos conscientes de su inviabilidad. Por lo que tratar desde la derrota actual las aspiraciones de la juventud es muy goloso.
