Decía el bueno de Hichtcock, tomando café con un tal Truffaut: “Es mejor partir de un estereotipo, que llegar a él”. Los que acostumbramos a solo ver obras indie, nos cuesta mucho quitarnos la gilipollez y dejarnos convencer por montajes de carácter más comercial. Pero es que, en este caso, Atrapadas en la Ofi ni es comercial, ni es una obra indie… es un buen musical. Pasas el rato, disfrutas, piensas en cosas mundanas, en problemas de la clase media (no en el hambre en el mundo, ni en las malditas guerras) y te dices: “Coño, si yo también nací en esa clase media y también tengo derecho a verme reflejado en algún lado”.
Soledad, frustración, presión social sin terapia, aprendizaje automático de discursos manidos, reflejo de la lucha entre clases medias (baja-alta), buena música ochentera… todo aderezado con mucho humor y unos buenos actores muy bien dirigidos.
Imagino que si uno lee el texto en papel no sé si da para más, de hecho hay muchas líneas dramáticas que podrían haber tenido mayor recorrido, ya que solo atisban conflictos que no llegan a lugares concretos (reformulo… creo que me estoy yendo al arte y ensayo y esto no va de esto…). El texto funciona, puesto que está al servicio de otra cosa: el trabajo de dirección (del mismo autor), y la dirección, tanto musical como de escena, es excelente y saca partido al presupuesto que tiene con infinita frescura.

Así, nos enclaustramos junto a cuatro personajes que deben sobrevivir a una noche de autoconocimiento, creando un vals entre La Llamada y El Ángel Exterminador. ¿Quién conoce a sus compañeros de trabajo? ¿Quién quiere trabajar? ¿conoces a la gente con la que compartes 8 o 10 horas de tu vida? ¿te importan?... Si el trabajo fuera bueno, se lo quedarían los ricos, a los demás nos quedan los trabajos de mierda, que son la mayoría.
La obra te toca inesperadamente, como esos vinos ricos que no cuestan mucho y te gustan y siempre los pides. La comedia te va arrastrando a recordar a personas que conoces, a ti mismo o a la vida real. Y a pensar en el tiempo, que se va y no vuelve. Y esa es la parte en la que el texto se convierte en algo más vivo en boca de unos magníficos cantantes, perdón, actores, perdón, personajes… que son lo que realmente eleva el espectáculo.
Juan Antonio Plazas, un actor en alza que se está haciendo un hueco (parece fácil, pero no lo es) en esto de los musicales de Madrid, canta, baila y trabaja lo emocional con destreza, vamos que parece un veterano cuando se junta con Ricky Merino (a este se le notan las tablas), que defiende su trabajo con un llamativo talento, demostrando que no es solo una bonita y estudiada voz. Noelia Marló saca brillo al personaje menos carismático, rompiéndolo con una técnica vocal impresionante, mucha verdad y un buen trabajo escénico y, por último, Candela Solé, una actriz que hace que las oficinas de casting tengan algún sentido (¿Lo tienen de verdad?) aparte de estar al nivel de sus tres compañeros en canto y trabajo actoral, de repente nos arroja sin preaviso una vis cómica que hacía tiempo que no veía tan llamativamente natural por las tablas.
Resumen: que si tenéis un día de esos que no queréis poneros trascendentales y ver algo muy divertido, bien hecho, con magníficos actores y una buena dirección id a verla… Lo mismo os sorprende y os acabáis poniendo trascendentales discutiendo sobre la ácida verdad que encierran los estereotipos…

- Título: Atrapadas en la Ofi
- Dirección: Sara Pérez y Emma de Martino
- Texto: Emma de Martino
- Reparto: Juan Antonio Plazas, Noelia Marló, Ricky Merino y Candela Solé
- Compañía: La Coja Producciones
- Sala: Teatro Lara, Madrid