Y es un privilegio. Un hallazgo. Por segunda vez, un hallazgo.
Conversar caminando es distinto a hacerlo acodado en la barra de un bar o sentado en una mesa. Caminando es mejor siempre. Casi siempre.
Venimos de El Comercial, de la cena para los íntimos -en la que me han permitido colarme- tras la presentación de las cuatro novelas cortas que forman TRÁNSITO, el nuevo libro de Jesús Zomeño. No he llegado a la presentación porque tenía cita con López Baena, el cirujano que mejor maneja en España la técnica de laparoscopia para hernias inguinales que inventó Merello Godino.
-Todo perfecto -sentencia José Ángel López Baena.
...y salto al coche, bailo de contento porque me espera buena compañía en el atasco y ante las semáforos, llego a mi casa, aparco, salto al metro y ¡zás! Ya estoy en el Café Comercial.
Están todos alrededor de la mesa que el capo, Isla Grande, Rafael Soler, reserva para él y los suyos en LOS LUNES LITERARIOS. Me siento (esta gente generosa que me ha caído del cielo) entre Isla Grande y Zomeño. Alguien me trae un ejemplar del libro, Someño me lo dedica y yo lo meto en el caparazón de tortuga que es mi mochila negra.
Todo lo que se dice es interesantísimo. Todo lo que nos pone y me voy comiendo está riquísimo.
"Metralla" es un libro objeto con forma de cartucho de dinamita con veinte aforismos de Raúl, es la segunda vez que lo veo, no sé su apellido. Lucía, La Chica De Soler, La Musa Más Que Musa, le cambia a Turégano el asiento para que estemos juntos todos los "raritos" (lo digo con cariño).
¡Qué bien estoy con los raritos!
¡Cómo lo disfruto! Hablamos de escritores y de libros. Sucede que Turégano, hace ya un tiempo, dedicó dos años de su vida a leerse todos los tomos de En Busca Del Tiempo Perdido. Esa pasión por la literatura, en alguien que es editor, me parece un espejismo. Pero no, es algo cierto. Bajamos por Fuencarral camino de la Gran Vía, como hice hace justo un año con otro "rarito" que también vive en Valencia: Carlos Marzal; aunque hace un año era bastante más tarde y algo más también habíamos bebido.
Turégano. El editor de Contrabando. Lleva una maletita con ruedas, un troley con los apenas tres libros que no se han vendido. No sé exactamente de qué hablamos. Detrás nuestro, a unos pasos, vienen también Zumeño y su mujer.
Es primavera. Me ha gustado mucho conocer al autor de Tránsitos. En unos días se fallará en Valencia el Premio de la Crítica y Rafael Soler está entre los nominados. Ahora ya sé que no se lo dieron, pero peor para ellos: el premio se habría premiado a sí mismo un galardonando La pistola de mi padre; puedo certificar que es un artefacto literario magnífico.
Me despido de Jesús Zomeño y de su mujer, y también de Máximo, en la esquina de Caballero de Gracia con Montera.
A Manuel le acompaño un poco más, hasta Sol. despedida.
¡Qué noche deliciosa!, pienso, cuando, ya solo, acelero el paso.
Bajaré caminando, recreando las conversaciones, por el Paseo del Prado y Reina Cristina hasta la Avenida Ciudad de Barcelona, donde vivo.
Excelsior