Llevo años queriendo volver al cine. A hacer cine. No es que lo haya dejado en ningún momento, pero ni ponía títulos a lo que rodaba, ni montaba (nunca me ha gustado), ni se lo enseñaba a nadie. Del primer corto no recuerdo el título: super8, mi prima Marta Rabanal con 14 años medias negras, piernas cruzadas, vestido corto y una foto de la cara de Franco tapando la suya a modo de máscara; llegaba un chaval, tampoco recuerdo el nombre (estudiaba conmigo derecho en el CEU), le quitaba la cara de Franco de un tirón y salía corriendo.
Tenía 16 años recién cumplidos. Le pedí la cámara a mi padre (él lo llamaba tomavistas). El super8 y su ritual y misterio. Una moviola que aún conservo. Demasiado caro, demasiado esfuerzo: las películas se iban destrozando a cada pase y no podían copiarse (no había negativo). Volví al cine a los 26, el video, video8, lo hacía por fin asequible, e hice un montón de cortos, dos largometrajes (Barcelona o yo, The long hello) e infinitos videoclips. Y luego la diplomacia (Dakar), la excedencia, dedicarme sólo a escribir, videos sólo para mí (como gimnasia y juego)… aunque me contrataron para Canal Nou como realizador en ese periodo, pero fue muy poco tiempo.
Y quería volver. Quería. Es tan fácil ahora. Es demasiado fácil ahora; lo del cine. Aunque los programas de montaje son un exceso. Me gusta filmar en 1-1. Aquí te pillo, aquí te mato. Plano secuencia. En París rodé Otro día sin ti con Max Doble X para meter como bso una de sus canciones: Solo por madrid. Y luego -también con él, somos familia muy cercana- y con su amigo Jon, gracias al impulso de mi amigo Antonio Orbe, En la espuma, un cortito de poco más de un minuto (aunque encierra catorce años dentro).
Entonces me llamó Carlos Madrigal. McDrull hijo, en la jerga del mítico Grupo de Brooklyn al que ambos pertenecemos. Quería hacer una película sobre el proceso creativo.
-Me gustó mucho tu película de Nueva York.
Y bastó con que echase esa botellita de gasolina al fuego que me sigue quemando por dentro para que entre ambos ideáramos un largometraje que se tardase tanto tiempo en rodar como fuese a durar luego.
El juego fue como sigue: fui al estudio que tiene en su casa de Madrid y puse una cámara que es una suerte de dron de mano, una dji mimo (las cámaras son objetos fetiche para cualquiera que ame hacer cine) apuntando al cuadro, grabando cada pincelada, mientras nosotros hablábamos con libertad absoluta acerca del misterio de la creación pero también de amigos comunes y personajes de éxito. La primera sesión duró alrededor de una hora y me encantó el resultado, pero Carlos dijo que podíamos hacer una segunda y llevar aún más lejos el retrato. En la grabación de la primera había brillos en la imagen que no me gustaban, Carlos utiliza una pintura muy líquida que convierte el papel sobre el que trabaja en un estallido de vida. Para la segunda sesión decidí utilizar dos cámaras, como segunda simplemente la del móvil, por el tipo de óptica (el dron de mano tiene un angular demasiado descarado para algunas cosas). Sólo había que juntarlas, para el segundo tramo elegí, a pesar del ángulo forzado (o quizá por ello porque soy travieso) lo grabado con el esmarfon; y ya teníamos hecho un largometraje vertical de más de hora y media. En mi estilo. Con lo que hay (así bauticé en su momento a los cursos de cine que daba en la Universidad de Alcalá; he olvidado antes hablar de ello). Máximo resultado con el menor esfuerzo posible. Montaje supermínimo. Pero… Pero esa conversación libre y distendida, entusiasmada, que conforma la banda sonora de la película no era apta para ser mostrada al mundo: demasiado íntima y sincera (aunque la hemos dejado para el futuro, por si llegamos a hacernos tan famosos como Stan Lee y su Spiderman)
De momento sólo vamos a mostrarle al mundo lo que puede verse en el enlace de más abajo, junto al que también pondré los que llevan a las dos peliculitas con Max Doble X.
Agradeceré muchísimo todo: opiniones y comentarios, los pulgares para arriba, las suscripciones a La Pirindola (el canal utilizado), y cualquier cosa que cualquiera quiera.
Aunque en verdad, confieso, yo sólo quería hacerlo. El proceso. Eso es lo que me gusta. Igual que cuando escribo o cualquier otra cosa artística. El proceso. La aventura de estar en medio de lo que no existía y que cuando acabe existirá, y que quizá -eso lo soñamos todos y es gran consuelo- nos sobreviva en el tiempo.
Excelsior.
ENLACES:
Carlos Madrigal retrata a Javier Puebla: https://youtu.be/cukEZuI_EcQ
Otro día sin ti: https://youtu.be/ye4CFeuBpWg
En la espuma: https://youtu.be/zI-3YnmUaSQ