Está en su mesa habitual. Me siento a su izquierda y tengo que pedirle a Rafa, el maître, que por favor me cambie la silla al otro lado porque llevo varios días con tortícolis. Un verano demasiado corto y una rentrée demasiado acelerada e interesante; así que sufro un poquito de estrés, pero sé que la compañía de El Mago hará que desaparezcan todos mis males en un momento. La compañía de El Mago y la excelente comida de Sensaciones (se llama así el restaurante del Hotel Liebany situado en el número 3 de la calle de la Salud, tangente con la Plaza del Carmen).
-Te he traído esto.
Y me da una cinta, un caset. ¡Un caset! Adoro los casets, el Yaris de mi madre, que es el coche que yo suelo conducir, aún tiene lector de casets.
43 GRADOS.
https://open.spotify.com/intl-es/artist/02eqGYTdLUduTAiOwH52HI
43 GRADOS es el grupo de Hard Rock de Iván Peñuelas, el camarero predilecto de El Mago en el Liebany (sin por ello desmerecer al amabilísimo Rafa, que es quien me ha cambiado la silla fingiendo que no se me notaba para nada el estrés, y Jose, que es el jefe, pero que si tiene que meterse en la cocina para darle su toque mágico (estamos en el mundo de El Mago) se mete y sale con unas chuletillas “que lo flipas, bro”.
He hablado y visto muchas veces a El Mago, y como con cierta frecuencia con él en el Liebany, que podría decirse es su “cuartel general” desde que -supuestamente- no está política, social y culturalmente activo. Supuestamente. Porque ayer comió en el restaurante donde ahora estamos sentados con Ginés García Millán, que se está preparando para hacer de Max Estrella, nada menos que de Max Estrella, en un teatro de Madrid, de Mad Madrid. Ginés, a quien conocí en Murcia cuando se estrenó El infierno prometido (Chumilla), ha adelgazado un montón y se ha dejado una barba de profeta fantástica (El Mago me enseña una foto). Pero en el Liebany, junto a él, puedes encontrar a cualquiera de las estrellas de su no tan pequeño mundo, Juanjo Laborda, su gran y querido amigo y ex presidente del Senado, es uno de los habituales, en el que caben ministros, periodistas, actores, músicos… y lo que se te pueda ocurrir.
Era El Mago quien hacía posibles los míticos, muy míticos, cursos de verano de El Escorial (olvídense de los rectores de turno que se limitaban a figurar); cursos que cuando él los soltó fueron adelgazando hasta casi desaparecer por completo (ni siquiera sé si este año se han organizado o no). El Mago, que era vicerrector de la UNED. El Mago, que ha realizado un trabajo social alucinante para ayudar a los marginados y desfavorecidos de la sociedad. El Mago, que estuvo en México de Consejero de Educación… No voy a seguir. Y ni siquiera sé si voy a poner su nombre verdadero (me refiero al del carnet de identidad). Quizá no. Quizá no lo ponga. ¿Para qué? Él es el agua que ha dado de beber a muchos de los más imponentes árboles de la vida cultural, política y social de esta España nuestra (hoy americanizada y estúpidamente europeizada y en proceso de perder su ya desdibujada identidad).
El Mago. El Liabeny, restaurante y hotel. La buena compañía. Sentirse cuidado como si uno fuera el ombligo del mundo. Eso es lo que hace El Mago. Esa es su mayor magia. Saber cuidar a quien está cerca y le necesita. Hacer el bien. Y hacerlo bien.
(¡Qué demonios, El Mago se llama Tomás Fernández García!, el mundo entero se merece saberlo).
Excelsior.