Catorce de febrero de 2017. Desde un plató de La Sexta, Cristina Saavedra cuenta las noticias de ese día.—Buenas noches, señores y señoras. Hoy es 14 de febrero de 2017. Bienvenidos a la edición de la noche de nuestro telediario. Pasamos a resumirles los titulares del día.Nuevo pacto en la Moncloa. Mariano Rajoy está dispuesto a ceder la presidencia del Gobierno a Pablo Iglesias, si éste se corta la coleta. O no.Cambio de última hora en Eurovisión. Leticia Sabater representará a España, con la canción “El señor don gato”. Cantará, eso sí, en alemán: “Das Geschenk Herr Cat”. Dice estar segura de la victoria.Deportes. Messi renuncia finalmente a renovar su contrato con el F.C.Barcelona. Jugará las cuatro próximas temporadas en el Linares Deportivo. En declaraciones a nuestra redacción, el presidente del club jienense afirma que ofrecieron al astro argentino ser socio mayoritario de la mayor piscina de pelotas de la localidad. No se lo pensó dos veces, sentenció el directivo.Y una noticia de última hora, que nos llega en directo desde la madrileña plaza de España. Dos jóvenes afirman que se les ha aparecido San Valentín. Pero dejemos que sean ellos los que nos lo cuenten.—Buenas noches, Elena. Tienes contigo a unos jóvenes que afirman haber visto a San Valentín, ¿no es así?—Así es, Cristina. Tenemos con nosotros a Valentín y Valentina, que celebraban su primer año de amor en esta misma plaza en la que ahora nos encontramos. Te paso con ellos.—¡Buenas noches, Valentín! Cuéntanos, ¿qué ha sucedido?—Hola, buena. Zoy Valentina. E que mi novio za quedao muo, zabe? Pero zi quiere yo le pueo contá.—¿Mudo? Bueno, cuéntanos, sí, Valentina, cuéntanos. ¿Se os ha aparecido San Valentín?—Pue zí, mira, etábamo zentao ahí, en eze banco, y de pronto, el caballo de don Quijote za iluminao, y… bueno, no recuerdo bien como ha zio, pero z’aparesio un zeñó que no ha disho que era Zan Valentín.—¿Y qué más os ha dicho, Valentina? Por cierto, nos habían asegurado que sois de Barcelona.—No, nosaltressom de Vic.—Pero… entonces… ¿ese acento?—Ah, zí, el asento. E que le hemo preguntao a Zan Valentín que cómo podíamozabé que to ezo que no había contao era verdá. Y entonse ha disho que mi novio ze quedaría muo, y que a mí me cambiaría el acento. Lo que paza e que cuando digo de dónde zoy, pue má la zangre catalana que el heshizo del jodío zanto.—Qué interesante tu testimonio, Valentina. ¿Y qué más? ¿Qué más os ha contado?—Pué…Después de un silencio tenso y prolongado…—Ay, perdona, hia, que ze me zaltanla lagrima cuando lo recuerdo. No ha disho que… que ezte iba a ze nuetro último día de Zan Valentín. Bueno, el nuetro y el del mundo entero. Ha disho que el año que viene, el 14 de febrero, ocurrirá algo que hará que el mundo z’acabe. No de repente, zino poco a poco. Ay, hia, qué diguto, qué diguto tengo…—Pero… Valentina, ¿no os ha dicho qué va a ocurrir?—No, no no lo ha disho. Ha disho que ezo no no lo podía revelá.—Pues bien, ahí lo tienen, el testimonio de una pareja que dice haber visto a San Valentín, y que les ha revelado un mensaje que podemos llamar… ¿apocalíptico? Gracias, Valentina, por tu testimonio.Mientras, en un cuarto de estar cualquiera de una casa madrileña, Baldomero y Maruja terminan de cenar mientras ven las noticias.—¿Has oído eso, Baldomerín? ¡Ay, que se nos acaba el mundo! ¿Será verdad que no vamos a poder celebrar más este día juntitos?Baldomero mira a su esposa de reojo, con desprecio.—Tonterías, mujer, tonterías. Esos lo que pasa es que tienen mucha cara, y quieren su minuto de gloria. Verás cómo a partir de mañana empiezan a salir en “Caiga quien caiga”, “Esta noche cruzamos el Mississippi”, “Crónicas Marcianas” y en el programa de las mama chicho esas.—¡Ay, Baldomero, qué anticuado estás! Pero si esos programas ya no existen.—Pues en los que existan, qué más me da a mí. Anda, límpiate, que tienes el bigote lleno de tomate y pareces Cantinflas.—¡Qué poco romántico, Baldomero! Podías ser un poco más cariñosín, que hoy es San Valentín. ¿Sabes qué? Que ahí te quedas, que yo me voy a la cama.—Pues yo voy a ver cita con la bebida.—¡Cita con la vida, de Nieves Herrero! Y también lo han quitado.—No, si digo que tengo una cita con la bebida. ¡Que me bajo al bar!Un año después, catorce de febrero de 2018.—Buenas noches, señoras y señores telespectadores. Nos encontramos en directo, en la plaza del Callao, en Madrid. La plaza está cercada por la Policía Nacional y dotaciones del Ejército de Tierra. Numerosas ambulancias del Samur y coches de bomberos, además de decenas de unidades de televisión completan el escenario. Una multitud de curiosos se asoma tras el cerco policial intentando saber qué ocurre. Y es que en lo alto del edificio de la Fnac, un hombre, vestido únicamente con unos calzoncillos y una camiseta de tirantes, dice tener secuestrado a Cupido y amenaza con asesinarle si alguien no encierra a su mujer. Por lo que se ha podido comprobar, porta en una mano un cuchillo de carnicero de enormes dimensiones, mientras con la otra sujeta por el cuello al que, al parecer, no es otro que el dios del amor. En estos momentos la policía se dirige a él a través de un megáfono. Junto a la policía está la mujer del secuestrador.—¡Baldomero! ¡Baldomero, escúchenos! ¡No haga tonterías! Como puede ver, la plaza está rodeada. No tiene usted escapatoria. Entréguese y todo irá bien. Es mejor para todos que nadie salga dañado.—¡Que no, que hasta que no encierren a la loca de mi mujer yo no bajo de aquí! ¡¡Y como no me hagan caso me cargo al tonto este de los pañales y las flechas!!—Hemos conseguido acercarnos a Maruja, la mujer de Baldomero. ¡Maruja, por favor! En directo, para la Sexta Noticias. ¿Qué ha ocurrido, Maruja? ¿Por qué la reacción de su marido? ¿Y cómo es que tiene secuestrado a Cupido?—¡Ay, qué desgracia, hija mía! ¡Qué desgracia más grande! Pues mira, es que hacía mucho tiempo que mi Baldomero no me miraba, ni me traía flores como antes, ni nada. Y se me ocurrió que, como hoy era San Valentín… Pues mira, se me ocurrió pedirle directamente a Cupido que me ayudara a conquistar otra vez a mi marido. Así que le encendí una vela, me puse el picardías de las grandes ocasiones, y… ¡no se lo va usted a creer! En ese mismo momento se me apareció Cupido. Me dijo que no me preocupara, que él lo arreglaba todo.—¿Y? ¿Qué pasó para que ahora Cupido y su marido estén en lo alto de ese edificio?—¡Ay, qué desgracia, hija mía! ¡Qué desgracia más grande! Pues es que en ese momento, llegó Baldomero de echar la partida con los amigos, y mientras se cambiaba de ropa, Cupido lo vio y le lanzó una de sus flechas.—¿Le dio?—¿Que si le dio? ¡Vaya si le dio! Lo malo es que en lugar de darle en el corazón, le dio en un hombro. ¡Cómo se puso mi Baldomero! ¡Ay, cómo se puso! ¡¡Hecho una fiera!! Empezó a gritar como un energúmeno, ¡me lo cargo, yo me lo cargo! ¡Y después a ti, vieja loca! Mientras gritaba, corría por toda la casa en calzoncillos. Y Cupido detrás de él, intentando apuntar mejor para lanzarle otra flecha. Pero entonces Baldomero agarró un taburete, y… ¡Ay, hija mía, qué desgracia! ¡Qué desgracia más grande! Con el taburete le arreó en mitad de la cabeza. Se le cayeron todas las flechas de golpe y se quedó medio atontado. En ese momento Baldomero lo cogió con una mano, con la otra cogió el cuchillo más grande de la cocina, y salió por la puerta.—¡Os vais a enterar ahora el niñato este y tú! —gritaba mientras corría escaleras abajo. Y ya lo ve, ahí arriba que está. ¡Ay qué desgracia, hija mía! ¡Qué desgracia más grande!—Pues ya lo han oído. Lo que podía haber sido una bonita historia de amor, puede acabar en tragedia si nadie lo remedia.Mientras tanto, y a la vez que, desde abajo, la policía trata de negociar con Baldomero, unidades de los Geo escalan el edificio por la parte de atrás. Con tan mala fortuna que, al llegar a la azotea, se desprende un trozo de ladrillo, alertando a Baldomero.—¡Quién anda ahí! ¡¡He dicho que como hagáis tonterías me cargo al niño!Cupido intenta soltarse, y al ver que no puede, trata de disuadir a Baldomero.—¡Si me haces daño, regresaré al Olimpo y nunca más volveré a pisar la faz de la tierra!Los Geo intentan disuadir a Baldomero, pero éste, sin mediar más palabras, coge con fuerza el cuchillo y le rebana el pescuezo a Cupido, al tiempo que se lanza al vacío.La gente abajo chilla despavorida. Maruja se tapa la cara para no ver el impacto de su marido contra el suelo. Los bomberos corren con una red, pero ya es tarde. De una de las ambulancias del Samur salen dos camilleros a recoger… a recoger el cadáver del secuestrador, que yace en el suelo, con Cupido aún entre sus brazos. Una trágica escena que, minutos antes, nadie esperaba.—Ese no es más que un fanfarrón que quiere su minuto de gloria —decía la gente allí congregada. La misma gente que, al ver el salto de Baldomero, afirmaba: ¡si es que se veía venir!Un año más tarde, catorce de febrero de 2019, ya nadie celebra San Valentín. Desde el fatídico asesinato de Cupido, ya nadie se enamora. Ni un solo matrimonio, ni una sola pareja de hecho, nada. Ya no se ven parejas de enamorados de la mano por la calle, ni besándose en los bancos de los parques, ni haciendo manitas en las últimas filas de los cines. Desde el catorce de febrero de 2018, ningún nacimiento nuevo para dar esperanza a un planeta cada vez más envejecido. El último nacimiento registrado en el mundo fue, precisamente, unos segundos antes del fallecimiento de Cupido. Tuvo lugar en algún pueblo de Andalucía, y sus padres le dieron por nombre Dionisio. Dionisio Amor Alegre.Ese mismo día, catorce de febrero de 2018, poco antes de enterarse de lo sucedido, en una calle de Vic, Valentín y Valentina ponían fin a su relación, ajenos a lo que minutos más tarde ocurriría cerca de donde, no hacía mucho, celebraban su amor.Catorce de febrero de 2118. La humanidad languidece. Dionisio Amor es uno de los últimos hombres que queda sobre la faz de la tierra. A sus 100 años de edad, escribe su testamento. Testamento que nadie leerá. La raza humana se extingue. Cupido, desde el Olimpo, se sonríe mientras juega una partida de cartas con San Valentín.
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