La filosofía no solo se encuentra en los libros de texto o en debates académicos. En ocasiones, emerge en la vida cotidiana y en los espacios de conversación, desentrañando lo que muchas veces damos por sentado. Así lo demuestra el nuevo volumen de Filosofía en la Calle, una obra que reúne el pensamiento de múltiples colaboradores sobre cuestiones de ética aplicada en diversos ámbitos de la sociedad. En esta entrevista, exploramos los entresijos de esta obra colectiva, abordando la manera en que sus autores han construido reflexiones sobre justicia, política, valores sociales y desafíos contemporáneos. Desde el papel de los "amigos telemáticos" hasta el impacto imprevisible del mercado editorial, esta conversación nos invita a pensar en la ética como un territorio en constante diálogo y construcción.
Francisco: Óscar, es un placer hablar contigo. ¿Cómo ha sido la experiencia de colaborar en este nuevo volumen de Filosofía en la Calle? ¿Cómo se han desarrollado las relaciones entre los colaboradores, sobre todo en un entorno digital?
Óscar: A decir verdad, los colaboradores ya nos conocíamos de anteriores compilaciones de la colección de Filosofía en la calle, y aunque no todos nos conocemos personalmente, sí empezamos a tutearnos, por decirlo así, a base de relacionarnos en WhatsApp y por correo electrónico. Es muy curioso este fenómeno tan reciente de tener lo que yo llamaría "amigos telemáticos", puesto que todos tenemos ya un nutrido grupo de amigos o al menos conocidos a los que tratamos con entera confianza sin haberles visto más que en la foto del perfil. Pero bueno, también Marx se carteaba con Lincoln y les separaban tres meses de travesía por el océano atlántico…
Francisco: ¿Por qué se decidió que el cuarto volumen se centrara en la ética aplicada? ¿Qué papel juega la ética en la sociedad actual y cómo puede articularse sin caer en una moralización absoluta de la política?
Óscar: En cuanto a la temática de este cuarto volumen, prácticamente hubo unanimidad en que versase acerca de ética real, aplicada a diversos sectores de la vida social e institucional. Personalmente, creo que ya hemos padecido bastante la distinción radical que Maquiavelo estableciera entre ética y política, y que habría que volver a hablar de ética pública y justicia social, esquivando, eso sí, el posible peligro de una moralización total de las relaciones sociales y políticas a la manera de los talibanes. La ética como cuestión de debate, no una ética normativa cerrada.
Francisco: ¿Qué visión se plantea en el libro sobre la relación entre ética y política? ¿Por qué considera que es importante cuestionar la distinción que Maquiavelo estableció entre ambas?
Óscar: Hay que tener cuidado con Curzio Malaparte, que fue él mismo bastante maquiavélico y un curioso fascista de izquierdas, por más que fuera también un gran escritor. La frase de "La piel" acerca del libre juego del bien es muy buena porque aunque podría haberla escrito Simone Weil, por ejemplo, en realidad es tan maximalista que también la suscribiría Friedrich Nietzsche, en el sentido de que tampoco a Nietzsche le gustaría nada la costumbre de juzgar las acciones por sus consecuencias. Por mucho que volatilizar Hiroshima y Nagasaki tenga como resultado el fin de la Segunda Guerra Mundial es imposible juzgar positivamente el uso de armamento nuclear sobre población inocente. Creo que en este libro nuestro esta posición se refleja en el modo en que todos los colaboradores/conjurados hemos procurado no justificar lo injustificable cada uno en el campo que ha escogido.
Francisco: En su opinión, ¿cuál es el verdadero valor de los Derechos Humanos cuando a menudo se incumplen? ¿Cómo debemos entender la relación entre una norma y sus excepciones?
Óscar: El otro día oí decir a un compañero de trabajo que es absurdo que existan los Derechos Humanos si luego no se cumplen, y creo que el razonamiento funciona justamente al revés. Precisamente se incumplen porque existen, es decir, es porque se han formulado los Derechos Humanos por lo que somos conscientes de su ausencia en una situación determinada (no tiene sentido decir, por ejemplo, que quien da vueltas en torno a su propio eje está mal de la cabeza porque, al no haber la psiquiatría tipificado eso, tampoco existe infracción). Así es como debe funcionar una norma o una ley: sería absurdo abolirla porque conozca excepciones, aunque sean mayoritarias, pero a su vez si no conociese excepciones ya no sería ley, sino totalitarismo y tiranía. De manera que yo creo que es humano y liberador que la teoría no siempre coincida con la práctica y viceversa, o seríamos como los robots de Isaac Asimov (ya se sabe: la Tres Leyes de la Robótica), y "robot" significa "esclavo" en checo. Una teoría de lo que fuere que se cumpliese a rajatabla sería el Terror materializado, y hay que recordar que hasta la fórmula universal de la gravedad de Newton no impide que los globos aerostáticos asciendan. Esa brecha que mencionas es la brecha de la libertad, de la imprevisión y de la novedad, como se estudia hoy en las dinámicas del caos.
Francisco: El libro aborda diversas áreas de interés, desde la ecología hasta el nacionalismo. ¿Cómo fue el proceso de selección de estos temas y qué enfoque se le ha dado para que no sean tratados de manera dogmática?
Óscar: En el libro se analizan muchas áreas de interés: ecología, la responsabilidad corporativa, medicina, pensamiento antiguo, sufrimiento animal, cuestiones psicológicas o caracteriológicas, ética educativa, nacionalismo, el ya mencionado Maquiavelo o el concepto de "Ética aplicada" como tal. Hemos procurado dar a estos temas un tratamiento flexible, comprensivo y no dogmático, sin por ello dejarnos fuera ningún aspecto de la cuestión.
Francisco: En un contexto donde la producción cultural es inmensa y el mercado editorial está saturado, ¿cómo creen que será recibido este libro? ¿Es posible que una obra filosófica se pierda entre la multitud de publicaciones sin que alcance la relevancia que merece?
Óscar: Como he mencionado antes, la realidad es abierta e imprevista, y desde luego debemos celebrar que sea así aunque dé lugar a lo que entendemos como "accidentes", ahora que tenemos tan cerca el apagón del otro día, por tanto ni yo ni nadie podemos saber el impacto que tendrá una publicación entre decenas de miles. El mercado del libro está saturadísimo, y eso hace que ocurran dos cosas que ejemplificaré con dos grandes películas. La última secuencia de En busca el arca perdida consiste en un carrito que lleva el arca de la alianza por un inmenso almacén, hasta que nos damos cuenta de que quedará enterrada allí para siempre. Eso es lo que ocurre hoy con cualquier producción cultural notable, casi me atrevería a decir que si hoy una gerente de una discográfica escuchase por primera vez "Penny Lane" de Paul McCartney no le otorgaría especial valor, y la amontonaría junto con otras tantas canciones de, qué sé yo, La Oreja de Van Gogh. De esta guisa va a resultar muy sencillo que en adelante la música la componga una Inteligencia Artificial, que es de lo que disertamos en el anterior volumen de la colección. La otra película es Más dura será la caída, con Humphrey Bogart, donde un empresario de boxeo más bien gángster en cierto momento dice que la gente no opinará ni lo esto ni lo otro, sino justamente lo que él les diga que deben opinar. Me temo que vivimos en un mundo en que esto sucede ya masivamente: la gente no lee más que lo que le dicen que tiene que leer, y en un escaparate conviven auténticas basuras con maravillas del ensayo o de la literatura. Lo mismo sucede con las Boy bands amañadas en música popular, por seguir la anterior analogía.