Maryse Hilsz fue una aviadora que consiguió varias plusmarcas y se unió a la Resistencia francesa, realizando una importante labor de espionaje para ella. Este artículo nos acerca a su figura.
Marie-Antoinette Hilsz, conocida como Maryse Hilsz, nació en Levallois-Perret, Francia, el 7 de marzo de 1901. Sus padres fueron François Antoine Hilsz, nacido en Rhinau, Alsacia, y Eugénie Marie Letourneur, natural de París. Y tuvo dos hermanos, Reine y Paul, ambos mayores que ella.
Hilsz creció en el seno de una familia de trabajadores, cursó sus primeros estudios sin excesivos problemas y, al terminarlos, entró como aprendiza en una casa de modas.
Una vez transcurrieron los duros años de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), la joven Maryse Hilsz se interesó por la aviación y formó parte de diversos equipos de paracaidistas, con los cuales llegó a realizar 112 saltos durante la década de los años veinte. Una cifra destacada.
Ya en 1928, Maryse Hilsz se matriculó en el curso oficial de aviación y, en un par de años, obtuvo la licencia de piloto. Entonces se compró un pequeño avión de segunda mano construido en Inglaterra e inició su carrera como aviadora. A partir de 1930, su talento en ese campo no pararía de darle satisfacciones.
En 1931, Hilsz realizó el vuelo París-Saigón-París con algunas dificultades. En 1932, logró la plusmarca mundial de altitud femenina. Y, en 1936, elevó su plusmarca hasta unos impresionantes 14.310 metros, en medio de una dura competencia con otras aviadoras. Su registro de altitud se convirtió en el récord mundial tanto de mujeres como de hombres. Un logro excepcional.
En esos años de gloria deportiva, los vuelos entre ciudades también fueron una constante para Maryse Hilsz. Uno de sus vuelos más famosos fue el que la llevó desde París a la capital de Japón y de allí de nuevo a París.
El 30 de diciembre de 1938, Hilsz finalmente batió la plusmarca de distancia sin escalas para un avión de primera categoría en la ruta Istres-Port-Étienne (Francia-Mauritania), logrando recorrer 3.230 km. Fue su última gran gesta deportiva.
En la primera parte de la década de los años treinta, en sus mejores años de aviadora, Maryse Hilsz mantuvo una relación sentimental con el aviador francés André Salel, aunque este falleció en un accidente en 1934. Maryse se quedó muy afectada por lo ocurrido y mandó erigir una estela en su memoria en el lugar de la tragedia. Jamás lo olvidó.
La vida de Maryse Hilsz sufrió un vuelco importante con el inicio de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), algo que también le ocurrió a toda su generación, a las personas de mayor relevancia de la misma y a destacados deportistas como ella. Las dos guerras mundiales del siglo XX dejaron una huella profunda en millones de personas de todo el mundo.
En principio, Hilsz resultó movilizada y transportó aviones al frente de guerra, pero, después de la debacle del ejército francés, se unió a la Resistencia francesa para combatir a la Alemania nazi que ocupaba su país y al régimen colaboracionista de Vichy. Este régimen fascista y títere del nazismo fue instaurado por el mariscal Philippe Pétain en una parte de Francia y en la totalidad de sus colonias y duró desde junio de 1940 hasta agosto de 1944.
De esta forma, Maryse Hilsz se convirtió en miembro de la Resistencia francesa y, más en concreto, de la red Buckmaster, consistiendo sus misiones principalmente en recopilar información sobre el ocupante nazi. La condición de espía de la aviadora la condujo a situaciones difíciles, algunas de altísimo riesgo. Sus experiencias como espía darían para escribir otro artículo.
La citada red Buckmaster en la que operó Hilsz fue liderada por el inglés Maurice James Buckmaster y formó parte del servicio de inteligencia británico SOE, fundado en 1940 y derivado del servicio de inteligencia exterior británico (SIS o MI6). Uno de los jefes de ese servicio fue Kim Philby, en realidad un espía soviético infiltrado por el NKVD (posterior KGB). Philby suele ser considerado el mejor espía del siglo XX. En 1993, leí el libro Philby, Maestro de Espías de Phillip Knightley y pude apreciar su talento.
Ya en octubre de 1944, Charles Tillon, miembro del Partido Comunista Francés, jefe de la Resistencia francesa y ministro del Aire de Charles de Gaulle, creó el primer cuerpo de mujeres piloto y tuvo muy en cuenta la trayectoria de Maryse Hilsz. Tanto sus grandes gestas en la aviación como su compromiso con la Resistencia. Por eso, Hilsz encabezó la lista de mujeres piloto de la Fuerza Aérea francesa, alcanzó el rango de segunda teniente y participó en el Grupo de Enlace Aéreo Ministerial.
Concluida la Segunda Guerra Mundial, en 1946, Tillon fue a parar a otro puesto ministerial y el cuerpo de mujeres piloto de Hilsz dejó de ser operativo.
Coincidiendo con esos cambios, Maryse Hilsz, la gran aviadora que había sido una destacada espía de la Resistencia francesa, falleció el 30 de enero de 1946 en un accidente de aviación, sin pilotar ella el aparato. Tuvo un final trágico e inesperado similar al que padecieron su compañero sentimental André Salel y la otra gran aviadora francesa de la época, Hélène Boucher, sobre la cual publiqué un artículo el pasado mes de junio de 2025.
Los restos de Hilsz acabaron en el cementerio de su ciudad natal, Levallois-Perret, a escasos metros de distancia de las tumbas de franceses ilustres como el ingeniero Gustave Eiffel, el compositor Maurice Ravel o la escritora y poetisa anarquista Louise Michel.
A lo largo del siglo XX y en las primeras décadas del XXI, Maryse Hilsz fue recordada a menudo por sus grandes gestas en la aviación y por su trabajo a favor de la Resistencia y recibió reconocimientos. En Francia, se le dedicaron calles, un estadio, una escuela e, incluso, un monumento en el parque de la Planchette de Levallois-Perret. En 1972, sin ir más lejos, su rostro y el de Hélène Boucher aparecieron en un sello francés, a modo de homenaje.
En la actualidad, Maryse Hilsz continúa siendo recordada y reconocida. A menudo, se invoca su memoria y, de vez en cuando, se escribe sobre ella. Este artículo es un ejemplo de esa insistencia en su figura.
Hilsz, en definitiva, no se ha ido. Está presente entre nosotros. Y ha sido un honor recordarla, mientras ella sobrevuela el Olimpo en el que se encuentran los dioses, la citada Hélène Boucher y otros campeones de todas las épocas.
Jean-Paul Sartre decía que “el compromiso es un acto, no una palabra”. Frase que define a la perfección a una Maryse Hilsz siempre volcada en actos, en logros. Muchos, por cierto, simplemente, extraordinarios.