Irene Márquez, a tumba abierta

La dibujante manchega, colaboradora de El Jueves y conocida por su humor negro, presenta su segundo libro de cómics, La Muerte

Macu Vicente
11 de Mayo de 2025
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Irene Márquez, a tumba abierta

Las viñetas de Irene Márquez sobrepasan su registro habitual y trascienden el humor negro para llegar a un humor con la oscuridad de las fosas abisales.

Cuando me enfrenté a este cómic hace unos días no había leído ni escuchado aún referencias sobre él, tenía antecedentes de su humor negro, en especial por su trabajo anterior, Esto no está bien, también editado por Autsaider Cómics, y el título actual, La muerte, no engaña. Todas las historietas giran de una u otra manera alrededor de este suceso que nos concierne a todas y que, por lo general, preferimos no tener muy presente cuando podemos elegir. Irene Márquez en cambio, pudiendo elegir, ha decidido adentrarse en lo más profundo del negro en todas sus versiones. Supera lo que es morir simple y llanamente. No todo acaba en muerte, retuerce situaciones extremas que provocan desconcierto e intranquilidad y llega a un refinamiento de la maldad que asusta por la verosimilitud.

De la tira a la historia larga y protagonizadas por todas las edades o condiciones origina sentimientos inesperados, alguna sonrisa y sorpresa a cada paso. En cualquier caso, es la autora quien advierte en la contraportada con unas viñetas la variedad de emociones; las leí, pero con la curiosidad ingenua que nos provoca el peligro, abrí la caja de todas las muertes. No hay duda, el cómic no deja impasible y provoca cómo posicionarnos ante situaciones que, reales o irreales, pueden ser factibles. La edición es preciosa, buen tamaño, tapa blanda, pero reforzada con una especie de malla que da una textura agradable al tacto. La portada omite el título —tan solo presente en el lomo— y nos muestra una elaborada acuarela cuyo elemento central es una tumba, con su lápida pintarrajeada, profanada por gamberros y grafiteros. En la placa de la lápida puede leerse: Irene Márquez. Hablamos con la futura ocupante de dicho lecho.

Si hubiera hecho usted un cómic sobre la guerra civil, la historia de su familia o aventuras espaciales, nadie le preguntaría por qué ha elegido ese tema... en cambio con la muerte, parece que la pregunta se dispara como un resorte.

Elegí la muerte como tema porque llevaba tanto tiempo trabajando el humor negro, que me parecía muy natural seguir en esta línea.

Zambullirse en las distintas caras de la muerte durante cuatro años, ¿le ha llevado a normalizarla y aceptarla o ha sentido un desasosiego similar al personaje de la contraportada de su cómic: “no debería estar haciendo este libro”?

Aunque resulte difícil de creer, no he hecho ninguna reflexión personal sobre esto, al menos durante el tiempo que he dedicado al libro. Es decir, he pensado mucho en como hacer algo que resultara variado, pero más desde el interés que tengo por el tema. Me he comido la cabeza con la muerte mucho más antes del libro que mientras lo hacía.

En La muerte combina sus tradicionales historietas de gag rotundo con otras de mayor extensión y un tono de humor no tan contundente, creando un ritmo de lectura muy especial ¿Apunta hacia formatos más largos o simplemente ha salido así para este cómic?

Sí, llevo tiempo queriendo hacer un cómic de historia única, por ası́ decirlo. Con este tebeo, la idea era que aunque estuviera compuesto por historias diversas, diera una impresión de proyecto unificado, con un tema común y ese ritmo de lectura que era exactamente lo que quería.

Shojo 2005!, el manga de género que intercala en este libro, parece un híbrido de homenaje y parodia. ¿Cuánto hay de cada?¿es o era usted lectora habitual de shojo?

He leído algún shojo, pero no diría que era fan del género. Más que un homenaje o una parodia, es una referencia que me venía perfecta para colar la muerte adolescente, generando un efecto algo más sorpresivo al estar enmarcada en el ambiente romántico, alegre, ligero que tiene el shojo. Quizás si a veces parece una parodia es porque traté de identificar los clichés propios del género (tanto narrativamente como en lo relativo al dibujo) para apoyarme en ellos mientras hacía la historia. Que en este tipo de relato, el planteamiento de base fueran las dudas que tiene una chica de 15 años sobre dos chicos que le gustan, y acabe como acaba, pues me parecía ideal.

Además de no jugársela a un solo tipo de historietas, combina el dibujo digital con páginas hechas íntegramente a mano, sobre papel, conservando incluso mínimas imperfecciones o manchas... ¿Cómo fue esa decisión de utilizar diferentes técnicas?

Hacer un cómic es un proceso largo, no solo por lo que tardas en acabarlo, sino porque entretanto tienes que hacer otro tipo de trabajos y hay pausas. Finalmente, si quería acabarlo en un periodo de tiempo razonable, estaba obligada a no hacer nada más que esto cuando tenía tiempo libre, aunque me apetecía muchísimo dibujar en papel. Me pareció súper natural meter ilustraciones a lápiz porque yo estaba también en ese proceso, porque vi que podía ser muy refrescante para el lector, y porque le podía dar una atmósfera muy especial al proyecto.

Como en su anterior libro, usted protagoniza una de las historietas, ¿es una especie de “no se pongan nerviosos, que esto es humor, que también me rio de mı́ misma, ¿lo ve?, y no pasa nada!”?

Pues la verdad es que no lo había hecho conscientemente, pero me salió así. En este cómic salgo en la portada y en la primera tira al abrir el libro. Me lo tomo más bien como una presentación o saludo, una forma de salir a abrir la puerta para recibir a los invitados.

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