Un regalo de Reyes. Del mayor de mis cuatro sobrinos: Eduardo. Un libro. No cualquiera se atreve a regalarle a un escritor un libro. Y menos un libro de un autor español que es más joven que él y que tiene mucho más éxito del que tengo yo en este momento. Mi primera mirada fue de recelo. Pero enseguida la sustituyó la curiosidad. No lo abrí inmediatamente. He leído unas siete mil páginas de Murakami desde agosto e iba por las seis mil setecientas (aprox). Pero cuando acabé LA CIUDAD Y SUS MUROS INCIERTOS (otro regalo, este de Álvaro de Cuenca) me senté frente al libro y estudié la cubierta. Alfaguara. Estándar. Foto en blanco y negro correcta; guapa e interesante la modelo.
La primera página me hizo pensar en Marsé, en sus Últimas tardes con Teresa. Subrayé una frase:
“lo que os pase os va a pasar a los dos al mismo tiempo, y nunca más se quedará ninguno solo, es decir, sin el otro”.
Empezaba bien, pero no estaba dispuesto a bajar la guardia. Aún no podía adivinar, imaginar siquiera, cómo iba a ser el jardín literario en el que me estaba metiendo.
Seguí avanzand, todavía con la actitud de “yo ya lo he leído todo y a mí no hay quien me sorprenda”. Al poco sentí el eco de Javier Marías (hubo un tiempo, largo, que lo leí muchísimo y fue mi escritor favorito).
“Hay todo un género de preguntas que deben formularse mientras haces otra cosa, no como si no te importasen, sino para templar los nervios”
Impresionante. Jabois estaba a la altura de Marías, eso no puede lograrlo cualquiera. Ahí bajé todas las defensas, dejé de ser el escritor que examina a un colega y me convertí en simple y feliz lector. Dispuesto a disfrutar de cuanto se me ofreciera.
Al terminar el libro, pensé que a Jabois sin duda le gustaba el cine tanto como la novela, porque algo hay en Mirafiori de American Beauty y mucho de El sexto sentido; aunque las concomitancias con el segundo convendría matizarlas porque Jabois es gallego, y en cuestión de meigas y ánimas Galicia a Hollywood le saca siete colinas y diez puertos.
El último capítulo, que Manuel Jabois bautiza como Epílogo, me dejó entusiasmado y sin aliento. Espléndido. Qué tío. Qué bien me cayó Manuel Jabois cuando terminé el libro.
Viva la literatura gallega (me acordé de mi amiga Cristina Sánchez-Andrade: Las inviernas, es la novela más bonita que nunca he leído).
Vivan los escritores españoles.
Y viva mi sobrino, Eduardo, que tuvo la generosidad y el acierto de regalarme este libro.
Naturalmente podría contar muchas más cosas de Mirafiori, pero quien quiera saber más, saberlo todo, de la novela de Jabois titulada Mirafiori, lo tiene fácil. Ultrasencillo (junto, por favor). Sólo tiene que comprarse el libro.
(La perdición de las personas empezó cuando creyeron que hay maneras de saber lo que pasa sin verlo. pag 104)
Excelsior.