Secundino Zuazo, un nombre sinónimo de modernización y racionalismo en la arquitectura española, es también el protagonista de una de las anécdotas más audaces y menos conocidas de la arquitectura del siglo XX en España. Este arquitecto bilbaíno, formado en la efervescencia cultural de Madrid, logró integrar un símbolo comunista a gran escala en uno de sus proyectos más emblemáticos: los Nuevos Ministerios en Madrid. Lo sorprendente de este hecho no solo reside en la inclusión de un símbolo tan controvertido sino en el contexto político de la época: nada menos que la dictadura franquista.
En encargo de los Nuevos Ministerios
La carrera de Zuazo estuvo marcada por una evolución desde un enfoque más tradicionalista hacia un racionalismo puro, lo que se refleja en muchas de sus obras más notables. Sin embargo, fue su implicación durante la II República bajo la administración de Indalecio Prieto, lo que le otorgó la oportunidad de dejar un impacto duradero en la estructura urbana de Madrid. Fue entonces cuando se le encargó el desarrollo de Nuevos Ministerios, un complejo destinado a centralizar las actividades administrativas del Estado.
El diseño de Nuevos Ministerios, iniciado en un periodo de esperanza y cambio, pronto se vio envuelto en la turbulencia de la Guerra Civil Española. A pesar de su militancia comunista, que fue bien documentada con su participación en la Asociación de Amigos de la Unión Soviética, Zuazo logró mantenerse relativamente al margen de las represalias directas hasta su exilio y posterior encarcelamiento. Sin embargo, lo que muchos no sabían era que el diseño del complejo de Nuevos Ministerios escondía un secreto: su planta estaba configurada para replicar una hoz y un martillo, símbolo universal del comunismo.
La hoz y el martillo en pleno corazón de Madrid
Este detalle pasó desapercibido hasta que la tecnología moderna, como las fotografías satelitales, permitió una vista aérea clara del diseño. Desde esta perspectiva, se hace evidente cómo Zuazo integró sutilmente el símbolo en la arquitectura del edificio. La hoz y el martillo no son visibles a nivel de calle, lo que permitió que este homenaje personal y político permaneciera oculto a simple vista durante décadas.
Tras la guerra y su retorno a España, la carrera de Zuazo nunca recuperó completamente su anterior influencia, pero continuó trabajando en proyectos menos ambiciosos hasta su muerte en 1971. Sin embargo, su obra en Nuevos Ministerios sigue siendo un testimonio de su habilidad y audacia arquitectónica.
Secundino Zuazo y su legado
La anécdota de Zuazo y Nuevos Ministerios no es solo una curiosidad arquitectónica sino que refleja la complejidad de la historia española del siglo XX, marcada por la guerra, la ideología y el arte. También muestra cómo, a veces, la arquitectura trasciende su función primaria para convertirse en un lienzo de expresiones personales y políticas, capaces de sobrevivir a sus creadores y a los regímenes bajo los cuales fueron concebidos. Este es el legado de Secundino Zuazo, un legado que combina la belleza del diseño con la profundidad de la expresión política, oculta a plena vista en uno de los centros neurálgicos de Madrid.
En el distrito madrileño de Chamberí, se erige un edificio histórico que muchos de sus vecinos aún desconocen en profundidad: La Casa de las Flores. Diseñada por el renombrado arquitecto Secundino Zuazo Ugalde y construida alrededor de 1931, esta edificación fue financiada por el Banco Hispano Colonial y formaba parte del Plan Castro, diseñado para promover un crecimiento urbanístico ordenado desde mediados del siglo XIX.
La Casa de las Flores: un icono del Madrid
Con su estructura compuesta por dos conjuntos paralelos de cinco casas, separadas por un jardín y organizadas alrededor de un patio central, La Casa de las Flores se convirtió en uno de los emblemas del modernismo español de los años 30. El edificio no solo sirvió de modelo para estudiantes de arquitectura hasta bien entrados los años 60, sino que también fue testigo de la historia cultural y política de España.
Durante su época dorada, la Casa acogió a figuras literarias como Pablo Neruda, quien fue cónsul en Madrid y aquí desarrolló amistades significativas con poetas de la Generación del 27, como Federico García Lorca. Estas relaciones influirían profundamente en su obra posterior. Rafael Alberti también encontró refugio en este lugar para Neruda, marcando los que serían algunos de los años más felices y productivos del poeta chileno en España.
El Bombardeo de la Casa de las Flores por Franco
Sin embargo, la tranquilidad de La Casa de las Flores se vio drásticamente alterada con el estallido de la Guerra Civil Española y el subsiguiente golpe de estado de Franco. El edificio, situado cerca del frente de batalla, cumplió funciones de cuartel republicano y prisión, sufriendo severos daños debido a los bombardeos. Este periodo oscuro culminó con una significativa reconstrucción en 1944.
A pesar de la Transición española, que a menudo ha sido criticada por imponer un "olvido" sobre aspectos controvertidos de nuestro pasado reciente, la memoria de La Casa de las Flores persiste. Es un recordatorio resiliente de la historia, manteniendo viva la narrativa de aquellos que vivieron y sufrieron durante tiempos turbulentos.
El legado cultural de La Casa de las Flores sigue siendo relevante hoy en día, no solo como un ejemplo destacado de la arquitectura de su tiempo, sino también como un símbolo de resistencia y memoria histórica. Pablo Neruda, en su poema "Explico algunas cosas", refleja el horror y la belleza de aquellos días, asegurando que la historia de La Casa de las Flores, y los eventos que en ella se vivieron, continúan resonando en la conciencia colectiva de España.
EXPLICO ALGUNAS COSAS por Pablo Neruda
PREGUNTARÉIS: Y dónde están las lilas?
Y la metafísica cubierta de amapolas?
Y la lluvia que a menudo golpeaba
sus palabras llenándolas
de agujeros y pájaros?
Os voy a contar todo lo que me pasa.
Yo vivía en un barrio
de Madrid, con campanas,
con relojes, con árboles.
Desde allí se veía
el rostro seco de Castilla
como un océano de cuero.
Mi casa era llamada
la casa de las flores, porque por todas partes
estallaban geranios: era
una bella casa
con perros y chiquillos.
Raúl, te acuerdas?
Te acuerdas, Rafael?
Federico, te acuerdas
debajo de la tierra,
te acuerdas de mi casa con balcones en donde
la luz de junio ahogaba flores en tu boca?
Hermano, hermano!
Todo
eran grandes voces, sal de mercaderías,
aglomeraciones de pan palpitante,
mercados de mi barrio de Argüelles con su estatua
como un tintero pálido entre las merluzas:
el aceite llegaba a las cucharas,
un profundo latido
de pies y manos llenaba las calles,
metros, litros, esencia
aguda de la vida,
pescados hacinados,
contextura de techos con sol frío en el cual
la flecha se fatiga,
delirante marfil fino de las patatas,
tomates repetidos hasta el mar.
Y una mañana todo estaba ardiendo
y una mañana las hogueras
salían de la tierra
devorando seres,
y desde entonces fuego,
pólvora desde entonces,
y desde entonces sangre.
Bandidos con aviones y con moros,
bandidos con sortijas y duquesas,
bandidos con frailes negros bendiciendo
venían por el cielo a matar niños,
y por las calles la sangre de los niños
corría simplemente, como sangre de niños.
Chacales que el chacal rechazaría,
piedras que el cardo seco mordería escupiendo,
víboras que las víboras odiaran!
Frente a vosotros he visto la sangre
de España levantarse
para ahogaros en una sola ola
de orgullo y de cuchillos!
Generales
traidores:
mirad mi casa muerta,
mirad España rota:
pero de cada casa muerta sale metal ardiendo
en vez de flores,
pero de cada hueco de España
sale España,
pero de cada niño muerto sale un fusil con ojos,
pero de cada crimen nacen balas
que os hallarán un día el sitio
del corazón.
Preguntaréis por qué su poesía
no nos habla del sueño, de las hojas,
de los grandes volcanes de su país natal?
Venid a ver la sangre por las calles,
venid a ver
la sangre por las calles,
venid a ver la sangre
por las calles!