La XXXV edición de la Semana Negra de Gijón fue oficialmente inaugurada en la tarde de ayer. Nada puede con el certamen más importante de género noir que se celebra en nuestro país, ni la crisis económica, ni la pandemia, ni siquiera la recesión que ya tenemos encima por culpa de la guerra en Ucrania. En lo peor del coronavirus, el festival gijonés de novela negra supo mantenerse, aunque en formato reducido, gracias a las videoconferencias en escenarios no habituales sometidos a severas restricciones sanitarias. Los más agoreros pronosticaron que el certamen, herido de muerte, no sobreviviría. Sin embargo, aquí lo tenemos otra vez, más fuerte y vivo que nunca.
Este año la Semana Negra vuelve en todo su esplendor a su escenario de siempre, el recinto ferial de los antiguos astilleros de Naval Gijón. Retornan las riadas humanas, las carpas, los puestos ambulantes rebosantes de libros, la gigantesca noria, las atracciones feriales de todo tipo y las barras al aire libre cuyos camareros no dan abasto para servir cerveza fría, sidra y humeante carne a la brasa. No hay una cosa igual en ningún lugar del mundo. En la Semana Negra de Gijón uno puede escuchar las palabras del escritor noruego del momento mientras da buena cuenta de un chorizo criollo, un plato de pulpo o una ración de pastel de cabracho. Literatura y vida. Alta cultura y diversión underground. ¿Qué más se le puede pedir a este verano que nos devuelve otra vez a una cierta normalidad pasado el infierno de una pandemia?
Tras la presentación de rigor en el Ayuntamiento de Gijón a cargo de la alcaldesa de la ciudad, Ana González, y del director de la Semana Negra, Ángel de la Calle, tuvo lugar el tradicional corte de cinta amenizado por la Charanga El Ventolín. Y acto seguido comenzaron los coloquios sobre libros, las charlas y mesas redondas, un trepidante y febril maratón de cultura, sin concesiones, que no parará hasta el final del certamen. En los próximos días pasarán por las diferentes carpas de la Semana Negra personajes como José Luis Rodríguez Zapatero, Rosa Montero, Patricia Simón, Luis García Montero, Gaspar Llamazares, Benito Taibo, Jesús Cintora y Julián Hernández, de Sinestro Total.
Ayer, para ir haciendo boca, una mesa redonda sobre la Teoría Crítica, desde Frankfurt a las Américas, en la que participaron expertos en filosofía como el escritor Alejandro Gallo, Stefan Gandler y Ramón del Castillo. Las peripecias existenciales e ideológicas de aquellos viejos filósofos del marxismo que en los años más convulsos del siglo XX se vieron obligados a huir de los nazis en busca de refugio seguro en países como Estados Unidos. Un bocado de alta cultura que pocos festivales de novela negra (por no decir ninguno), son capaces de ofrecer en el panorama cultural español. El público asistente que llenó la carpa principal tuvo la oportunidad de acercarse a los grandes pensadores de la Teoría Crítica como Theodor Adorno, Walter Benjamin, Max Horkheimer, Herbert Marcuse, Erich Fromm y otros. Los tres ponentes desgranaron anécdotas y datos poco conocidos sobre este movimiento filosófico que cambió para siempre el pensamiento humano y que rara vez figuran en los manuales de historia. Toda una joya para paladares exquisitos, todo un lujo con entrada gratuita. Al mismo tiempo, mientras sonaba sin tregua la música de la charanga, se abrían las exposiciones sobre Miguelanxo Prado (Cómic: En género negro) y sobre fotografía: Luis Sevilla (En el curso del tiempo); Alex Zapico (Iguales); y Colectiva (Resistencias). La Semana Negra, tal como la habíamos conocido, estaba en marcha otra vez. Y por mucho tiempo.