Una batalla contra el olvido

Reseña de Nada por lo que pedir perdón, de Marcelo Gullo Omodeo

05 de Marzo de 2025
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Una batalla contra el olvido

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«Nosotros nunca hemos soñado con incorporar a nuestra Unión cualquier otra raza que no sea la caucásica, la raza libre de los blancos. La incorporación de México sería el primer caso de incorporación de la raza india, puesto que más de la mitad de los mexicanos son indios y el resto está formado principalmente por tribus mixtas. ¡Yo protesto contra esa unión! El nuestro es el Gobierno de la raza blanca. Los grandes infortunios de la América española son consecuencias del error fatal de poner esas razas de color en pie de igualdad con la raza blanca».

Palabras de John Calhoun, político del sur de EE. UU.

Nos han hecho creer que los libros de texto de los colegios retratan con fidelidad la llegada de los españoles al continente americano y sus consecuencias. El anterior presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, y la señora que hoy día está al frente del país, Claudia Sheinbaum, exigen a España disculpas por haber asesinado a los indígenas que —en tiempos de Colón, Hernán Cortes, Pizarro, Bartolomé de Albornoz...— habitaban las tierras donde todos estos hombres que acabo de citar desembarcaron en América. Marcelo Gullo Omodeo nos explica por qué no hay Nada por lo que pedir perdón; por qué el ciudadano español del siglo XXI no le debe esa disculpa al Gobierno mexicano.

Para entrar más a fondo en lo que el autor argentino de Nada por lo que pedir perdón analiza en su libro, he creado un documento muy pormenorizado cuya versión 100% completa he subido a Google Drive (se puede acceder al mismo clicando en el enlace anterior; es a coste cero). Pienso que conservar este PDF es conveniente en los tiempos que corren. En dicho archivo, he incluido algunas cuestiones de interés adicionales a las que Marcelo Gullo Omodeo recoge en su libro, si bien lo que explica este doctor y magíster argentino es de por sí de un valor histórico inconmensurable.

A fin de no extenderme demasiado en el artículo publicado en Diario16plus, hago un «copia y pega» de mí misma aquí, compartiendo con el lector el apartado «Megasíntesis» de la versión completa de la reseña. He procurado sintetizar al máximo una obra de 447 páginas en bruto (incluyendo índices) en una extensión bastante menor.

El objetivo de «Megasíntesis» es resumir en sus ideas fundamentales un libro tan amplio en su contenido, a fin de conseguir que los siglos de historia que hispanoamericanos y españoles actuales tenemos en común muestren la imagen real de nuestra relación en el pasado y no, aquello que las corrientes políticas de hoy día se han esforzado en inocularnos a un lado y al otro del Atlántico.

«Nada por lo que pedir perdón» (megasíntesis) El progresismo negrolegendario ha promovido la leyenda negra de España a la par que ha fomentado la leyenda rosa de las potencias que, históricamente, han sido enemigas de España (fundamentalmente, Holanda, Inglaterra y Estados Unidos). A través de un colonialismo pedagógico que ha adquirido el formato de un adoctrinamiento en las aulas, los negrolegendarios han propagado un discurso en el que han sustituido

«mestizaje» por «colonialismo», «virreinatos» por «colonias» y «liberación» por «conquista» con un objetivo principal: fomentar la hispanofobia a la vez que se impulsa la nordomanía (es decir, el deseo por haber sido colonia inglesa en lugar de virreinato español).

El padre de la leyenda negra, Bartolomé de las Casas (s. XV-XVI), es el autor de La Brevísima, una obra en la que define a los nativos indígenas americanos como «ovejas mansas». Este libro, que los negrolegendarios han convertido en su Biblia, sustituye por ficción la documentación histórica contrastada. Así pues, se obvia que América era, antes de la expansión de la lengua española, una Babel idiomática en la que era muy difícil explicarle al indio del otro pueblo si eras amigo o enemigo. Tampoco se habla de la industria prostibularia indígena que estaba asentada en el territorio antes de la llegada de los españoles. Por ejemplo: las mujeres solteras tenían la obligación de servir como rameras en tiempos de guerra para disfrute de los hombres indios.

En cuanto a los nativos ejecutados por los españoles, Bartolomé de las Casas no tuvo muy presente que aún no había armas potentes del siglo XXI para alcanzar el número de cadáveres indígenas que propone en La Brevísima.

Apunta cifras propias de un genocidio moderno que deja en pañales a la industria armamentística actual y a las cámaras de gas utilizadas por los nazis. Los asesinatos (sacrificios de niños incluidos) perpetrados por aztecas, incas, caribes, pijaos, mexicas... no interesan a los negrolegendarios, que clasifican a los fallecidos en muertos de primera y de segunda. Los muertos de segunda engloban a las víctimas que las potencias enemigas de España dejaron por el camino en aquella época, y de las cuales, sin embargo, no se habla. Entre estos muertos, están los aproximadamente 4.000 cheroquis que murieron en el sendero de las lágrimas.

Aunque estudiaron inglés, aprendieron a escribir, se hicieron sedentarios, publicaron un periódico bilingüe (su lengua materna convivía con el inglés sobre el papel) y profesaron la fe cristiana protestante, Estados Unidos les obligó a marcharse de sus tierras natales. Los cheroquis recurrieron legalmente con un memorial de súplicas donde decían: «En vuestra benevolencia, en vuestra humanidad, en vuestra compasión y en vuestra buena voluntad están depositadas nuestras esperanzas». ¿Hubo acaso benevolencia, humanidad, compasión, buena voluntad? La respuesta es evidente. De haber habido alguna de estas cuatro cualidades, los cheroquis no serían «muertos de segunda» que los negrolegendarios, en este caso, estadounidenses dejaron en los más de 1.600 Km que este pueblo indio expulsado tuvo que recorrer a pie desde Georgia hasta Oklahoma.

Ocultando esta parte de la realidad, ocultando las teocracias sanguinarias con las que se encontraron exploradores como Hernán Cortés a su llegada, y ocultando la construcción de hospitales y escuelas y universidades que España erigió en sus virreinatos, el progresismo negrolegendario pretende sustituir la lucha de clases por la lucha de razas con tal de anular cualquier posible convivencia armónica dentro de una sociedad blanco-chola. De esta forma, intentan que los mexicanos, los bolivianos, los venezolanos, los colombianos, los argentinos... se alcen contra quienes, literalmente, les dieron la vida: sus antepasados. Los negrolegendarios instan a los hispanoamericanos a negar sus raíces españolas, cuando el mestizaje existió. Seguramente hubo violaciones (hoy día las sigue habiendo en una sociedad tan «civilizada», «evolucionada» y «feminista» como la actual), pero el matrimonio mixto también se produjo libre y voluntariamente. Por ejemplo: Isabel Moctezuma (hija del emperador azteca Moctezuma) decidió casarse, después de diversos matrimonios obligados, con Juan Cano de Saavedra, con quien tuvo varios hijos y a quien escogió por convicción personal y no, por imposición. Los negrolegendarios niegan esta parte de la realidad, no queriendo reconocer que la inmensa mayoría de los hispanoamericanos tienen sangre española en sus venas — élites políticas incluidas—, para promover (como he apuntado antes, y Marcelo G. O. señala en su libro) una lucha de razas que imposibilite una sociedad blanco-chola sana y libre.

En su lugar, incentivan un racismo invertido para que los descendientes de nativos indígenas americanos como los caribes —que también se extendieron por Colombia y que tenían aterrorizados a los indios de Cuba— estén en una falsa cúspide social; falsa porque los dirigentes nunca les van a dar, a esos pueblos que reclaman su independencia, soberanía propia. De hecho, llevan años con la leyenda negra a cuestas y todavía los pueblos indígenas siguen dentro de las fronteras de los mestizos que, como al resto de ciudadanos, les gobiernan. Este racismo invertido ha sido promovido en Hispanoamérica por políticos afines a una ideología comunista a la que ni siquiera hacen justicia.

Mientras que Karl Marx —nombre con el que a ciertos dirigentes se les llena la boca, pues le consideran el padre del comunismo— admiró la labor que hizo la Monarquía Hispánica en ultramar, los miembros del Foro de Sāo Paulo han acordado extender la leyenda negra de España y la leyenda rosa de naciones como Inglaterra bajo la financiación económica de la URSS.

La Unión Soviética (cuyo principal vestigio del ayer es Rusia) se ha sumado a los países negrolegendarios para desprestigiar a España y fomentar el racismo invertido a fin de convertir lo que la disuelta URSS considera el «patio trasero de EE. UU.», es decir, Hispanoamérica, en un satélite soviético que esperaba que le fuera a ir muy bien en su enfrentamiento con Estados Unidos durante la Guerra Fría. Esto explica, por ejemplo, las relaciones entre Fidel Castro y Cuba con Rusia, y Evo Morales y Bolivia con Vladímir Putin. Estos y otros políticos, hispanoamericanos y no hispanoamericanos, son el germen del indigenismo, un movimiento que afirma defender los derechos de los indígenas cuando, paradójicamente a lo que dicen promover, no les permiten la separación oficial que exigen del resto del país.

El indigenismo, que extiende sus raíces hasta la leyenda negra de España (la semilla de esta corriente), es la respuesta que las élites políticas con mala voluntad le dan a aquellas potencias extranjeras y con raíces anglosajonas que, como John Quincy Adams (sexto presidente de EE. UU.), acusan a los españoles de ser «indolentes, sucios, maliciosos y, en resumen, pueden ser bien comparados a un montón de puercos» con una meta en mente: ser ellos los granjeros que expriman a ese «montón de puercos». Quizás, es el momento de hacer una «Rebelión en la granja» a través de la dialéctica.

De John a John, tiro porque me toca: John Calhoun, político del sur de EE.UU. (aunque dudo que este fuera su objetivo) reconoció que España sí abogó por mezclar su sangre con la de los indígenas, que procuró que las leyes de la Monarquía Hispánica se aplicaran también en los virreinatos, y que no exterminó al indio americano, cuando dice: «Nosotros nunca hemos soñado con incorporar a nuestra Unión cualquier otra raza que no sea la caucásica, la raza libre de los blancos. La incorporación de México sería el primer caso de incorporación de la raza india, puesto que más de la mitad de los mexicanos son indios y el resto está formado principalmente por tribus mixtas. ¡Yo protesto contra esa unión! El nuestro es el Gobierno de la raza blanca. Los grandes infortunios de la América española son consecuencias del error fatal de poner esas razas de color en pie de igualdad con la raza blanca». Esta última parte es clave: «[...] poner esas razas de color en pie de igualdad con la raza blanca» (no hace falta decir más a favor de España).

¿Qué ha hecho, entonces, que se extienda la nordomanía mientras se impulsa la hispanofobia? Marcelo G. O. cita a Fermín Chávez —historiador argentino, profesor universitario, escritor e hijo de un agricultor— cuyas palabras responden a este interrogante: «[...] en la universidad argentina [los que somos de España podemos cambiar aquí tranquilamente el adjetivo] los profesores hacían "como que enseñaban" y los alumnos "como que aprendían"». Así, con desinformación, los «granjeros» alimentan a los «puercos» de John Quincy Adams, sustituyendo —como indicó antes de su muerte Alejandro Pandra— el «pasado como historia» por el «pasado como memoria». De esta manera, los políticos progresistas negrolegendarios defienden una «memoria histórica» que —utilizando las palabras de Carmen Iglesias, directora de la Real Academia de la Historia y miembro de la Real Academia Española— se ha empleado para «que se borren las líneas divisorias entre "el hecho", "la opinión" y "la interpretación"».

Disfrazados de falsos historiadores que buscan evitar el olvido de la historia, diversos dirigentes políticos de los países integrantes del Foro de Sāo Paulo, de la España actual (febrero/marzo de 2025), de Holanda, de Inglaterra, de EE. UU., de Alemania, de Francia, de Rusia... (puntos suspensivos, por si algún otro país quiere sumarse a la lista negrolegendaria) han querido —desde la época de Bartolomé de las Casas y Martín Lutero— extender la leyenda negra para evitar que los ciudadanos hispanoamericanos puedan llamarse a sí mismos, y sin faltar a la verdad, «españoles americanos» (Eva Perón) o «españoles indios» (Augusto César Sandino). No hay mejor forma de resumir la historia de Hispanoamérica y la identidad social de su pueblo que con estos términos anteriores. La memoria, que es volátil, toma la historia y la altera con el paso del tiempo. Tampoco tiene cabida en la «memoria histórica» que la reina Isabel la Católica diera la orden a Colón, a través de una Real Cédula, de poner nuevamente en libertad a unos nativos americanos a los que Colón quería vender como esclavos. Esto sucedió en 1500, ocho años después de que Colón desembarcara allí un 12 de octubre de 1492.

El desembarco de los españoles en el continente americano y la relación que se dio entre estos y los nativos indígenas —posteriormente, también entre mestizos— se puede entender (tal y como Marcelo G. O. explica en su libro) como una última cruzada; una misión que se impulsó desde España (Europa) de manera oficial bajo una autoridad gobernante para extender los principios cristianos que han hecho posible que, a día de hoy, cualquier persona en México pueda degustar el «pozole» (plato de la cocina mexicana tradicional) sin tener que saborear la carne humana de la receta indígena original, pues los españoles reemplazaron la antropofagia por carne de cerdo y otros animales.

Agradecimientos

[...] decía Cervantes: saber sentir es saber decir. Palabras de Luis Landero en su libro El huerto de Emerson. Yo espero haber sabido decir lo que esta lectura me ha hecho sentir. Muchas gracias por dedicar tiempo a este artículo. ¡Nos vemos en la siguiente ocasión!

Esta reseña se terminó de escribir el 28/02/2025.

Para conocer la verdad histórica de las cruzadas cristianas, todo lo positivo que España aportó a América y las atrocidades que sus potencias enemigas cometían por ciertos lares mientras difundían la leyenda negra de España, están el libro de Marcelo Gullo Omodeo (Nada por lo que pedir perdón) y el PDF que dejo aquí.

Una batalla contra el olvido
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