Me presta mi sobrina Sofía -cosmopolita, inquieta, creativa, siempre interesante- un libro que, en un principio, me daba miedo leer, hasta abrir. Desarticulaciones. Ahora tengo a mi derecha su portada azul y ya hace días que recorro con placer, y algún vértigo, sus páginas. El libro lo firma Sylvia Molloy, una escritora y editora argentina a quien no conocía, he tenido que buscarla en internet, y al principio me pareció que “carecía de oído” como escritora; ahora ya sé que me equivoqué en mi primer juicio.
El libro es como un álbum de canciones, todas cortas, de aproximadamente una página, que cuenta la historia de cómo una amiga de la autora va desdibujándose a causa del Alzheimer. Me conmovió, y ganó definitivamente como lector, un relato, una de las canciones del álbum, ahora no soy capaz de encontrarla pero la recuerdo suficientemente. En esa canción, en ese texto, explica como la persona que habla a alguien con Alzheimer se va yendo a un lenguaje distinto, limitado, como sucede cuando se habla con un niño. Conozco muy bien la sensación: mi madre. Porque es mi madre, la abuela de Sofía, el origen de que este libro haya aterrizado en nuestras vidas, ella lo comprase y leyera, y luego me lo haya prestado. Mi madre que se va desdibujando… y se hace niña.
-Me vuelves a hacer niña- me dijo una vez cuando le pregunté si le gustaba que fuera a visitarla.
-Claro que me gusta, me vuelves a hacer niña otra vez.
Y yo con ella. Y mi sobrina, sus hermanos, mi hijo, mi único hermano…. todos cuando vamos a verla. Niños…, que en lugar de ir concretándose cada día más se irán desdibujando hasta desaparecer del todo, excepto en nuestros corazones, en los corazones de todos los que les han conocido y querido. La amiga de Sylvia Molloy, mi madre…
El amor y la literatura aunados, para acompañarlos, cuidarlos, no permitir que se pierdan del todo.
En la página 63 subrayé un pasaje que habla de “la memoria de las manos”. Y en la 25, Sofía que también subraya los libros, puso una raya debajo de las palabras que siguen:
“Hablar con un desmemoriado es como hablar con un ciego y contarle lo que uno ve: el otro no es testigo y, sobre todo, no puede contradecir”.
Un libro maravilloso, aunque quizá no para cualquiera. Porque la verdad del alma debe manejarse con el máximo cuidado.
Excelsior.