Pasan muchas cosas en la última novela de Paco Gómez Escribano. Un libro amargo en el que se superponen dos generaciones atravesadas por un superviviente adicto y descreído que demasiado tiene con propio desastre.
Una novela sin trampas ni adivinanzas pues desde las primeras páginas intuimos el desenlace funesto que aguarda a cada uno de los personajes que entran en escena.
Comienza con un atracador que ha heredado el oficio paterno, tanto como la condición de yonqui, compartida también con su madre, prostituta y toxicómana.
Con el lenguaje canalla del Madrid de fin de siglo, el narrador va relatando la vida de esos perdedores, de sus mezquinas existencias presos en cárceles salvajes, y presos de la heroína cuando se encuentran en libertad.
Rehenes todos, incluso antes de que comience el atraco que articula la historia.
Una crónica sobre las miserias de los barrios de esa periferia que no termina de cambiar. De ese lumpen en el que emergen personajes como el negociador alcohólico que nos va explicando la trama con un humor tan negro como su propia existencia.
Un buen libro, en definitiva.