Ernesto Pérez Zúñiga en estado de gracia

08 de Agosto de 2025
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Veniamos de la noche Ernesto Perez Zuñiga

Voy a intentar escribir este texto con el máximo cuidado. Aunque sé que no llegaré al pequeño milagro que pretendo: crear una perla a la altura de la novela que he dejado entrar en mi corazón de ostra. No voy a conseguirlo, me conozco; pero sí prometo que le pondré la mejor voluntad y llegaré hasta donde me permitan la inspiración y el talento. Nunca tan lejos como sería lo perfecto. Soy impaciente y me gusta sacar los pies del tiesto. Mi primer impulso fue titular este artículo: ¡QUÉ PASADA DE NOVELA! (quizá sin las exclamaciones), pero luego me acordé de lo poco que le gustó a los doctores de la santa iglesia literaria cuando, tras leer el primer poema de Marzal, sólo el primero, de Euforia  titulé: EUFORIA, de Carlos Marzal (la polla con cebolla).

Empiezo con un poco de historia personal: el primer libro de Ernesto que me dejó huella fue EL JUEGO DEL MONO, y años después me encantó ESCARCHA hasta el punto de ponerlo en la misma estantería mental que LAS INVIERNAS de la divina (no le va a gustar que escriba divina, ya estoy otra vez con los pies fuera del tiesto) Cristina Sánchez Andrade.  Sin embargo el siguiente se me cayó; culpa mía, sin duda, ruego se me disculpe la insuficiencia.

Pero había pasado mucho tiempo y me moría de ganas de volver a leer a EPZ (como me muero de ganas de volver a CSA, pero esa es otra historia), así que cuando vi que presentaba el libro en Madrid (yo lo llamo Mad Madrid porque la realidad se me da mal y necesito emborronarla a mi manera) le prometí que iría y le rogué dijese a la editorial que me mandase un ejemplar.

No pudo ser. Una hernia. Dos hernias, para ser exactos. Había que operarlas y la presentación era justo al día siguiente del paso por el quirófano. Al menos me llegaría el libro, me consolé. Pero no, pasaba el tiempo y el libro no llegaba. Con la cantidad de veces que me había imaginado leyéndolo en el agradable jardín de la urbanización de El Escorial donde paso los veranos. Insistí (un poco cabizbajo, pues aunque se supone que tengo más jeta que un piano de cola, molestar dos veces a un amigo, a quien además admiro, me hacía sentir inevitablemente incómodo).

Llegó in extremis. El lunes 30 de junio. Prioridad absoluta ir a la oficina de Correos a recogerlo. Lo recogí, sí, ese mismo día, pero luego… las circunstancias. Ya se sabe: que si no estoy aquí ni estoy allá. Le envíe, por fin, a Ernesto, por guasap, el 18 de julio cuatro frases que había subrayado durante el primer día de lectura, y al día siguiente le mandé otra que compartí por redes sociales con todo tipo de amigos, porque es brillante, bellísima y verdadera.

El alma, si aprendemos a seguirla, acaba llevándote al paraíso” (p.69).

Y a partir de ahí el oleaje de la vida me fue alejando de la novela y temí que me pasara como con aquella otra suya que no acabé de leer. Si dejas muchos días de leer un libro, pierdes el hilo y es fácil que los dedos pincen algún otro de los muchísimos, en verdad demasiados (sign of the times), que tenemos.

Recuerdo, nebulosamente, el día que volví a abrirlo, había pasado más de una semana (quizá hasta dos semanas), contrariado y sin verdadera esperanza de ser capaz de retomarlo. “No me acordaré y me dará pereza volver a releerlo”. Qué idiota. VENÍAMOS DE LA NOCHE es un libro imposible de olvidar. Echa raíces en ti en cuanto has leído unas pocas páginas.

Y a medida que avanzaba me sentía cada vez más admirado y perplejo. ¿Cómo había sido capaz, mi colega, de mantener el nivel sin que decayese en ningún momento? Calidad de página. Música. Ritmo. Trama.

Dibuja Roma, Pérez Zúñiga, como si hubiese vivido allí varias vidas. Los personajes son “verdades”, seres verosímiles hasta el punto que el autor los entrevera con personas reales, que todos conocemos, sin que puedan precisarse fisuras ni tropiezos.

De Rafael Soler, hace poco, cuando leí LA PISTOLA DE MI PADRE, dije que era aún mejor poeta en sus novelas que en los libros de versos, y de Ernesto Pérez Zúñiga opino lo mismo. Hasta me atreví a reflexionar al respecto:

El gran poeta está más aquí que en sus libros de poesía, donde la luz de los versos de cada poema queda normalizada por los otros poemas, mientras que cuando el alrededor es prosa la poesía funciona como excepción y resplandece de manera distinta, con potencia singular.”

Concluyo. VENÍAMOS DE LA NOCHE es un libro con el máximo nivel literario y tan entretenido como un superventas. Espléndido.

Me quito, pues, el sombrero -comparto el hábito con Ernesto de llevar la cabeza protegida- ante esta maravillosa “novela de sombreros”.

El sombrero que parecía dormitar sobre la mesa en un sueño de fieltro” (p. 20)

Excelsior.

Veniamos de la noche Ernesto Perez Zuñiga
Veniamos de la noche Ernesto Perez Zuñiga

 

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