El escritor asturiano Ely Gayán ofrece en ‘¡A extremo!’, su nueva novela con la editorial Manuscritos, una obra que moverá sensibilidades sobre pastores trashumantes, extranjeros que llegan en busca de una vida digna y un grito de reclamo en defensa del ecologismo centenario.
Cuéntenos el significado del grito ‘¡A extremo!’.
La intensidad y la motivación de los gritos dependen del momento y de las circunstancias. Sin adelantar contenidos de la novela, puedo decir que durante años significó la esperanza que albergaban los pastores trashumantes de disponer de pastos para alimentar a sus ovejas, la tristeza de los que veían partir a sus seres queridos y sabían que pasarían meses hasta el reencuentro. En esta novela se le añade el valor de ser el grito que ofrece una oportunidad a los que arriban a tierras españolas desde otras latitudes.
¿Qué le lleva a escribir esta novela?
Las novelas se escriben para entretener, para reír, para llorar, para reflexionar... En este caso debo confesar que existen varios motivos relevantes que influyeron en mi decisión: la tristeza que me causa el abandono constante de tradiciones ancestrales, como ocurre con la trashumancia, el abandono de esas cañadas y veredas por las que han transcurrido alegrías y miserias; la angustia y el vacío que provoca la crisis migratoria y humanitaria que afecta a Europa; y a todo ello añado la amargura que suscita el abandono de los pueblos por sus gentes mientras son ocupados por el silencio, y se prohíbe que puedan disfrutar de ellos manos que solo desean trabajar y que las leyes y los prejuicios impiden. Tres realidades con las que se teje el libro.
¿Conoce de cerca la situación de los trashumantes?
No tuve la suerte de disfrutar de tal posibilidad, de lo que implica el contacto directo con un rebaño. Sí con la gente del campo, con la que tuve la fortuna de compartir parte de algunos veranos durante la infancia y la adolescencia. Fui afortunado al gozar de un contacto con ese medio rural que ahora se desvanece y que muchos jóvenes desconocen. Recordar el esfuerzo y el entusiasmo diario con el que aquellas gentes trabajaban implica respeto y admiración, una admiración de mayor intensidad hacia los que en la actualidad tienen la valentía de permanecer en el campo. La ausencia de contacto directo con la trashumancia he tratado de suplirla con todo tipo de información al respecto, aderezada con esa experiencia rural a la que me he referido: con el recuerdo de la calidez que se sentía al entrar en la cuadra, el olor a hierba seca tras días expuesta al sol, el sonido metálico que provocaba la leche al impactar contra la base del cubo durante los primeros momentos del ordeño y que se atenuaba según se llenaba con la espuma que se formaba.
¿Cómo son los personajes que pueblan su historia?
Por lo que he comentado anteriormente, se puede deducir que vamos a encontrarnos con trashumantes, en este caso con Cosme y Rita, un matrimonio ya retirado y al que el destino obliga a retomar su vieja actividad, y todo para ayudar a una familia africana que huye de una organización de trata de seres humanos, una familia obligada a deambular por los campos de España. Nos encontraremos con Álex, un adolescente urbanita, nieto de Cosme y de Rita y que reniega del campo, de todo lo que implica, que solo disfruta con videoconsolas. Juntos inician un viaje en el que tratarán de estrechar amistades y culturas bajo la añoranza, la soledad y el cansancio. Lucharán por mantenerse con vida en un medio que se convierte en hostil por la amenaza constante de los que pretenden arrebatarles la vida.
“Jovellanos ya avanzó, en su Informe sobre la Ley Agraria, elaborado en 1795, la existencia del problema de la despoblación en España”
La llamada España vaciada también es un tema central de su obra. ¿Qué opina de esta situación? ¿Está de acuerdo con el término ‘España vaciada’?
Solo puedo decir que provoca tristeza comprobar que, en pleno siglo XXI, alcanza semejante notoriedad un problema que no aparece de forma repentina, sino que lleva presente siglos y que no se ha sabido atajar, al igual que otros muchos que afectan a la sociedad actual, problemas que no se resuelven por desidia o por ignorancia. Lo curioso y relevante es que Gaspar Melchor de Jovellanos ya avanzó, en su Informe sobre la Ley Agraria, elaborado en 1795, la existencia de este problema. Curiosamente, ya aportaba soluciones que fueron ignoradas. Tal vez esto nos haga reflexionar sobre nuestra propia inacción. Mucho se ha escrito sobre la conveniencia de emplear el término vaciada por las connotaciones políticas que se le han atribuido. Lo cierto es que bien sea España vacía, vaciada o despoblada, el problema persiste y todos los esfuerzos deben encauzarse en la misma dirección para alcanzar esas soluciones que no llegan.
¿Tiene esta novela relación con sus dos obras anteriores?
No en cuanto a temática, sí en cuanto a sus personajes. Todos son luchadores en su propio medio, en su propia condición, en sus vidas. ¡A extremo! es mi tercera novela. En la primera, Las damas silenciosas (2017), la protagonista es una joven que vive en el siglo XIX, con la merma de derechos propia de la época, una luchadora que rompe con todo prejuicio social para tratar de descubrir la relación que su bisabuela tuvo con las beguinas: aquellas beatas emprendedoras que fueron perseguidas en diferentes épocas, que cometieron un único pecado: el de enfrentarse a una autoridades que veían cómo la dedicación y el entusiasmo que aquellas mujeres dedicaban a los enfermos y a los más desprotegidos les servía para granjearse el cariño, el respeto y el apoyo del pueblo. La segunda, Un puente a Peulla (2020), transcurre en Chile, en donde una pareja lucha contra un padre misógino y entra en juego la cultura mapuche, un pueblo perseguido y asediado a lo largo de los siglos. La pareja se ve inmersa en varios binomios complejos: amor-odio, diálogo-aislamiento, multiculturalidad-discriminación.
¿Quiénes son sus referentes literarios?
Sería muy extenso el listado, porque es la propia vida la que marca esas referencias, en cada etapa, en cada momento; porque, como apunté anteriormente, se lee por evasión, para encontrar apoyo y soluciones a los problemas que nos rodean. Sí me gustaría referirme a la etapa de la adolescencia, en la que descubrí, aunque fuera por imposición colegial, a dos escritores que decidieron ambientar sus obras en Oviedo, mi lugar de nacimiento, la ciudad de mis primeras vivencias. Me refiero a Clarín y La Regenta, a Dolores Medio y Nosotros, los Rivero, premio Nadal en 1952. Dos obras que, de una forma u otra, son el inicio del interés por la lectura más allá de los libros propios de la infancia.
¿La literatura cambia algo?
Por supuesto. Pero yo no emplearía el término cambiar, porque puede entenderse como una intromisión en los pensamientos de los lectores. No se puede escribir con la intención de cambiar, porque tal inclinación significaría mermar la libertad de pensamiento. Se puede escribir con la intención de proponer, de lanzar una batería de ideas que cada uno debe asimilar e interpretar. La libertad de pensamiento debe ser respetada. Cualquier intento de imponer pensamientos es un atentado a esa libertad, independientemente del ámbito del que provenga.