Fuera del ámbito de la ofensa, que estando dentro de él no lo podría resumir en una frase, prefiero ser insultado por una crítica o comentario con el que alguien pueda no estar de acuerdo a ser privado de mi palabra y no poder trasmitir lo que pienso. Esa censura de a pie, cotidiana, incomprensible y dolorosa es la que sufrí yo hace poco.Para entenderlo quiero destacar que hay un hecho que presenciamos a diario, que me lleva llamando la atención desde hace mucho tiempo y que, me sorprende, nadie haya reparado en ello o haya puesto el grito en el cielo, en especial las mujeres. Se trata de la manera que tiene la publicidad, junto con la connivencia de la sociedad y de expertos en medicina, farmacéutica y demás artes sanitarias, de abordar temas como la menstruación y la menopausia. Considero que se enfocan desde un prisma erróneo y comercial, olvidando códigos deontológicos antaño jurados, tan solo por “vender” ambos procesos fisiológicos normales como enfermedades con solución. Farmacéutica y de pago, claro. Es un tema que me ronda y sobre el que siempre he querido decir cosas.Pues bien, un buen día en un buen momento le comenté a una buena amiga, feminista, que estaba pensando escribir un texto en el que hablaría sobre la menstruación. Hasta ahí; no dije más. No pude ya que su respuesta a mi no-pregunta fue un seco y cortante: “que tengas suerte. Te van a caer palos”. Estupefacto le pregunté si no quería saber sobre qué quería escribir y me respondió que no, que no acepta, y esto me ha sido repetido en numerosas ocasiones, que un hombre hable lo más mínimo u opine sobre la menstruación ya que no estamos capacitados para entenderla. Intenté explicarle que el texto que quería escribir era en pro de la mujer y del feminismo; un alegato en contra de lo que, considero, es un planteamiento equivocado y engañoso y que, quién sabe, en el futuro quizá pudiera servir como posible punto de partida al que aferrarnos muchos para impedir que los medios sigan presentando la fisiología de la mujer como patología en ciertos casos. Pero no pude ni exponerlo. No me dejó.A partir de aquí tengo que decir: los hombres, por fortuna, jamás podremos sentir un dolor tan específico y agudo como es el dolor que la regla puede producir y tampoco podremos padecer los efectos anímicos que (puede) conlleva (conllevar) el menstruo como consecuencia de su fuerte acción y efecto sobre las hormonas. También sé que, por desgracia, jamás podremos sentir un placer tan intenso como el que puede llegar a proporcionar el orgasmo femenino. Los mayores desbarajustes hormonales y sus efectos psíquicos en los hombres suceden en la adolescencia en cualquier caso y durante la andropausia o climaterio masculino en algunos casos, que no todos. De cualquier manera, estos cambios dependientes y provocados casi en su totalidad por la testosterona, alevosa ella, no producen dolor físico. Es decir, los hombres vivimos en un status quo y un relativo silencio hormonal desde los 16 hasta los 50 más o menos. Pero el hecho de que yo jamás vaya a sentir y a experimentar a nivel físico lo que es el dolor y las consecuencias menstruales no me incapacita para poder opinar sobre ello desde un punto de vista empático. Por mis estudios comprendo, que no siento a nivel físico, lo que supone la regla a nivel interno, endocrino; y por mi condición humana y mi ética puedo empatizar con lo que una mujer pueda llegar a padecer cuando está con el periodo; y esto supone sentir, a nivel emocional.Mi condición de veterinario no me capacita u otorga ningún tipo de autoridad para vetar la opinión y la palabra de cualquier persona no licenciada en veterinaria respecto al sufrimiento animal. Entiendo la causa animalista y me considero animalista pero no comparto todo lo que defienden los más radicales sectores del animalismo, muchas veces guiados por tendencias ideológicas y bulos digitales más que por el sentido común. De la misma manera comprendo y apoyo la causa medioambientalista pero no comparto todo lo que defiende el medioambientalismo más radical. También creo y quiero entender la causa feminista. En este caso sí que considero que ha de ser un movimiento radical y de impacto, pero sin salirse del sendero de lo razonable tan solo por seguir una tendencia populista, como muchos de esos amantes de los lobos que se juntan en Sol alentados por los que gobiernan o aspiran a gobernar y visten sus ideas y proclamas con sus mismos colores. Muchos de esos no entienden el, entrecomillo, problema de los lobos ni al Norte ni al Sur del Duero y tan sólo van guiados por «lo que hay que creer». Siento que en el feminismo, igual.Todos, hombres y mujeres, hemos sido educados en el patriarcado. Nosotros para acomodarnos, vosotras para darnos acomodo. Nosotros nunca lo hemos sufrido, vosotras aún lo sufrís. Hemos mamado patriarcado, frase paradójica esta al contener en el mismo cuerpo “mamar” y “patriarca”. Creo en y necesitamos igualdad, por eso trato cada día de corregirme, de modificar mis hábitos micromachistas, de cambiar mis formas y lenguaje adquirido y adaptarlos al presente. Intento no participar del machismo que se respira en los grupos de hombres de Whatsapp, intento no promover ni fomentar actitudes machistas, reprendo o denuncio si es necesario cualquier acto discriminatorio o palabra insultante que pueda presenciar o escuchar y trato de que mi entorno masculino siga también este camino. Lo hago porque lo creo, consciente de que, por fin, parece que la sociedad ha dicho basta a que las mujeres ganen un 23% menos de lo que gana un hombre en el mejor de los casos, a que el 82% de los puestos de dirección en España sigan ocupados y copados por hombres, basta a las agresiones de género físicas y verbales, a la poca participación femenina en la vida pública, a la poca equidad a la hora de repartirse las tareas domésticas, en la igualdad al fin y al cabo. Pero el camino es largo. Hablan los expertos de un mínimo de 70 años hasta que se logren equiparar los salarios de la mujer y del hombre. Y el camino es duro porque si la sociedad no está educada, concienciada y unida ante los que nos gobiernan, políticos y empresarios, será muy difícil conseguir borrarles la marca de fuego del patriarcado que llevan impresa y lucen sin rubor.Decía más arriba que el feminismo ha de ser un movimiento radical y de impacto entendiendo por radical acciones diarias destinadas a aprender, a educar (nos) y a concienciar (nos) para así librarnos de la sombra del machismo. En ningún caso la radicalización debe de ser contra el hombre por el mero hecho de ser hombre y, por tanto, para ciertos sectores enemigo. Esto supone una generalización y, sólo por eso, queda invalidada en sí misma al igual que sucede con otras generalizaciones, estúpidas también, como que “todas las mujeres aparcan mal” o que “todos los ingleses son unos borrachos”. Y, por supuesto, la radicalización nunca debe ser en el sentido de censura, de veto a la palabra de un hombre por serlo para que pueda opinar sobre un proceso fisiológico exclusivo de la mujer o sobre cualquier otra cosa. En mi caso, además, tratando de aportar lo que yo creo es un granito de arena más en defensa de la mujer y en contra del sistema actual. No me gusta ni utilizo en mi vida normal el término “feminazi”. No me parece de buen gusto. Prefiero decir, tal y como me pasó, que me topé con una postura para nada dialogante y cerrada al entendimiento. Ni me gusta ni creo que nadie tenga el derecho a no dejarme opinar y que se me meta en un saco al que no pertenezco tan solo por tener los cromosomas heterogaméticos. Por desgracia, esto de meternos a todos los hombres en el mismo saco es bastante frecuente y resulta frustrante, más si estás convencido de que esta causa y esta lucha también es tuya.Muchos hombres parecen no entender que esta batalla es contra el patriarcado, no contra ellos. Queda mucho camino por recorrer. Pero percibo que muchas mujeres, supuestas feministas, tampoco parecen entenderlo. El camino recorrido por ellas no es el correcto. Es muy grave. En toda batalla se necesitan aliados y hay hombres que lo son; hombres que tratan de contribuir a erradicar esta lacra androcentrista de manera activa. Ridiculizar y vilipendiar al hombre por ser hombre no es una forma de feminismo aunque haya sectores femeninos que usen esta retórica como única manera de lucha de boquilla. Y, sinceramente, a mí las feministas cuya única lucha es de palabra contra el hombre por serlo, no me parece que ayuden en nada. No ayudan a su causa; no se ayudan a sí mismas. Pero ya se sabe que siempre se colaron en los estadios energúmenos que dicen ser aficionados al fútbol aunque sólo vayan a gritar y a buscar gresca.Seguiré opinando sobre lo que yo quiera siempre y cuando tenga algo que decir. Soy cauto respecto a las cosas que desconozco, muchas para mi feliz desgracia y constante crecimiento. Nunca me verán lanzarme a opinar y a defender algo que desconozco o no conozco lo suficiente. Dado ese caso, una confirmación y asimilación de la propia ignorancia y una posterior documentación, es lo más sabio. Sin embargo, respecto a hechos más subjetivos como pueda ser el dolor menstrual, la ganancia de millones de Euros o el sufrimiento de un toro, nada ni nadie me va a prohibir opinar pese a no ser mujer, rico o haber sido atravesado por un estoque a nivel de mi vena Cava Caudal. Requieren empatía y eso no lo puede negar nadie. De hecho estoy convencido de que si el Stephen King de los 70, el de Carrie – libro que, por cierto, comienza con la primera menstruación de una adolescente - describiera a su manera el dolor que produce un balonazo en los testículos, hasta las más feministas de boquilla apretarían los dientes, las manos y entrecerrarían los ojos al poder sentir con sus palabras tan desagradable sensación.Y si todo sigue el curso natural de la negación, del totalitarismo y de la generalización, ahora es cuando, como mi amiga feminista me advirtió, me caerán palos. Como si criticar a un homosexual necio me convirtiera en homófobo, como si insultar a los africanos que me rodearon, asaltaron y robaron una vez me convirtiera en racista y como si no estar de acuerdo con ciertas actitudes del feminismo más ultra e intransigente me convirtiera en machista.Bastante tenemos ya con la supuesta libertad de expresión en España como para que nos la torpedeemos entre nosotros ¿no?
Lo + leído