«Nat no sabía qué pecado había cometido para ser castigada de ese modo. Cuando vio en su libro de religión un cuadro de Adán y Eva expulsados del Paraíso, pensó: esto es lo que me pasa».
Para cuando escribí originalmente esta reseña —el 4 de diciembre de 2023—, había leído de Sara Mesa tres libros (éste incluido): Cuatro por cuatro, Cara de pan y Un amor. Al cabo de un año y medio, la cifra aumentó: para la ocasión, escogí Cicatriz, que, sin disgustarme del todo, no terminó de convencerme. Con estas lecturas, y en este mismo orden —todo empezó con Cuatro por cuatro y acabó con Cicatriz—, me adentré en el universo literario de una autora española actual, plenamente contemporánea, cuyo estilo tan definido y marcado rezuma cada libro que escribe.
Es difícil —aunque nunca imposible— leer la producción literaria completa de un autor prolífico: en pleno proceso, lo habitual es sentir la llamada de otros tantos creadores de la palabra que todavía andan por ahí, en el limbo, esperando migajas de nuestra atención. Por eso, yo propongo el siguiente ejercicio (lo creo bastante asequible): leer, al menos, tres novelas de Sara Mesa. Al completar esta pequeña «tarea escolar», el lector captará el estilo realista, ácido, inquietante, amenazador y, sin embargo, adictivo y magnético que hace de los textos de Sara Mesa un triángulo de las Bermudas en el que zambullirse sin remedio.
«Un amor»
Si, de las novelas que llevo leídas de ella y recomiendo (Cuatro por cuatro, Cara de pan y Un amor), decido quedarme con Un amor, es por la originalidad y madurez con las que Sara Mesa resuelve una situación aparentemente ridícula que, en otro autor, se habría quedado simplemente en el absurdo. Lo que Sara Mesa propone en Un amor es un juego de malos entendidos, libres y erróneas interpretaciones, ideas preconcebidas, fantasías que se disfrazan de realidad, incompatibilidades y, en definitiva, confusiones y buenas dosis de falta de comunicación que llevan a su protagonista, Nat (abreviatura de Natalia), a sentirse incómoda en una especie de aldea a la que se ha mudado después de no encontrar un lugar próximo al mar cuyo precio no le agujeree demasiado el bolsillo.
Traductora de francés a español, Nat opta por dejar su trabajo tras haber tomado algo que no le pertenece. La empresa la ha perdonado, pero ella ha decidido marcharse por donde llegó: teme que, de ahora en adelante, se muestren condescendientes. La personalidad de Nat es compleja incluso para ella. Aparte de introvertida, Natalia se nota desconectada de la realidad; vive en la confusión: no se siente dueña de sus actos y, en lugar de tomar las riendas, deja que la inercia la lleve de la mano. Aun así, replegarse en sí misma no le impide conservar cierto sentido de dignidad que hace que, en ocasiones, sus decisiones se anticipen a los acontecimientos. En ella, la dignidad convive con el miedo: la inquietud que siente frente a los demás se debe a su inseguridad; la preocupan las reacciones que su personalidad y sus actos podrían suscitar en quienes la rodean y con quienes se relaciona.
Dos ejemplos que encuentro en el libro para creer que esto es así son: su anterior trabajo —que abandona a pesar de que la empresa la ha perdonado— y la inmediatez con la que pone distancia entre ella y los vecinos de La Escapa: ese lugar al que se muda y del que no todo el mundo, contrariamente a lo que uno podría suponer por su nombre, se ha escapado. Nat apenas cuenta nada de su vida anterior: ella sólo existe desde su llegada a la aldea. Y, en efecto, así es: los demás sólo son conscientes de nuestra existencia cuando aparecemos de algún modo en la de ellos.
En Un amor, la psique de los personajes secundarios no es un aspecto determinante de la novela: lo que cobra protagonismo es la interacción entre Nat y sus vecinos. En concreto, hay dos relaciones que yo resaltaría por encima del resto: la que tiene con Sieso —un perrito retraído al que ella bautiza de este modo precisamente por su carácter— y el particular vínculo sentimental que la une a Andreas, al que en la aldea apodan «el alemán».
Sieso es Nat hecha perro. El paralelismo entre ambos salta a la vista: ninguno de los dos logra integrarse en La Escapa. Además, dan la impresión de haber tenido un pasado difícil.
¡Posible SPOILER! (Busque donde pone: Fin)
Igual que, siendo todavía una niña, un vecino de sus padres utilizó a Nat como si de un objeto sexual se tratara, Sieso también fue un objeto —aunque de otro tipo— para su antiguo dueño, el casero de Nat en la aldea. Como es de esperar, estas experiencias bloquearon la tendencia natural de la niña y del perro a confiar en lo sucesivo en los demás.
Fin del posible spoiler
Nat y su relación con Andreas
A mi entender, la relación de Nat con Andreas es la que da título a la novela. El vínculo que se forja es de lo más curioso. Por sí mismo, como nombre para una novela, Un amor resulta algo ambiguo (que no desacertado), porque «un amor» es eso: uno de tantos, en función de lo que cada quien entienda por «amor», y también, en función de hacia quién se proyecta ese amor: existen el amor paternal y filial, el amor fraternal, el amor que encuentra su nido en la amistad, el que deja en blanco la mente de los novios... Pienso que, en la novela de Sara Mesa, la definición de amor encaja con el sentimiento que, en el interior de Nat, brota hacia Andreas, pero no así en la respuesta de Andreas. Dicho de otro modo, sí hay amor, pero como indica el título, sólo hay uno; además, es de ida: la otra parte no lo devuelve (al menos, como uno entiende que debería hacerlo).
Andreas es parco en palabras e igual de directo que Sara Mesa, cuyo estilo de escritura —escueto, lacónico y preciso— beneficia mucho a las historias que narra. En esta ocasión, el relato parte de una circunstancia poco habitual (no me atrevería a tacharla de imposible) para invitarnos a reflexionar sobre, y por qué no a cuestionar, un contexto poco probable en su origen, pero perfectamente plausible en su desarrollo.
El problema con Andreas surge desde el principio; así lo reconoce más adelante la propia Nat. A falta de dinero, el sexo como moneda de pago no es la mejor manera de vincularse emocionalmente con alguien. Nat empieza en las lides del amor con el pie izquierdo: ella tiene goteras en su nueva casa en La Escapa, Andreas sabe arreglarlas, ella carece de dinero, él lleva años sin acostarse con una mujer, ¿le importaría a Nat dejarle entrar? Sin anestesia, él se lo pregunta sin rodeos: las goteras a cambio de que le deje entrar, y no sólo en su casa.
Evidentemente, ella no acepta; pero sólo al principio: después de reconsiderarlo (se dice a sí misma que no es una prostituta por aceptar semejante proposición), accede. El resultado es el siguiente: las goteras se arreglan y la actividad sexual, que sólo iba a ser algo puntual, empieza a repetirse sucesivamente a lo largo de los próximos días.
Nat ha encontrado en Andreas un hombre con quien yacer en la cama, pero su necesidad de sexo no responde únicamente a sus impulsos biológicos: Andreas la hace sentirse empoderada. Ella, que caminaba por la vida de puntillas para no hacer ruido, ahora se observa como una mujer joven que satisface a un hombre doce años mayor. Según Natalia, él la necesita y ella le cubre esa necesidad. Nat está convencida de que es ella quien tiene el control de la situación, porque ¿cuándo iba a verse el pobre Andreas —un hombre rural, simple de entendederas— en otra, acostándose con una mujer bastante más joven?
Para desgracia de Nat y de su empoderamiento, el asunto cambia cuando Andreas le indica que ha estado casado, que Li es la gata que su exmujer le dejó después de separarse, que su anterior esposa era veinte años más joven que él —un fuerte golpe para Nat, que ahora «sólo» le lleva doce en comparación—, que tiene estudios universitarios de Geografía e Historia, y que no sólo se dedica a cultivar y vender las verduras de su huerto, sino que también trabaja como topógrafo.
La imagen que Nat se forjó de Andreas en su cabeza, la misma que elevó su autoestima, queda barrida de un plumazo después de todos estos detalles que él —bien parco en palabras, eso sí— le cuenta sin darles ninguna importancia; la misma poca relevancia que también parece otorgarle a su relación con Nat.
A partir de ahora, las tornas cambian. Nat, que hasta el momento sentía haber tenido el poder y el control, empieza a preguntarse si no le habría valido a Andreas cualquier otra chica joven para acostarse con ella. La realidad es que él, en un principio, ni siquiera había reparado en Nat. Sólo vio su oportunidad cuando las goteras. Por aquello vino todo. Él preferiría no darle vueltas: ha sido ella y punto. A ella, en cambio, le gustaría haber sido la única, que su relación no se debiera a las goteras, que él la hubiera preferido a otras tantas mujeres. Nat cae en una espiral de toxicidad que la envenena hasta llevarla a una depresión que no se menciona explícitamente en el libro, pero que podría sobreentenderse por las emociones por las que transita —y por su estado anímico en general— una vez Andreas rompe definitivamente la relación con ella.
Opinión personal
Con un «mero» trámite sexual, Nat consigue que le arreglen unas goteras sin pagar un euro a cambio. Este contexto, que resulta algo forzado y chocante, justamente es el que permite llevar al límite a un personaje como Nat. Sara Mesa parte de una situación nuevamente infrecuente, inquietante y llamativa para ahondar con acierto de cirujano con buen pulso en la psique de su protagonista.
Nat está huérfana de amor propio y necesita recuperarlo, pero buscarlo en sí misma a través de una relación con Andreas se vuelve en su contra. La correspondencia de un sentimiento de tal magnitud entre Nat y Andreas se desdibuja: ¿es amor lo que surge entre ambos o se trata, por el contrario, de una necesidad animal —en el sentido más literal de la palabra— en Andreas y de una necesidad psicológica en Nat?
Natalia no se enamora del hombre real que es Andreas: se queda prendada de la imagen que ella se hace de él en La Escapa. La aldea, con su falta de variedad humana y su grisácea atmósfera, tampoco ofrece mucho entre lo que escoger.
Además, la soledad plena es difícil de sobrellevar, y todavía es más complicado cuando la compañía que hace falta no debe hacer que Nat se sienta por debajo de la otra persona: ella necesita empoderamiento y la imagen que se hizo de Andreas se lo daba. Confrontar el Andreas mental —su Andreas, creado por ella a conveniencia de su baja autoestima— con el Andreas universitario y de exmujer veinte años más joven que él supone su caída en un abismo depresivo.
Si nos fijamos en Andreas, parece que a priori, para él, todo ha consistido sólo en tener sexo. Sin embargo, también ha dejado que Nat conozca detalles de su vida que nadie más en La Escapa sabe. El hermetismo de Andreas nos impide ubicarlo con certeza. Nat quiere una demostración de amor más clara, más evidente y transparente —yo, como lectora, también la pido—, pero Andreas prefiere un amor más distante o, simple y llanamente, sexo.
En lo personal, creo que lo que comenzó para ambos como un acercamiento físico muy íntimo sin mayores pretensiones, en Andreas no evolucionó hacia un sentimiento elevado como el amor. Por el contrario, Nat sí llegó a sentir un vínculo intenso con Andreas, aunque su apego hacia él se fundamentara en un retrato concebido sin pruebas, que, dada la falta de comunicación entre ambos, tardó en disiparse. Eran capaces de permanecer juntos y desnudos, pero lo más importante —abrir su interior al otro— no lo consiguieron.
Hablaban un mismo lenguaje, el del sexo, pero no se entendían. Los encuentros entre ambos no parecían despertar ni las mismas emociones ni la misma dependencia en Nat que en Andreas. Cuando las diferencias entre ellos, en este otro idioma (el del amor y los sentimientos), se hicieron evidentes, empezaron a hablar idiomas también distintos en sus encuentros íntimos.
Agradecimientos
[...] decía Cervantes: saber sentir es saber decir. Palabras de Luis Landero en su libro El huerto de Emerson. Yo espero haber sabido decir lo que esta lectura me ha hecho sentir. Muchas gracias por dedicar tiempo a este artículo. ¡Nos vemos en la siguiente ocasión!
Esta reseña se terminó de escribir originalmente el 04/12/2023 y se revisó y perfeccionó en mayo de 2025.