En el Centro Nuria Gómez Belleza y Bienestar, las puertas se abrieron puntuales a las ocho de la tarde para recibir a los asistentes al lanzamiento de ¡Confía y Suelta! Vol. 3. Desde el primer momento, el ambiente transmitía una invitación a la introspección y a la conexión personal. Cada uno de los presentes fue recibido con una cálida sonrisa, una copa de vino o refresco en mano, y un pequeño sobre negro cuidadosamente cerrado. Había instrucciones claras: nadie debía abrirlo hasta más adelante en el evento. Desde ese instante, el aire se impregnó de expectativa, de curiosidad y, sobre todo, de una acogedora calidez que hacía que todos se sintieran cómodos y bienvenidos.
La atención al detalle era evidente. Todo parecía estar diseñado para crear una experiencia especial, única y memorable. Lola Gil, mi compañera en la dirección del evento, y yo misma habíamos elegido para la ocasión unos hermosos vestidos cuyo diseño replicaba la portada del libro. La imagen de un majestuoso atardecer en el desierto, con tonalidades cálidas y serenas, evocaba perfectamente la esencia tanto del libro como del evento en sí. Era un guiño visual que conectaba con el espíritu de reflexión, paz y confianza que queríamos transmitir.
Lola, doctora en enfermería, instructora de yoga y autora de cuentos, fue quien tomó la palabra en primer lugar para dar inicio al acto. Con un tono cálido, pausado y cercano, característico de ella, logró captar la atención del público desde el primer momento. En su introducción, no solo puso en contexto mi obra, sino también mi trayectoria personal y profesional.
“Este ruido constante, al que nos hemos acostumbrado tanto que apenas lo percibimos, distorsiona nuestra percepción de nosotros mismos y del mundo que nos rodea”
Tras esta introducción, dimos paso a la proyección de un video. En este material audiovisual, inspirado en el estilo fresco y cercano de los podcasts, se presentaba una conversación entre Lola y yo. Fue un diálogo profundo y sincero en el que reflexionábamos sobre el significado que las palabras “confía y suelta” tienen en mi vida. Más que una frase, explicaba, estas palabras son una auténtica filosofía, una forma de abordar los retos y desafíos de la vida con serenidad y perspectiva. El mensaje resonó con fuerza entre los asistentes, quienes no tardaron en asentir con complicidad, mostrando que conectaban con lo que estaban escuchando.
Cuando llegó mi turno para hablar directamente al público, me sentí serena, tranquila y llena de confianza. Comencé mi intervención guiando a los asistentes hacia una reflexión más profunda sobre un tema que afecta a todos: el ruido, particularmente el ruido mental. Hablé de cómo este ruido constante, al que nos hemos acostumbrado tanto que apenas lo percibimos, distorsiona nuestra percepción de nosotros mismos y del mundo que nos rodea. “Y contra el ruido no se lucha”, expliqué con firmeza, “el ruido se desvanece ante la presencia del silencio”. Las miradas atentas de los asistentes, sus sonrisas y gestos de aprobación me confirmaban que el mensaje estaba llegando. Les interesaba. Mis palabras eran atendidas, acogidas y aceptadas.
Para finalizar esta parte del evento, invité a los asistentes a abrir los sobres que habían recibido al llegar. El momento que siguió fue mágico. Las expresiones de sorpresa, emoción y ternura llenaron la sala mientras cada uno descubría los mensajes ocultos en su sobre. Frases como "Te admiro", "Te amo", "Perdóname" o "Eres luz en mi vida" tocaban directamente el alma. Fue como si cada mensaje estuviera hecho a medida, resonando de manera personal y única en quien lo leía. Les propuse reflexionar sobre si querían conservar ese mensaje o entregárselo a alguien más, ya fuera alguien presente en la sala o alguien fuera de ella. Lo que ocurrió después fue conmovedor: abrazos, intercambios de mensajes y gestos de cariño llenaron el espacio. La sintonía era perfecta, y la gratitud y la emoción podían sentirse en el ambiente.
La noche continuó con un momento muy especial: Lola invitó a los asistentes a participar en una práctica meditativa en una sala contigua que habíamos acondicionado con todo cuidado para la ocasión. La respuesta fue tan entusiasta que tuvimos que organizar dos turnos para que todos pudieran disfrutar de la experiencia. Para muchos, era la primera vez que experimentaban una meditación guiada, y lo hicieron con una mezcla de curiosidad, ilusión y apertura. Más tarde, Lola me compartió, emocionada, que la meditación había despertado intensas emociones en algunos participantes. Algunos encontraron calma profunda, otros se permitieron derramar lágrimas liberadoras, y muchos dejaron la sala con una serena sonrisa en el rostro. Fue, sin duda, un momento transformador.
Después de la meditación, la velada adquirió un tono más animado y distendido. Las conversaciones fluían con naturalidad, y los asistentes se acercaban para intercambiar impresiones, solicitar dedicatorias y tomarse fotos conmigo. Todo ello mientras disfrutaba de un exquisito catering lleno de pastelitos, cava, vino y refrescos. Los camareros recorrían la sala con bandejas repletas de delicias, pero hubo un detalle que destacó especialmente: los marcapáginas que yo misma había diseñado. En cada uno de ellos había pirograbado el mantra “confía y suelta”, un recuerdo personal que los asistentes recibieron con inmensa gratitud. Este pequeño gesto añadió un toque de autenticidad y significado al evento.
La velada se prolongó durante más de dos horas, entre charlas, risas y confesiones sinceras. Fue emocionante ver cómo, más allá de la presentación de un libro, habíamos logrado crear una experiencia significativa para todos los presentes. Algunos encontraron un punto de partida, otros quizás un punto de inflexión en sus vidas.
La presentación de ¡Confía y Suelta! Vol. 3 fue mucho más que un evento literario. Fue un recordatorio de la importancia de aceptar, dejar ir y confiar en la vida. Ese día, las palabras dejaron de ser ruido para convertirse en herramientas de conexión, de sanación y de transformación. El éxito no se midió únicamente en palabras de halago o en ventas, sino en las miradas cargadas de emoción, en las sonrisas sinceras y en los abrazos compartidos al despedirnos. Sin duda, fue una noche inolvidable.