Cuando el escritor irlandés Colm Tóibín (Enniscorthy, 1955) decide meterse en la piel de un afamado colega lo hace sin límites, hasta el tuétano, sin pensar en las consecuencias que ello le pueda reportar de cara a la crítica literaria, ese sector imprescindible del siempre complicado mundo de la literatura que él también tanto conoce de primera mano. Hace ya casi dos décadas retrató novelísticamente en The Master al totémico Henry James en una magistral obra aplaudida por todos que quedó como obra de referencia. Ahora vuelve a conseguirlo con El Mago (Lumen), sobre la compleja y azarosa vida y obra del alemán Thomas Mann, uno de los autores de referencia de la literatura alemana del pasado siglo veinte aun a costa de los nazis, de los que huyó a tiempo para recalar primero en Suiza y después en Estados Unidos hasta que decidió volver al país helvético para morir allí en 1955.
Tóibín cree completado ya con El Mago el ciclo personal que le ha dedicado a la novela biográfica, un género exigente como pocos que requiere muchos condimentos para llegar a la excelencia y no quedarse en el término medio de la condescendencia, la mediocridad e incluso la hagiografía. Para alcanzar esta perfección, el autor irlandés acomete una introspección inteligente, sensible y muy certera de las esquinas más oscuras de la personalidad del Nobel de Literatura alemán. De ahí que la homosexualidad nunca hecha pública pero sí conocida, y consentida, por el entorno familiar del autor de la monumental La montaña mágica sea uno de los temas principales de El Mago.
Tóibín elige la novela en vez de la biografía para aproximarse con mayor libertad al Nobel al tiempo que lo perfila con mayor credibilidad y cercanía
Es aquí donde el papel de la esposa de Mann, Katia, procedente de una adinerada familia muniquesa, ocupa un lugar de excepción en la trama, ya que le sirve al escritor irlandés para abordar con certera sensibilidad y maestría un tema que en aquella Alemania de entreguerra ni siquiera se insinuaba, ni de puertas afuera ni tampoco hacia dentro. La homosexualidad del Nobel alemán sobrevolaba todo, pero lo hacía en códigos encriptados para una seleccionada minoría. También se pueden apreciar estos mensajes cifrados en su propia obra. Buen ejemplo de ello son algunos pasajes de La montaña mágica. Los seis hijos que la pareja tuvo son también testigos de primera fila de la homosexualidad nunca confesada de su padre, lo que da la dimensión total del artista en su entorno familiar más cercano.
A todo ello hay que sumar las fluctuaciones políticas e ideológicas del escritor alemán, que son puestas sobre la mesa, para, en definitiva, retratar la decadencia de las costumbres y convicciones morales de una sociedad a punto de ebullición que tomó el derrotero más salvaje de la mano de un mesías fuera de toda cordura.
Tóibín elige la novela en vez de la biografía para aproximarse con mayor libertad a la personalidad del Nobel al tiempo que lo perfila con mayor credibilidad y cercanía. Un ejercicio de prestidigitación literaria del que sale completamente airoso un maestro en estas lides.