Acababan de llegarme los primeros ejemplares. Asegura Carlos Marzal que hasta que no presenta sus libros en la Alberti de Madrid no existen, pero en mi caso los libros no existen hasta que Luis Alberto de Cuenca los tiene en la mano, los abre al azar delante de mí, y comienza a leer en voz alta.
17 de noviembre. Para mí aún es por la mañana, y más o menos temprano, para el resto del mundo es casi la hora de comer. Pero aún así le telefoneé. Le hablé del libro. Le dije que ya lo tenía.
Eran casi las dos. Luis Alberto estaba a punto de irse de su santuario de Don Ramón.
-¿Me esperarías si voy ahora?
-Te será difícil aparcar.
-Aparcaré.
Lo hice en el parking del Pilar.
Y un instante después ya estaba allí. Frente a él. En la biblioteca más mítica y deslumbrante que conozco. Con el libro cuidadosamente protegido por una funda de plástico, firmado, sellado y numerado:
13/365. Y el sello de “el cazador de cuentos”.
Leyó en voz alta el título:
-El año del cazador.
Quitó los celos. Retiró el plástico.
-Muy buena edición -sentenció. Y yo, lógicamente, todo sonrisas, como un padre contento cuando alguien a quien admira piropea a su hijo.
Las ochocientas páginas, la cubierta de Guridi, la maqueta de Zamorano que logra la magia de que el libro se vuelva ligero en cuanto se abre.
Comenzamos a hablar. Un poco. Deprisa. Había que irse. Pero no. Tiró de alguna rienda secreta que sólo él conoce y el tiempo se detuvo. Se sentó en su butaca de leer. (La butaca de leer de Luis Alberto de Cuenca; todas las butacas del mundo se mueren de envidia cuando saben de la existencia de esa butaca). E hizo lo de siempre. Abrió el libro por donde le dio la gana. Y comenzó a leer.

Como cualquiera en 2025, siempre llevo una cámara en el bolsillo. La saqué; desenfundé tan rápido como si fuera Billy The Kid. Luis Alberto comenzó a leer. Y yo a filmar.
-¿Podrías volver a leerlo?
Volvió a leerlo.
-¿Otra vez?
Me complació de nuevo. Y esta vez sí: es la pieza que he subido a youtube (pondré el enlace al final).
A partir de esta primera grabación cada vez que le llevo a alguien un libro le pido que elija uno de los 365 relatos y lo lea, mientras yo grabo (filmo).
Me he puesto como misión sagrada llevar en mano 365 ejemplares, que he firmado, sellado y numerado. También hacer el máximo número de videos (películitas) posible. Y así obligarme a ver a todos mis amigos, conocidos más queridos. En verdad no importa si lo consigo o no lo consigo. Lo interesante es la misión. El desafío. Como cuando hace más de veinte años decidí escribir un relato diario durante todos los días de un año; por curiosidad:
¿Qué pasaría si lo fuerzo, si no me perdono ni una sola vez?
Y pasó el libro: El año del Cazador. En su interior pasa de todo: colecciones, guiños, y hasta hilos que cosen la peculiar novela que esconde dentro. Es una ciudad casi imposible de conocer por completo, un mundo entero.
Muchos relatos han aparecido en revistas, periódicos, antologías, y hasta formado libros ellos solos (los más largos), me los han comprado para enseñar español en Estados Unidos y Canadá, han sido traducidos a múltiples idiomas, servido de argumento para rodar películas…
El libro era un mito. Están todos los títulos de los relatos en mi web: javierpuebla.com. Hay fotos del manuscrito original en muchos sitios. Incluso una jaula-tarjetero con los cien relatos más breves. Pero hasta hoy, hasta ahora, nunca se había publicado el libro completo. Desde hoy cualquiera lo puede comprar. Existe.
Luis Alberto de Cuenca lo ha abierto y leído, lo tiene en su biblioteca.
Muchos años de trabajo. Muchísimos.
Excelsior.
