Luz negra: ¡Danzad, danzad, malditos!

18 de Abril de 2025
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Luz negra

En las listas de cómics recomendables y recomendados que elaboran librerías, asociaciones e incluso instituciones (acaba de sacar una un grupo de trabajo del Ministerio de Cultura, ¿adónde vamos a llegar?), hay un título de bande dessinée publicado el año pasado por Norma que ha pasado injustamente desapercibido. Y es que los de Norma sacan tantas cosas que no dan abasto a publicitarlas todas como merecen, y tienen que ser muy selectivos con las novedades a las que quieren dar bombo. Por alguna razón, el cómic que hoy nos ocupa no recibió en el momento de su lanzamiento tanta atención como merecía, ni por parte de la editorial ni por parte del público: estoy hablando de Luz negra, un thriller psicológico sobre el mundo de la danza firmado por el tándem de Thomas Gilbert (Las mujeres de Salem, La voz de las bestias el ansia de los hombres) y Claire Fauvel (La guerra de Catherine, La noche es mi reino). Y no contribuyó a ponerlo en el candelero el hecho de que llevaba ya tres años publicado en Francia, donde lo sacó Rue de Sévres en 2021: para cuando salió en España había dejado de ser una novedad. Es normal que a muchos se les haya pasado por alto, razón de más para ponerlo ahora bajo los focos, sobre la tarima, ocupando el centro del escenario, a imagen y semejanza de los artistas que cobran vida en sus páginas.

El argumento de Luz negra bucea en los comportamientos obsesivos de la pareja de bailarines protagonista. Ava es una reconocida coreógrafa de ascendencia iraní que alimenta en su interior un amor tóxico y descontrolado por un joven bailarín belga, Ian; este, a su vez, vive en una angustia permanente, sensibilizado por la crisis ecológica y los conflictos sociales, aterrorizado ante la perspectiva de un inminente colapso planetario. Ian y Ava convergen en su pasión común por la danza. Arden juntos entregándose de forma compulsiva a un ritmo de ensayos tan exigente que roza lo inhumano: una dinámica de sacrificio que les consume cuerpo y mente, y que en el fondo no es sino una maniobra de evasión, un refugiarse en la belleza del gesto artístico para apartar la mirada del calentamiento global, el ascenso de la ultraderecha y las injusticias sistémicas. Luz negra contrapone, por una parte, el estudio donde los dos protagonistas se aíslan del mundo para amarse y para practicar incansablemente sus pasos de baile, y por otra las calles de París como un entorno de caos y hostilidad: un hervidero de manifestaciones y cargas policiales tan solo un puntito más distópico que nuestra realidad actual.

El mundo en el que se mueven los personajes de Luz negra rebosa de malos augurios. Un confinamiento por emergencia sanitaria reciente en la memoria, una ola de calor tan extrema que los pájaros aparecen muertos en las aceras. Las fuerzas de seguridad ejerciendo una represión cada vez más intensa sobre la población, las fronteras cerradas para el paso de migrantes… Ante un panorama sociopolítico en el que el mal está tan enquistado en el mundo, ¿no es el activismo también una forma de evasión? Quizás la voluntad de cambiar el sistema no sea más que la ilusión de unos pocos: un gesto cargado de buenas intenciones, pero que a estas alturas ya no sirve de nada. Puesto que es imposible detener nuestra carrera cuesta abajo hacia la extinción, la opción de Ava de mirar hacia otro lado y refugiarse en el arte es, en el fondo, una actitud tan egoísta como la de quienes tratan de aplacar vanamente su mala conciencia montando un huerto ecológico y saliendo a la calle con pancartas contra la guerra y el especismo. La desesperación de los bailarines que protagonizan Luz negra es afín a la de aquellos desgraciados de la novela de Horace McCoy ¿Acaso no matan a los caballos?, que agotaban absurdamente sus energías en un macabro maratón de danza para intentar sobrevivir en los años de la Gran Depresión.

Luz negra es un cómic a cuatro manos. Tanto Thomas Gilbert como Claire Fauvel se encargaron indiferenciadamente del guión y del dibujo. Así pues, resulta imposible deslindar las autorías, aunque, a la luz de sus obras anteriores, se puede decir que en el apartado gráfico predomina el estilo de Gilbert. Visualmente se trata de un trabajo magnífico, en consonancia con el nivelazo que caracteriza a la escena francobelga. Es de destacar la expresividad de los cuerpos de los protagonistas, algo fundamental para una historia construida en torno a la danza. “Tu cuerpo es un grito”, dice ya en la primera página una voz en off: toda una declaración de intenciones de un cómic que se recrea en mostrar a sus personajes entregados al movimiento y dominados por sus neurosis y sus pasiones. Las composiciones de página, a menudo dibujadas a sangre prescindiendo de los marcos de viñeta, transmiten la tensión emocional de las coreografías e improvisaciones del dúo protagonista. Curiosamente, sin embargo, en las escasas escenas de lucha que surgen en la historia el dinamismo de las figuras resulta muy forzado.

La acción fluye con el pulso propio de un thriller; me recuerda mucho a los cómics de Timothé Le Boucher, lo cual no es una crítica sino un halago. Para enriquecer la obra, Gilbert y Fauvel utilizan también elementos simbólicos, siendo el de los pájaros el más afortunado. Los pájaros aparecen por doquier en las páginas de Luz negra: como víctimas de la catástrofe ecológica, como metáfora de los bailarines y como encarnación del gran mal que devora el planeta, bajo la forma de un marabú monstruoso.

Pesa mucho en el guion de este cómic la huella de El cisne negro, el sobrecogedor largometraje de Darren Aronofsky, del cual hereda la temática general, la deriva hacia el terror psicológico, el argumento centrado en la relación tóxica entre una gran figura del mundo de la danza y una joven promesa, e incluso algunas escenas concretas, como la rotura del espejo. Esto dice poco a favor de la originalidad de Luz negra (hasta el negro en el título lo tienen en común), pero hay que argumentar en su defensa que el enfoque de los autores y la inclusión de un trasfondo de problemática social acaban llevando la obra de Fauvel y Gilbert por otros derroteros poco trillados.

Pese a lo obvio de esta referencia cinematográfica y a que el final flojea en comparación con el resto de la obra (los autores introducen en las últimas páginas un elemento sobrenatural como deus ex machina que me parece totalmente innecesario), el balance sigue siendo positivo. Luz negra es un cómic más que notable, que consigue resolver el ambicioso reto de contar al mismo tiempo una historia de amor llena de sombras, una reflexión sobre los aspectos más incómodos de nuestra crisis ecosocial y una indagación sobre el sentido profundo de la pulsión artística. Fauvel y Gilbert consiguen combinar en su relato temas tan dispares y que el resultado no sea pedante, ni banal, ni ridículo. Esta bande dessinée apunta alto y consigue estar a la altura de sus ambiciones; ambiciones que son reflejo de las que mueven a su protagonista, Ava, poseída por una furia creativa que quizá no sea capaz de salvar el mundo, pero que nos regala una chispa de belleza. Es entonces cuando nos golpea el arte como esa llamarada fugaz capaz de dar sentido a nuestras vidas, aunque solo sea por un instante. Y en ese instante se disuelven el caos social y el colapso ecológico. Après nous, le déluge.

Luz negra, de Claire Fauvel y Thomas Gilbert. Norma editorial, 200 páginas, 35 €.
Luz negra, de Claire Fauvel y Thomas Gilbert. Norma editorial, 200 páginas, 35 €.

 

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