Patricia Highsmith siempre quiso que se la conociera de verdad

11 de Septiembre de 2022
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Patricia Highsmith en 1942

Existe sin duda una morbosa atracción impúdica cuando se nos abre la posibilidad de adentrarnos en la vida más íntima de cualquier persona a través de sus diarios, cuadernos, notas biográficas y demás rastros negro sobre blanco que dejan huella del paso por este valle de lágrimas. A priori, puede parecer que este rastro pretende ser ocultado al resto de potenciales lectores para siempre por su propio autor. Pero esa puerta abierta no se deja sin echar la llave por dentro por descuido o casualidad.

Existe una premeditación perfectamente calculada por el actor protagonista de sus más profundas intimidades personales, aunque los textos sólo se hayan rescatado años después de años, décadas incluso, ocultados en un baúl o al fondo de un trastero entre mantas acumulando polvo. Y Patricia Highsmith, Mary Patricia Plangman, Plat, no iba a ser menos, pese a que la imagen pública mundial que en todo momento trascendió de ella fue la de una mujer misántropa donde las hubiera, arisca, gruñona y de mente retorcida, a la altura de las tramas de sus grandes obras literarias.

Tampoco ayudó mucho su propia imagen física, sobre todo la que dio desde sus años de madurez, que venía a corroborar que tras esa fumadora empedernida de rostro ajado que coleccionaba caracoles y acariciaba gatos de forma estremecedora, en el sentido más terrorífico del término, podía ocultarse alguien capaz incluso de llegar a cometer lo que mucho de sus personajes llegaron a hacer o al menos lo pensaron.

Más allá de esa mítica y hasta rechazable Highsmith se encontraba una mujer entregada en cuerpo y alma a la literatura del mismo modo que lo estaba en su primera juventud por vivir a tope la noche del Manhattan de los 40 y 50

Como relata Anna Von Planta en el prólogo del monumental Diarios y cuadernos. 1941-1995, publicado ahora en España por Anagrama, Pat hizo de su estilo de vida una traslación más de su más intima personalidad. De hecho, su última vivienda en la ciudad suiza de Locarno era más bien una fortaleza inexpugnable que la entrañable casa de una escritora mundialmente famosa. Sólo tenía dos ventanas de aberturas estrechas a la calle. Tampoco ayudó mucho a desprenderse de esa imagen huraña que apenas concediera entrevistas o que jamás de los jamases autorizó en vida una biografía para despejar dudas o imágenes preconcebidas.

Pero mucho más allá de esa mítica y hasta rechazable Patricia Highsmith se encontraba una mujer ansiosa por crear, entregada en cuerpo y alma a la literatura del mismo modo que lo estaba en su primera juventud por vivir a tope la noche del Manhattan de los 40 y 50 del pasado siglo. Escribió con apenas 20 años en 1941: “Estoy hambrienta de literatura, de libros, del mismo modo que mi cuerpo estaba hambriento hace uno o dos meses. Estoy hecha de dos apetitos: amor y pensamiento. Entre ambos pueden llevarme a cualquier parte, ya sabes”.

La verdadera y definitiva Pat

Von Planta llega también a la conclusión de que la disposición de estos Diarios y cuadernos hace pensar que Pat tenía plena conciencia de que deseaba que se publicaran algún día mucho más allá de su muerte. Ese momento ha llegado ahora, y miles de lectores podrán certificar que estamos ante una autora de ingente talento cuyo día a día contado en forma de diario complementa definitivamente la tensión única que generaba en sus narraciones de ficción. Pese a todo, no debemos concluir que esta sea al fin la verdadera Patricia Highsmith y no la que se dejaba ver públicamente como simple señuelo, en un intrincado laberinto argumental más propio de sus thrillers.

Porque siempre existirá la duda de que ninguna de ellas, ni la Patricia Highsmith de su día a día público ni la que contó su cotidiano yo íntimo en estos Diarios y cuadernos, sean la verdadera y definitiva. Un giro de tuerca más a una personalidad arrolladora, tanto o más que los protagonistas de esas perversas tramas que ponían al ser humano ante el espejo de su yo más terrorífico y desconocido.

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