Pongamos que hablo de Serotonina y de Houellebecq

02 de Febrero de 2019
Guardar
serotonina
Ah Houellebecq, enfant terrible y ancien terrible, cómo me ha gustado tu novela, lo he pasado genial, y el último día -como en mis mejores tiempos- me zampé doscientas páginas del tirón, aunque para hacerlo tuve que ponerme unas gafitas de cerca por primera vez en mi vida, y no fue del todo fácil porque las únicas que tenía a mano eran unas rosas y muy cursis que debió olvidarse alguna de las escritoras que navegan conmigo los jueves en El Barco-Taller.Pero cuando terminé de leer, excelente final que en mi cara -soy un tío raro- dibujó una sonrisa de comprensión y satisfacción, hasta las gafitas rosas me hacían gracia y me levanté para buscar un espejo y hacerme una foto, que no un selfie, con ellas.Cómo te encanta la vida, tío, y qué bien disparas contra ella. Cuatro hermosos suicidios en Serotonina, todos brillantes y tan románticos como el de Anna Karenina. Qué manera, si me permites la metáfora, de tirarte al tren: a la Garbo le habría encantado hacer de ti, o más exactamente de tu ingeniero agrónomo amante del porno y de la inevitablemente solitaria vida en la ciudad: monsieur Florent-Claude Labrouste.Ya desde el principio me gustó que te transformaras y travistieras en un tío de cuarenta y seis años, es una edad que francamente está muy bien, y que te descojonases ya en la línea de salida de tu propio nombre como narrador y personaje: que si Florencias y Claudias..., lo que equivalía a decir: aquí voy a reírme de mí mismo a base de bien, todo lo que me de la gana. Y vaya que lo consigues, Michel, hermano Michel... hermanastro más bien, pues yo sólo de adopción, y parcialmente, soy francés. Te ríes de todo, y lo haces con gran arte, como debe ser.Qué bien construida está la novela... al mirarla en su conjunto no he podido evitar pensar en Lorenzo Silva, a quien llamo -de corazón- amigo, y que es un “natural”, en el sentido inglés de la palabra, en el arte de las ficciones de largo aliento y que además tiene una novela de juventud, El Urinario, que siempre me ha recordado a ti.... Pero estamos hablando de ti, y de nadie más, perdóname Michel, perdóneme usted señor Houellebecq.No te ha salido por casualidad la siembra perfecta de los fragmentos más escandalosos y de enfant terrible a lo largo de la novela: en los momentos oportunos, para que no decaiga, para salarla cuando corre el riesgo de parecerle al lector sosa.Y cómo mantienes la rienda corta y firmemente sujeta en las páginas finales: un jinete cabalgando sobre un caballo de apariencia nerviosa, un pura sangre con los cascos acariciando el mismísimo borde del abismo: si me caigo será por que yo quiera.Serotonina es un canto a la vida formidable, un pulso al tedio de vivir y a la impertinencia de la degradación del cuerpo que es la vejez. Y lo ganas, el pulso, con una facilidad sorprendente, genial y brillante. Mi aplauso y todos los bravos que quieras, ¡muy bien! Había visto algunas críticas y comentarios patéticamente negativos, pero seguro que no lo hacen con mala intención, hay mucha gente que no sabe leer; entre los llamados “profesionales de la literatura” también.Gracias por la novela, Michel Houellebecq, me has devuelto las ganas y el placer de leer (llevaba alrededor de dos años casi sin), y gracias también a nuestro relativo Padre Herralde por enviarme un ejemplar, su editorial cumple 50 años y es una alegría que sea capaz de mantener su talante y lucidez. 
Lo + leído